"La filosofía de la ciencia es una disciplina académica híbrida joven, vigorosa y en plena etapa de crecimiento y diferenciación. A través de su breve historia (apenas 2 siglos) ha pasado por varias etapas, unas dominadas por los filósofos y otras por los científicos. En mi opinión, ha llegado el tiempo para que en este campo del conocimiento surja una nueva clase de personajes, humanistas de corazón con la experiencia profesional de científicos, o bien hombres de ciencia experimentados con intereses serios en la filosofía. Y si ya hemos llegado a ese momento, los personajes no sólo surgirán muy pronto sino que probablemente ya se encuentran entre bambalinas, esperando oír su clave para aparecer en escena, iluminados y sonrientes, como corresponde a los principiantes llenos de confianza en su destino." Ruy Pérez Tamayo.
Así comienza el primer capítulo de El gran diseño (2010),
de Hawking y Mlodinow. ¿Fin de la filosofía
o solo un libro de mala filosofía?
Sería injusto dejar esta imagen en la que (todos o la mayoría de) los divulgadores científicos padecen del complejo anti-filosofía. Lo cierto es que, por lo menos hasta donde he alcanzado a constatar, hay un "consenso" en divulgación científica sobre la importancia y el lugar que le corresponde a la filosofía, sobre todo a la filosofía de la ciencia, para comprender una actividad humana tan asombrosa como es la ciencia. Esto es algo que podemos constatar a través de artículos de divulgadores como Sean Carroll, Steven Novella, Ruy Pérez Tamayo, Martín Bonfil Olivera, o (esta traducción hecha por) César Tomé López.
La antifilosofía como mala filosofía
Si bien, la anticiencia es algo que me causa picazón, su prima, la antifilosofía hace que me salga algo de sarpullido en la cara. La primera es un peligro para la sociedad porque promueve el desprecio por la ciencia y por aquellas áreas que son apoyadas por ésta, como la tecnología. La segunda, al menos a primera vista, es solo el ejemplo vergonzoso de cómo ciertos divulgadores científicos y demás fauna que "en teoría" son cultos (hablando en términos de cultura científica), pueden meter la mata a la hora de hablar de temas que no conocen. Se ven algo así como los creacionistas cuando hablan de biología evolutiva, o cuando los homeópatas hablan de la medicina científica nombrándola "alopatía". Es decir, se ven ridículos.
Si usted es alguien que simpatiza con un acomplejado antifilosofía, de seguro pensará que esto que afirmo solo es producto de un "fanático de la filosofía" poco riguroso que carece de cualquier criterio de verdad para discriminar una u otra afirmación, y todo esto porque (se supone) soy filósofo. Si eso es lo que cree, le tengo malas noticias: su creencia es falsa y no se basa en nada más allá de prejuicios maquillados de argumentos. Y no más.
En el mundo anglosajón, el complejo antifilosofía ha infectado a algunos divulgadores reconocidos a nivel mundial, estrellas también dentro del movimiento escéptico. En el mundo hispanoparlante, por lo menos hasta donde he visto, la antifilosofía es menos común entre aquellos que poseen un grado aceptable de cultura científica. Científicos, divulgadores, historiadores, periodistas y amantes en general de la ciencia, aceptan que esta es una actividad humana maravillosa que genera conocimientos precisos que ayudan a comprender mejor el universo (con nosotros incluidos), pero que dicha actividad posee una serie de problemas generales que no conciernen a ninguna ciencia, sino que tienen que ver con un conjunto de principios supuestos por la comunidad científica acerca de la realidad, el orden natural, los métodos para llegar a conocer algo, el tipo de conductas correctas dentro de la investigación, el significado de los conceptos generales o el alcance explicativo de las teorías científicas.
