El 27% de los españoles ha llevado algún tipo de compra por internet a lo largo del pasado 2.011, frente a un 44% en que se sitúa la media europea. Aún así, la estadística indica un incremento del comercio electrónico en nuestro país del 50% respecto al año anterior, lo que da idea de la escasa aceptación que todavía tiene este tipo de transacción comercial en nuestro medio, o del rechazo o desconfianza que genera en un buen número de usuarios.
Efectivamente, no falta quien expresa temor o reticencia a utilizar una tarjeta de crédito en la red, pero no tiene problemas en facilitarla a un camarero desconocido en una ciudad extraña, e incluso permitirse el perderla de vista. Toda compra venta se sustenta, necesariamente, en la confianza entre las dos partes, existiendo tanto entre comerciantes como clientes, indeseables, que por fortuna, representan una mínima proporción.
Internet es bueno para el consumidor, a quien puede llegar un superior número de ofertas que representan un indudable beneficio para los clientes. Además, la globalización permite acceder a productos cuya existencia desconocíamos hace poco tiempo. Afortunadamente, la prevención de nuestra ciudadanía hacia el mercadeo cibernético, va desapareciendo, pese a lo que debemos potenciar su uso hasta situarnos en niveles similares a los de nuestros vecinos europeos.