Revista Opinión

El control de las masas:

Publicado el 04 mayo 2013 por Colombatto

Todos hemos sentido cierta depresión cuando vemos civiles vistiendo exactamente igual por imperio de gobiernos autoritarios, pero seguramente esos civiles no noten inconvenientes si solamente se observan entre ellos.

Así nos ocurre también a nosotros cuando los hombres vestimos saco y corbata con pequeñas diferencias en diseño y colores. Es una manera de estar uniformados sin que rechacemos dicha imposición social.

A nivel internacional, por lo menos occidente festeja la Navidad por mera costumbre que en su origen fue política de conquista española y se nos uniformó tanto que hoy recordamos el suceso todos, seamos católicos o no, además armamos un arbolito que nada tiene que ver con nuestra flora y algunos hasta le colocan algodón “para que parezca nieve”. ¿Nieve en verano? Sí, así nos uniformamos aceptando locuras que seguramente provocarán carcajadas o pena desde otras sociedades.

En Corea del Norte todos visten igual, y en EE. UU. todos piensan igual. Sistemas absolutistas que castigan con excesiva represión a los que contradigan esas disposiciones.

No es nuestro caso, claro, claro. A nosotros no nos “manejan”.

¿Nunca nos lleva la marea? Veamos:

Hace 50 años, tutear a un desconocido o de un joven a un adulto era considerada grave falta de respeto. Hoy todos tuteamos o “checheamos” en Argentina.

Hasta hace 30 años era de persona culta contar con biblioteca propia y leída. Hoy es una rareza la existencia de libros -fuera de los propios de la profesión- en los hogares y más raro que los existentes hayan sido leídos.

Quedó en el recuerdo el sentimiento de comprar productos nacionales y ya lleva tiempo la valoración a todo lo que sea importado.

El ser humano siempre manejó dos lenguajes: el social y el íntimo, siendo este último vulgar y hasta grosero, pero hasta hace poco más de una década todos nos cuidábamos que evitar las “malas palabras” frente a desconocidos. Hoy las escuchamos por los medios de difusión y hasta algunos sabiondos (los que creen saber pero no saben) las escriben en notas públicas.

Ejemplos abundan y se haría tedioso armar un listado con ellos. Baste lo dicho para aceptar que cuando se arma una invasión, jocosamente aceptamos las nuevas reglas de juego sin importarnos coherencia, cordura ni cultura. Se nos viene la marea encima y apenas protestamos cuando nos moja los pies. Un rato después estamos muy contentos chapoteando.

Lenguajes, sentimientos, atuendos nos cambian por decisión de unos pocos y las sociedades parecieran ser apenas maniquíes y exhibidores que muestran los cambios de temporada.

Pero hay más si auscultamos (atendemos en profundidad) el actual estado anímico. De pedofilia no se hablaba porque era bochornoso hasta para los delincuentes, pero la prensa difundió tantos casos incluyendo sacerdotes y ofrecimientos por Internet que ya no es tan grave, o así quieren imponernos.

Antes la homosexualidad era altamente vergonzosa y sus integrantes podían contarse con los dedos de una mano en ciudades. Hoy los hay por cuadra y han sido reconocidos por los gobiernos, entonces ya no es tan grave y cuestionarlos es un acto de “discriminación”, o así quieren imponernos.

Los primeros años de la televisión le dieron espacios a las castas sociales y culturales; las entrevistas eran a científicos y rectores pero no a maestros ni alumnos. Hoy los científicos están vedados en la pantalla chica y el gronchaje aparece todos los días tanto en los programas de farándula como en noticieros, negándonos la mínima posibilidad de aprender algo útil, o a eso pretenden arriarnos.

En el barrio los vecinos eran solidarios y el almacenero siempre estaba dispuesto a fiarnos, pero llegaron los supermercados que acabaron con la mayoría de los almacenes so pretexto de precios más baratos y mejor calidad, que ya no es tal, pero de eso nos convencieron.