Aunque muchos miembros de dicha comunidad se sienten interesados por este tipo de problemas, son bien conscientes que tales cuestiones no son científicas, sino filosóficas, y que al estarlas abordando entran en terrenos de la filosofía. Para ser más específicos, son los terrenos de la filosofía de la ciencia. Por lo menos hasta donde he visto, este es un panorama básico que se suele tener claro o que por lo menos se suela dar por hecho. Pero no para todos. Para el periodista científico Mauricio-José Schwarz, ocurre lo contrario. Para él, el que exista la filosofía como disciplina académica es un embuste; que los filósofos tengan un sueldo en universidades públicas es una estafa; y peor, piensa que "toda aproximación esencialmente filosófica es enemiga de la razón", según nos deja leer en esta entrevista que le realizaron hace unos días. Schwarz, como otros antifilósofos, solo nos muestra la razón principal por la que una persona que valore la cultura científica debe integrar la filosofía como materia básica: para no ser un mal filósofo.
Stephen Hawking, un caso demostrablemente penoso
Antes de entrar de lleno a las críticas a Schwarz, conviene ubicarnos un poco sobre qué es la antifilosofía y cuáles podrían ser las causas de que personas, por lo demás sensatas y cultivadoras del pensamiento crítico, caigan en el simplismo y la ignorancia. (Si usted ya conoce más o menos el tema, tal vez prefiera pasar al siguiente subtema donde entro de lleno con las afirmaciones de Schwarz). Quizás el caso más famoso de un acomplejado antifilosofía sea el cosmólogo inglés Stephen Hawking.
Aunque algunos llegaron a pensar que la antifilosofía de Hawking es algo nuevo, lo cierto es que dos párrafos antes de concluir su obra clásica, Historia del tiempo (1988), ya venía diciendo que la filosofía se encontraba en notable decadencia a comparación a su “época de oro” en los tiempos de Kant. Ahora la filosofía, que antes se ocupaba de problemas importantes, solo se ocupa de problemas del lenguaje:
“Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen cómo es el universo para hacerse la pregunta de por qué. Por otro lado, la gente cuya ocupación es preguntarse por qué, los filósofos, no han podido avanzar al paso de las teorías científicas. En el siglo XVIII, los filósofos consideraban todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo, y discutían cuestiones como, ¿tuvo el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para ellos, y para cualquiera, excepto para unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el ámbito de sus indagaciones que Wittgenstein, el filósofo más famoso de este siglo, dijo: <<la única tarea que le queda a la filosofía es el análisis del lenguaje>> ¡Qué distancia desde la gran tradición filosófica de Aristóteles a Kant!”Poco más de 20 años después, Hawking (en coautoría con Leonard Mlodinow) reafirmaría esta misma opinión, en la primera página de El gran diseño (2010):
“¿Cómo podemos comprender el mundo en que nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un Creador? La mayoría de nosotros no pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por esas cuestiones, pero casi todos nos preocupamos por ellas en algún instante.
Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento.”Podríamos señalar varios errores que Hawking comete, lo que hace que su valoración de la filosofía sea irreal y alejada de lo que los filósofos profesionales serios hacen en la actualidad. En primer lugar, su afirmación de que "en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para ellos [los filósofos]" es en realidad una falsa generalización, pues no se ajusta a toda la comunidad filosófica de los siglos XIX y XX, y tampoco a la del siglo XXI. Lo que es más, en los siglos que menciona Hawking, hubo abundantes filósofos que mantenían una estrecha conexión de su trabajo con la ciencia. Debemos considerar el hecho que es justo en este período que nace la filosofía de la ciencia como disciplina académica, y que surge la filosofía científica como enfoque alternativo a como se había hecho filosofía. Entre los nombres de filósofos que se encontraban al día con la ciencia (o que eran científicos propiamente dicho) en aquellos siglos, podemos nombrar a John Stuart Mill, William Whewell, George Boole, Charles Darwin, Gottlob Frege, Charles Sanders Peirce, Ernst Mach, Alfred North Whitehead, Henri Poincairé, Max Plank, Bertrand Russell, Rudolf Carnap, Albert Einstein, Niels Bohr y Erwin Schrödinger, solo por mencionar a algunos. Como cualquiera se dará cuenta, estos son también nombres notables de la biología, la matemática, la lógica, la física, las ciencias sociales y la teoría política (un indicio de cuán ligada se encuentra la filosofía a otras áreas de la cultura).
