Revista Opinión

El consejo de una madre

Publicado el 23 junio 2014 por Jamedina @medinaloera

nuncaenganes
Surge la desconfianza como uno de los más siniestros presagios de México, porque no sólo desconfían los gobernados de sus gobernantes, sino que además crece el recelo en el comercio privado y entre los mismos ciudadanos. Es en estos momentos cuando conviene tener presente el sabio consejo de una madre mexicana a un hijo suyo que llegó a ser héroe nacional.

Durante el ataque estadounidense a la plaza de Veracruz, en marzo de 1847-relata el periodista Ángel Pola-, la bandera mexicana del baluarte de Santa Bárbara cayó repetidas veces por los proyectiles enemigos, y otras tantas fue izada gracias a dos héroes: el capitán de marina Sebastián Holzinger y un niño de 12 años de edad, subteniente de la Guardia Nacional de Orizaba.

Llegó ocasión en que este último, derribada la bandera, la levantase y sostuviera con el brazo tendido, frente a las baterías enemigas, mientras se traía un asta en qué volver a izarla. Cuando todo parecía perdido, el niño se apoderó de la bandera y la guardó en su seno.

Después los prisioneros desfilaron ante el general Winfield Scott, para recuperar su libertad, y cuando el niño pasó se le exigió que entregase la bandera. –“La entregaré solamente con mi vida”, dijo tocándose el pecho.

Ante esta respuesta el general Scott ordenó al niño que siguiera su marcha. Luego trató de sobornarlo ofreciéndole un puñado de onzas de oro, y el niño las rechazó. Finalmente, fue encerrado en la cárcel, pero un soldado enemigo, compadecido de él, lo metió en un costal y fingiendo que recogía basura se echó el bulto en hombros para ir a vaciarlo a un muladar, salvándole la vida.

Este niño era Francisco A. Vélez, quien años más tarde escaló grados militares hasta llegar a general de división, teniendo siempre por orgullo “no haber sido cruel, ni haberse vengado de nadie, ni haberse cogido nada”.

Recordó y practicó durante toda su vida un consejo que le dio su madre: “Pancho, hijo mío, no olvides nunca esto que te digo: no engañes al que en ti confía”.
¿Habrá mejor fórmula para rescatar la confianza?


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