Entonces eran muchos los trabajadores independientes con sus comercios de barrio y barrios solidarios. Hoy aquellos o sus hijos son empleados en empresas con dueños sin rostros y la solidaridad pasó a ser una palabra abstrusa (de difícil entendimiento), y así quieren borrarla de nuestros recuerdos.

La prensa entonces era informativa, que es como decir que el cielo de día es azul, o sea una obviedad que no merecía debate. Hoy son casi todos comentaristas desde los intereses que respaldan y hasta a la inauguración de una vasta obra pública le restan los datos informativos para suplantarlos por críticas partidistas y/o interesadas en negocios personales. Tras la difusión del comunicado “armado”, la marea social repite la crítica y olvida la obra inaugurada, uniformándonos en el desprecio a las acciones gubernativas.

Tan indefensos estamos que bien podemos observar con ojos críticos la vida de quienes subsisten en sistemas totalitarios, allí donde pensar diferente es la forma más rápida de perder la vida o por lo menos los privilegios sociales (empezando por el trabajo).

Son pocas las personas que en medio de una epidemia puedan gozar de mantenerse sanos, o en medio de una marea puedan mantenerse secos.

¿Quién puede probar que la marea no lo arrastra con el consumo exagerado de electrodomésticos, la ropa y lenguaje ordinario según la moda, los desvíos sexuales, la falta de solidaridad y la prensa amarilla?

La razón de esta nota es que me he cuidado sobre todos los desvíos antes mencionados, pero me faltó templanza para evitar la marea violenta que hoy se expande en la prensa según un refrán de conquista harto viejo: “divide y reinarás”. Es la marea más actual, que expanden con los nuevos recursos comunicacionales: televisión en tiempo real, páginas de Internet y redes sociales.

El objetivo es mantener encerrado al ciudadano, que no se comunique con sus semejantes para intercambiar puntos de vista, y en el propio hogar mostrarle una “realidad” según los intereses de quien maneje el medio de difusión, por lo tanto una realidad que puede no ser real, aunque parezca contradictorio.

¿Es real que el gobierno de Siria está atentando contra su propio pueblo, o la realidad es que se está defendiendo de una invasión extranjera?

¿Es real que en Venezuela hubo fraude electoral, o la realidad es que el derrotado no acepta la derrota democrática y quiere voltear al gobierno?

¿Es real que los porteños están en contra del gobierno nacional, o la realidad es que se los convoca por los medios de difusión vez que peligra el oligopolio del Grupo Clarín?

La marea nos hace comunistas y en determinado momento todos pensamos igual sin posibilidades de opinar por cuenta propia, porque si lo hacemos, pues estamos “fuera de la realidad” ¿De qué realidad? ¿De la que nos dicen desde la prensa?

Esa prensa interesada nos dice que cada día estamos peor (divide y reinarás), pero cuando me encuentro con mis viejos vecinos noto que ellos están progresando como nunca en sus vidas. Cuando en la conversación abordo la cuestión política, allí saltan las broncas a favor como en contra y la charla deja de ser amena (divide y reinarás). Me refugio en mi hogar, frente al televisor o la computadora (Internet) y nuevamente siento que me bombardean con negativismo. En medio de la tensión, se me acerca uno de mis perros moviendo la cola en busca de cariño y ahí vuelvo a la realidad. La mía. No la que me quieren imponer desde el sistema totalitario.

Vez que nos dividen o nos dividimos vamos perdiendo fuerza; esto lo saben muy bien los sindicalistas y también los empresarios opresores, aquellos que ven peligroso que dos empleados conversen en el lugar de trabajo porque pueden estar “confabulando” en su contra.