Un segundo error de Hawking es el apelar a la autoridad de Wittgenstein, quien supone el cosmólogo que por ser (supuestamente) el filósofo más famoso del siglo, tiene que ser verdad lo que está afirmando sobre el reducido campo que se supone le queda a la filosofía. Con una visión tan reduccionista y desalentadora, cualquiera que tome a Hawking como su lectura inicial en cuestiones filosóficas pensará que a los filósofos no les queda mucho que hacer en estos días. Pero lamentablemente para Hawking, Wittgenstein, por más famoso que haya sido, estaba equivocado. Los problemas de análisis del lenguaje son un área muy importante en filosofía, y por muchos años la filosofía analítica fue un enfoque dominante en la comunidad académica. Muchos filósofos llegaron a creer que todo problema filosófico era por definición un problema de clarificación del lenguaje. Pero la mayoría de los problemas ontológicos, éticos, axiológicos, metodológicos, y epistémicos no se reducen al análisis del lenguaje. Hoy en día, la visión de Wittgenstein sobre la naturaleza de la filosofía se le mira como demasiado restringida y, como bien lo ejemplifica Hawking, una filosofía perfecta para la antifilosofía que ignora o desprecia los problemas filosóficos.
Una última objeción a Hawking es que en El gran diseño se olvida del pequeño detalle (quizás por mantener la elegancia de su argumento) de aclarar que su afirmación sobre la "antorcha" de las grandes cuestiones eran "para la filosofía, pero la filosofía ha muerto", es históricamente inexacta, ya que incluso bien adentro el siglo XX, la diferencia entre filosofía y ciencia no estaba del todo clara. Los grandes hombres de la ciencia que ayudaron a responder las grandes preguntas que menciona, no solo eran científicos, tal como hoy en día entendemos este adjetivo, sino que eran profesionales con un amplio bagaje y/o formación filosófica. Si continuamos la lectura del libro de Hawking y Mlodinow podemos notar que es más un trabajo de filosofía que uno de física, en lo que respecta a sus conclusiones principales.
Hasta aquí, el lector podrá notar que no estoy negando ninguna de las afirmaciones de Hawking, sino que a partir de contrastarlas con conocimientos básicos de historia de las ideas, es evidente que toda son generalizaciones exageradas, que si bien sí se aplican a un amplio conjunto de filósofos (sobre todo aquellos que siguieron los enfoques contra-ilustrados del idealismo alemán y sus descendientes), no afectan ni ayudan a validar las conclusiones a las que llega este divulgador de la ciencia. Igualmente, como Hawking, abundan los divulgadores científicos con afirmaciones similares, tales como el físico teórico Lawrence Krauss, el premio Nobel de física Steven Weinberg, el astrónomo Neil deGrasse Tyson, y el divulgador y presentador Bill Nye.
Antifilosofía, ¿quién es el culpable?
