Maria Helene Françoise Izabel von Maltzan nació el 25 de marzo de 1909 en Silesia, en el seno de una familia aristocrática alemana. Maria tuvo una infancia privilegiada en el Palacio de Militsch en una extensa finca de dieciocho mil acres con su extensa lista de siete hermanos de los que ella era la más pequeña. En aquel pequeño paraíso de bosques y lagos en el que la familia del conde de Maltzan convivía con un amplio número de animales y pájaros Maria encontró la pasión de su existencia, las animales. Un área de estudio poco común en una muchacha pero que su padre, con quien estuvo siempre muy unida, intentó apoyar siempre.
La pequeña Maria, una pequeña salvaje en su universo propio, sufrió un duro golpe cuando tenía doce años y falleció su padre. Su madre, una mujer estricta y defensora de los estereotipos sociales de su tiempo, se dispuso a hacer de su hija una joven dama digna de su rango aristocrático. Tras estudiar en escuelas de Militsch, y contraviniendo los deseos de su madre, Maria se dispuso a estudiar veterinaria. Primero en Breslau y Munich, poco después se trasladó a estudiar en el Instituto de Ciencias Naturales de Berlín donde obtuvo el doctorado. Para desesperación de su madre, en 1935 se casó con un artista de cabaret llamado Walter Hillbring con el que mantuvo una breve relación de un año. Cuando en 1933 los nazis alcanzaron el poder, Maria hacía tiempo que era consciente del peligro que Hitler supondría para su país. Había leído la autobiografía del Führer, el Mein Kampf, con un espíritu crítico. Maria, en su calidad de condesa, estuvo en estrecha relación con los nazis de Berlín obteniendo información que sería de utilidad en sus colaboraciones con grupos de la resistencia. Los judíos sabían que el apartamento de Maria von Maltzan, un almacén transformado cerca del ferrocarril, estaba abierto a todo aquel que necesitara esconderse de los nazis. Uno de los judíos a los que protegió se convertiría con el tiempo en su marido. Hans Hirschel, un investigador y escritor judío, vivió mucho tiempo escondido en el apartamento de Maria por el que pasaron muchos judíos antes de ser ayudados a escapar de Alemania. Las operaciones de huida fueron organizadas por María von Maltzan en colaboración con la Iglesia sueca de Berlín. Ella y un joven sueco llamado Eric Wesslen idearon un sistema de huida llamado schwedenmöbel (muebles suecos)2. Maria von Maltzan era Maria Müller por la noche. Hans Hirschel observaba como su amante alemana salía de noche tras recibir misteriosas llamadas telefónicas que la llevaban a peligrosas incursiones nocturnas en las que trasladaba junto a Wesslen a los judíos hasta la frontera. Maria no sólo se jugaba la vida por la noche, también durante el día cuando tenía que esconder a todo aquel que lo necesitaba y soportar las redadas nazis. A todo ello se unió la dramática pérdida del bebé que iba a tener con Hans. Cuando el pequeño nació, requirió de la ayuda de una incubadora para salir adelante. Pero los bombardeos que cayeron sobre la ciudad dejaron sin electricidad el hospital en el que estaba el bebé de María y su incubadora se apagó. El corazón del pequeño también. Maria von Maltzan y Hans Hirschel sobrevivieron a la guerra y a todas las terribles vicisitudes que tuvieron que soportar. La pareja se casó en dos ocasiones, después de un tiempo separados mientras Maria empezó a sufrir secuelas psicológicas después de todo lo vivido en el pasado. Cuando la condesa Maria von Maltzan se quedó viuda en 1975, tenía sesenta y seis años y decidió redirigir su vida. Abrió entonces un centro veterinario en Berlín que se hizo famoso por asistir de manera gratuita a todos los animales que lo necesitaban. En 1986 escribió sus memorias para que nadie olvidara el horror que vivió junto con millones de personas en toda Europa. Un año después era galardonada con el título de Justa entre las Naciones. Maria von Maltzan falleció el 12 de noviembre en Berlín. Si quieres leer sobre ella Heroínas de la II Guerra Mundial, Kathryn J. Atwood_____ Notas 1. Heroínas de la II Guerra Mundial, Kathryn J. Atwood, pág. 41 2. Ídem, Pág. 42