En la sociedad argentina han operado por años para dividirnos políticamente; ya no entre radicales y peronistas que es una diferencia que ya cumplió medio siglo, sino que están disgregando a la oposición y pretenden disgregar al propio gobierno. No conformes con ello, desde hace pocas semanas encararon un nuevo enfrentamiento, más sofisticada. Empezaron a dividir la prensa independiente con acusaciones del vocero Jorge Lanata contra varios periodistas y conductores del canal América (divide y reinarás). ¿Están operando? Sí, y seguirán operando hasta meterle a la gente en sus cabezas de que los demás son los malos.

Abstraído de la violencia que me pretenden imponer, y en la que he caído tantas veces armando notas acordes con esa “realidad”, hago un paneo a mi entorno y concluyo que estoy mucho mejor que hace una década, cuando el dólar estaba a 3 pesos y los sueldos básicos en menos de 300 pesos (180 pesos cobraban los jubilados), o sea que el dólar se duplicó y los sueldos aumentaron diez veces.

Haciendo memoria comprendo que el teléfono, video cable e Internet están valiendo cada vez menos y prestando cada vez más servicios; que los lujos de antes hoy me resultan moneda corriente y mis actuales lujos eran impensados en mi juventud; que la corrupción política siempre existió hasta en gobiernos militares y que en mi bolsillo nunca tuvo injerencia; que mis perros tienen alimento de sobra y que yo alguna vez debí pedir solidaridad, por decirlo suavemente.

Fue en la última semana santa cuando recordé que en mi niñez sólo conocí el sabor del langostino en un par de fiestas de clase media-pudiente. Pues “por culpa de la Kretina” desde hace varios meses me he hecho cliente semanal de cierto puesto de venta de empanadas donde la docena la venden más barato que en las rotiserías y son empanadas de langostinos y centollas. Totalmente impensado en la economía que otrora tuvieron mis padres. Esto no me lo dice la prensa, pero lo goza mi paladar y el de cientos de vecinos pues los fines de semana se obstruye el tránsito en el barrio Caleta Córdova por la cantidad de compradores que estacionan alrededor de la docena de puestos similares.

No. Mi realidad no es la que me pretenden imponer desde los medios impostores. Yo existo y he construido mi propio mundo. Pequeño pero propio. Y si me matan por defender mi libertad, pues moriré no habiéndome doblegado al comunismo, a la imposición, al totalitarismo. Moriré libre como hoy y como hace 50 años, aunque me traten de fenómeno porque no estoy ni gritando a favor del gobierno ni confabulando en su derrocamiento. Sólo lamento haber caído algunas veces en la política de violencia que expanden como reguero desde la prensa, esa que no informa sino que provoca y fabrica una realidad alterna, una realidad al gusto y conveniencia de sus intereses, los intereses de la realeza, y por ello nos imponen la división y el aislamiento, una marea que nace en “divide y reinarás”.

No. Yo no seré carne de cañón de una empresa a la que -encima- nada le debo (en Argentina es el Grupo Clarín; en Venezuela la Cadena Capriles; en España el diario El País; en Paraguay el diario ABCColor; en Ecuador el diario El Universo, etc.). También me cuidaré de caer en las provocaciones tan primitivas como del tiempo del hombre de Cromañón (amenazar en hordas sin el menor diálogo) y me quedaré con las ganas justamente de debatir en vivo con alguno de esos provocadores sobre el tema que fuere, pero vemos a diario que los programas televisivos hoy están muy bien armados para que esos enfrentamientos intelectuales nunca ocurran.

A los que me quieren comunista les digo que entiendo bien eso de “vamos por todo”. Entiendo que quieren erradicar cualquier tercera posición y que hasta quieren acabar con el resto de la prensa independiente, por eso las provocaciones son graduales: primero contra el gobierno de las mayorías, luego impedir que las oposiciones políticas cobren fuerza y cohesión y finalmente imponer un discurso único en la prensa. Si Pinochet siguiera vivo, sospecharía que él digita esta operación en Argentina.

Luis Colombatto


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