Una lección importante que se puede rescatar de autores antifilosofía es: la filosofía, aunque no está muerta, sí se encuentra enferma. La filosofía es hoy día una disciplina contaminada con temas alejados del mundo real, con una prosa oscurantista, enfocada en miniproblemas (cuando no en pseudoproblemas), fragmentaria (no sistemática), practicada y enseñada desde una Torre de marfil con autores y teorías ajenos al desarrollo social, político, científico y tecnológico en el mundo real. Algunas ramas prometedoras de la filosofía nueva, como la bioética, la filosofía experimental o algunas filosofías especiales de la ciencia (como la filosofía de la paleontología, la filosofía de la geología, la filosofía de la microbiología, etc) poseen los problemas típicos de toda disciplina emergente, como es el precisar su objeto de estudio y sus métodos de análisis. Otras ramas más antiguas, como la ontología, la semántica, la gnoseología o la ética, aunque poseen un fondo de conocimientos invaluable y una historia rica, en la actualidad poseen también el problema de estar infectadas de pseudofilosofía, esto es, de teorías e ideas basadas en ideologías, autoridades o pseudoproblemas que se hacen pasar por auténticos ejercicios filosóficos. Otras ramas de la filosofía, con el paso del tiempo se han ido “independizando”: la cosmología, la geometría, la física, la psicología o la economía, que en algún momento fueron ramas importantes de la filosofía antigua, evolucionaron y robustecieron hasta convertirse en ciencias con objetos de estudio concretos. En estas últimas se abandonaron las clásicas especulaciones, se adoptó el método científico, se investigó de manera científica encontrándose teorías y leyes universales y aplicables.
Si el analfabetismo filosóficos de los divulgadores (y de buena parte del público en general) es una de las causas de la antifilosofía, otra será la influencia de las doctrinas y teorías filosóficas separadas del avance de la ciencia. En paralelo al desarrollo de las teorías cosmológicas, biológicas, neuropsicológicas y físicas, algunos filósofos idealistas continuaron creando especulaciones sobre la trascendencia de la conciencia en la naturaleza, el origen místico de la mente o la imposibilidad de conocimiento por medio de métodos objetivos. Aunque tales ideas prosperaron entre el romanticismo y la contra-ilustración, llegando a influenciar después al posmodernismo y el relativismo cultural, lo cierto es que se mantuvieron al margen sin representar gran obstáculo al progreso de la ciencia y la tecnología que se basan en principios filosóficos útiles y firmes (como son el sistemismo, el materialismo emergentista, el realismo crítico y el cientificismo). Tales especulaciones dieron origen a ciertas ramas o intentos de disciplinas, como lo fue la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu, inventadas por Hegel, en paralelo al naturalismo metodológico de su época que seguía a Newton. Otras teorías idealistas causaron daño y retraso al desarrollo de las ciencias sociales, las cuales se vieron muy influenciadas por estos tipos de razonamiento, en el que se niega que la “ciencia natural” pueda aportar algo de valor a la “ciencia social” y viceversa.
Con todo esto surgieron doctrinas y escuelas deslindadas de la filosofía científica. En el siglo XX fueron muy populares las corrientes de la fenomenología, el existencialismo y el posestructuralismo. Los principios, teorías y métodos usados en cada una de éstas son opuestos entre sí, y nunca lograron generar conocimientos auténticos o resolver problema filosófico importante alguno. El oscurantismo y la irracionalidad fueron señaladas como virtud en estas corrientes, haciendo cada vez más desagradable la filosofía académicas para aquellos que gustaban de la investigación científica. El irracionalismo ha tenido distintos nombres desde los cuales se ha defendido. Y también ha tenido grandes expositores, como Jean-Jacques Rousseau, J. G. Fichte, Friedrich Schelling, G. W. F. Hegel, Friedrich Nietzsche, Soren Kierkegaard, Henri Bergson, Edmund Husserl, Jean-Paul Sartre y Martin Heidegger. Hoy en día los posmodernos representan los herederos directos de la tradición irracionalista: Michel Foucault, Jacques Lacan, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Louis Althusser, Jean-Francois Lyotard, Luce Irigaray, Jean Baudrillard, Alain Badiou y Slavoj Zizek, entre otros. Por último, dentro de los llamados "estudios de la ciencia" (conformado por sociólogos, historiadores y filósofos historicistas de la ciencia) se ha cultivado enérgicamente el relativismo cultural, llegando a extremos al afirmar que la ciencia carece de validez por ser un constructo social más o que en realidad no existe el método científico, ya que en ciencia "todo vale". Entre los filósofos relativistas han destacado nombres como Thomas Kuhn, Paul Feyerabend o Larry Laudan, mientras que en sociología de la ciencia, gracias al "programa fuerte", sostenido por autores como Bruno Latour, David Bloor, Steve Woolgar, Trevor Pinch o Wiebe Bijker, se han olvidado de su origen científico y ha adoptado el constructivismo-relativismo como enfoque principal.*
