Revista Cultura y Ocio
Elcoleccionista de ideas siempre está despierto, atento al paso efímero de un pensamiento. No esimpaciente. No es caprichoso.
Elcoleccionista de ideas no desperdicia nada. Escudriña su alrededor y, en cuanto lave, no la deja escapar. Puede surgir de cualquier parte: alguien que pasacorriendo, un viejo enfadado, un anuncio en la televisión, una noticia, una voz en laventana. Alcanza esa idea, la anuda con su imaginación desbordante y la guarda concuidado.
Elcerebro del coleccionista de ideas esta rigurosamente compartimentalizado. Lasideas deben mantenerse claras, frescas, íntegras. Ante el peligro de una mezcla explosiva, que podría ser letal, el coleccionistase mueve despacio, habla poco y mira intensamente. Hay quienes le toman porloco.
A menudorepasa, selecciona y elimina las ideas que, ya por viejas, ya por pobres, debenser desechadas para hacer sitio a otras nuevas. Es un proceso lento. Elcoleccionista es riguroso.
Elcoleccionista de ideas saca su libreta, que siempre lleva a mano. Abre elabanico en su mente y elige una idea, la más dulce, la más preciada. Con cuidado, con cariño, la transforma con su letraimpecable y la enreda en el papel con la fuerza de un texto. Lo lee. Lo pule.Lo deja descansar un día. Es concienzudo.
No puede esperara ese momento, ya cercano, en el que se reunirá con sus amigos, otroscoleccionistas de ideas. En cualquier tasca, en torno a un buen vino, compartensus libretas, con corazón y pensamiento.
Elcoleccionista de ideas mira al cielo y sonríe. Es, ante todo, un romántico, y piensa que tienesuerte de vivir en este mundo. Un mundo lleno, fundamentalmente, de ideas.
Texto: Teresa Giráldez