Con este tipo de "amigos" dentro, ¿para que necesita enemigos la filosofía? Es imposible culpar del todo a quienes desprecian la filosofía (e incluso las humanidades en general), cuando desde dentro de esta disciplina se alza un profundo desprecio por la claridad, la rigurosidad, la racionalidad, el materialismo, la verdad, la sistematicidad y la honestidad académica, valores todos ellos apreciados dentro de las comunidades de científicos, divulgadores y periodistas científicos. Pero excusarlos sería solo un acto de hipocresía, pues como lo han logrado hombres de ciencia, desde C. P. Snow, pasando por otros grandes como Ernst Mayr, Carl Sagan o Alan Sokal, no es imposible separar el grano de la paja, una tarea que no solo queda para los científicos y divulgadores con intereses filosóficos, sino también para los filósofos profesionales que buscan que la disciplina se encuentre en la misma calidad de rigurosidad y análisis que la ciencia. La culpa de las actitudes antifilosóficas no son por completo de los divulgadores que solo han conocido mala filosofía o pseudofilosofía, que además de falsa les resulta abrumadoramente aburrida. La culpa se comparte con los académicos de las facultades de filosofía que enseñan un mar de teorías y doctrinas contrarias unas de otras, incompatibles con el grueso de conocimientos científicos bien establecidos, y desconectadas de la realidad. Urge la demarcación precisa entre la filosofía que se apoya en la claridad, la racionalidad y los conocimientos bien establecidos, de la pseudofilosofía que hace apología del oscurantismo y desprecia o confunde abiertamente a la ciencia, sus métodos y sus principios.
Encontrar el justo medio
La filosofía no está muerta,
pero sí está gravemente enferma.
Una alternativa viable a este problema es enfocar la divulgación de la filosofía en problemas reales, aquellos a los que los grandes sistemas filosóficos, desde Platón y Aristóteles, han buscado respuestas y debatido las teorías propuestas. Tales problemas no pueden ser enfrentados hoy día sin tener en cuenta el fondo de conocimientos científicos de las distintas áreas. Así, por ejemplo, no podemos hablar sobre la ontología del espacio y el tiempo sin tener conocimiento de la física relativista, o no podemos establecer una teoría del conocimiento coherente sin mirar antes la psicología cognitiva. Aquí nos encontramos entonces con la (tan negada) relación entre la ciencia y la filosofía. Problemas como la causalidad, el libre albedrío, la consciencia, la naturaleza del espacio y el tiempo, la materia, el origen del universo, o los conceptos de vida, especie, justicia y bien, son problemas tan generales que no son estudiados por una, sino varias disciplinas tanto filosóficas como científicas. Estos son conocidos como los problemas filosófico-científicos, aquellos que poseen un componente susceptible de investigación científica y un componente conceptual del que es necesario el análisis conceptual preciso.
A este tipo de filosofía que toma en consideración la ciencia y que hace uso de la lógica y las matemáticas, se le conoce como filosofía científica:
"El mejor indicador de éxito en filosofía científica es que la filosofía científica ayude al desarrollo de la ciencia; o sea, uno esperaría que haya una interacción virtuosa, un círculo virtuoso, entre filosofía y ciencia. El científico puede hacer mejor ciencia si tiene un conocimiento de filosofía científica y el filósofo puede tratar los problemas en forma más rigurosa si conoce la ciencia de su tiempo. Además otra característica fundamental de la filosofía científica que la diferencia de otras formas de filosofía es el uso de lenguajes exactos, el uso de herramientas formales a la hora de tratar sus problemas. Eso le permite a la filosofía científica eliminar, en la medida de lo posible, la vaguedad a la hora de hacer enunciados sobre la realidad."
Señala el astrofísico Gustavo Esteban Romero, quien es autor de los libros en vías de publicación, Scientific Philosophy y La naturaleza del tiempo. El término "filosofía científica" ha sido usado varias veces, sobre todo en la historia moderna, aunque es básicamente una redundancia útil para señalar el trabajo filosófico auténtico. Los filósofos, desde Aristóteles, pasando por René Descartes, Gottfried Leibniz o Immanuel Kant, y llegando hasta nuestros días con Bertrand Russell, Nicholas Rescher, Paul Kurtz o Mario Bunge, han hecho filosofía siempre teniendo en cuenta la ciencia de su tiempo. Llamar a un enfoque "filosofía científica" es sencillamente un esfuerzo por mantener la honestidad intelectual, la rigurosidad y la claridad académica.
Otro punto importante a destacar es que, aunque la mayoría de los promotores modernos de la filosofía científica son filósofos de la ciencia, no debe confundirse una con la otra. Así como en el resto de esta disciplina académica, en filosofía de la ciencia han existido varios enfoques, con sus distintivos aportes a la comprensión de la ciencia como actividad humana, pero también con sus respectivas restricciones y contra-revoluciones, como lo narra C. Ulises Moulines en El desarrollo moderno de la filosofía de la ciencia (2011). Así la fase de germinación se observa un debate sobre la naturaleza de las entonces llamadas "ciencias inductivas". La conocida como fase de eclosión de la filosofía de la ciencia se distinguió por un fuerte consenso en apoyar las tesis del empirismo lógico, para luego decaer y comenzar aceptar el racionalismo crítico durante la fase clásica. Durante la fase historicista, posiblemente una de las más populares (y criticadas en la actualidad), se pone especial énfasis en el contexto histórico en el que surgen las teorías científicas, pero también es durante esta que se dan las corrientes relativistas de la explicación científica. Por último, la fase modelista ha sido la dominante en la comunidad filosófica de la ciencia, en la que se ha prestado especial atención a la estructura lógica de las teorías y leyes científicas, pero con frecuencia se olvidan grandes problemas como la importancia de la experimentación, el descubrimiento, la serendipia y el papel tanto de la ética como de la búsqueda de la verdad en ciencia. Los filósofos científicos de la ciencia han existido desde la primer fase de la filosofía de la ciencia. Las fases no son períodos delineados en el tiempo con exactitud, sino que son indicadores de las tendencias en filosofía de la ciencia.
La filosofía científica no se limita a la filosofía de la ciencia, pues no es una disciplina o rama de la filosofía, sino que es un enfoque o un modo de hacer filosofía. Aunque los más reconocidos aportes se encuentran en filosofía de la ciencia natural y formal (sobre todo filosofía de la física, de las matemáticas y de la lógica), hoy en día existen esfuerzos e investigaciones de filosofía científica en prácticamente todas las ramas importantes de la filosofía (semántica, lógica, ontología, metodología, axiología, ética, gnoseología...) y en todas las disciplinas especiales de la filosofía o "filosofías de" (filosofía de la ciencia, del derecho, de la religión, de la historia, de la tecnología, de la política...). Sobre cómo evaluar lo que afirman los filósofos científicos a diferencia de lo que se dice en otros enfoques, nos lo explica nuevamente Gustavo Romero:
"La filosofía científica procede por medio de formulación de hipótesis, al igual que la ciencia formula teorías y estas teorías pueden ser evaluadas, como pueden ser evaluadas las teorías de la ciencia. Por supuesto que el método de evaluación es diferente del método científico, en el sentido de que no se contrastan en forma directa con la realidad sino que se contrastan, las teorías de la filosofía científica, con el esquema general del conocimiento aceptado en una época; o sea una teoría filosófica científica puede ser útil si está en concordancia con el conocimiento científico y además si es consistente en forma interna."De este modo, el objetivo de la filosofía científica no es el quedarse en una torre de márfil con unos pocos acólitos que la comprendan y alaben, sino que se procura el diálogo constructivo (pero critico) con las distintas disciplinas científicas de las que se auxilia, y que se busca auxiliar. Desde luego, no es el trabajo de un filósofo el llegar a un laboratorio y decirle a los científicos ahí presentes el cómo deben hacer un experimento. Tampoco es responsabilidad del filósofo elaborar una lista de "descubrimientos filosóficos de la semana". El objetivo real es auxiliar y criticar los postulados y principios dentro de la ciencia, la religión, el derecho, la política, la ética o de la propia filosofía para averiguar qué teorías o postulados (o partes de estos) necesitan de precisión, corrección o refutación.
Teniendo en mente que la filosofía seria se enfoca en problemas, no en autores ni en doctrinas arcaicas, resulta ya un gran paso para comprender que la filosofía es un campo de investigación fértil, con mucho por analizar, pero que se encuentra infectado por enfoques contrarios a los de la investigación honesta y la búsqueda de la verdad. Este problema interno (posiblemente una señal de la inmadurez de la disciplina como campo de investigación) puede ser, en parte, causante de la actitud antifilosófica de ciertos científicos, divulgadores, y de buena parte del público en general. Pero la precisión del quehacer filosófico junto con su constante contrastación con el conocimiento bien establecido en ciencia puede ayudar a iluminar un poco más el camino. Y para seguir despejándolo, será necesaria la denuncia enérgica de la antifilosofía (junto a la anticiencia) como una forma más del anti-intelectualismo tan de moda en nuestro tiempo.
Como ya se mencionó, excusar a un acomplejado antifilosofía sería hipócrita y un mal no tratado dentro de actividades tan valiosas como la divulgación de la ciencia y le pensamiento crítico. Con tanto por hacer, no es sorprendente un caso como el de Mauricio Schwarz, pero excusar sus metidas de pata sería hipócrita de mi parte. Pero eso ya lo veremos en el siguiente post.
*El propósito de esta entrada no es el profundizar por qué todos estos autores son contrarios a la ciencia, y por tanto, por qué hacen un flaco favor a la imagen pública y al enfoque científico de la filosofía. Para el primer grupo (de Rousseau a Heidegger), se puede profundizar más en obras como Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell, o en Crisis y reconstrucción de la filosofía y Evaluando filosofías, ambas de Mario Bunge. Para críticas al posmodernismo y el relativismo cultural en filosofía de la ciencia, véase Imposturas intelectuales, de Alan Sokal y Jean Bricmont, Más allá de imposturas intelectuales, de Alan Sokal, y El posmodernismo ¡vaya timo!, de Gabriel Andrade. Por último, para una crítica al programa fuerte de la sociología de la ciencia, véase el mismo libro de Sokal y Bricmont, así como Crítica a la nueva sociología de la ciencia, de Mario Bunge. Una fuente más imparcial sobre las doctrinas mencionadas es Historia de la filosofía, de Frederick Copleston, o el Diccionario de filosofía, de José Ferrater Mora. SI TE INTERESA ESTE TEMA
* Evaluando filosofías, de Mario Bunge, Gedisa, Argentina, 2015
* Crisis y reconstrucción de la filosofía, de Mario Bunge, Gedisa, Argentina, 2002.
* La serie de artículos de Massimo Pigliucci "Nature of Philosophy", ofrece algunos elementos básicos para entender la diferencia entre ciencia y filosofía, así como su estrecha relación.
* La entrevista al astrofísico Gustavo Esteban Romero en Magazine de Ciencia sobre la filosofía científica.
*El artículo "Por qué la filosofía es tan importante para la educación científica", de Subrena E. Smith, traducido al español por César Tomé López.