La película de Namir Abdel Messeeh inauguró ayer la primera Semana de Cine Egipcio en Buenos Aires.
Tres años le llevó a Namir Abdel Messeeh producir, escribir, reescribir (con Nathalie Najem y Anne Paschetta), filmar, editar La virgen, los coptos y yo, película que se estrenó en las salas francesas en 2012, y que ayer inauguró la Semana de Cine Egipcio en el marco del sexto Festival Internacional de Cine Latino Árabe en Buenos Aires. Las marchas y contramarchas que amenazaron con cancelar el proyecto son parte constitutiva de este largometraje concebido con mentalidad cartesiana pero montado con pragmatismo, sentido del humor y sensibilidad pascaliana.
Por una concatenación de hechos aparentemente fortuitos, el realizador de 42 años nacido en Egipto y criado en Francia decide viajar a su país de origen con la intención de entrevistar a creyentes que hayan asistido a alguna aparición de la Virgen María, en especial a aquélla registrada en 1968, en la Iglesia de Zeitún. La búsqueda (infructuosa) de testimonios le depara un destino mucho más interesante: el rencuentro con el legado del cristianismo copto, con primos, tíos y una abuela centenaria, con recuerdos de infancia, incluso con el oficio cinematográfico.
Ensayo, documental, comedia, ejercicio autorreferencial… Messeeh fusiona categorías académicas en esta atípica aproximación a la fe. Una fe que lima asperezas entre egipcios cristianos y musulmanes, y que evoca tiempos pasados por donde se cuela fugazmente la figura de Gamal Abdel Nasser.
Una fe en principio más fuerte que el descontento que prendió la mecha de la Revolución Blanca de 2011, en el marco de la llamada ‘Primavera árabe‘ (en este punto cabe señalar que la película fue rodada justo un año antes). Una fe presente -y expresada de manera similar- en otros rincones del planeta.
En su primer largometraje, Messeeh también le rinde tributo a su madre, implacable productora/financista del film. A partir del retrato de esta versión árabe de la idishe mame, el realizador vuelve a bajar barreras religiosas y culturales.
De los pensamientos apologéticos de Blaise Pascal, “El corazón tiene razones que la razón no entiende” es el más difundido, y el más bastardeado. Acaso sin proponérselo, Messeeh lo libera del lugar común y lo restituye a su contexto original, donde convivía con reflexiones menos famosas como “Es el corazón que siente a Dios, y no la razón”.
Sin dudas, el realizador franco-egipcio hizo su opera prima con el corazón antes que con la razón. El resultado de esta otra apuesta es una película original, entretenida, entrañable. Es una pena que se le haya acordado una única función.
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PD. La virgen, los coptos y yo se proyectó anoche en la Alianza Francesa de la avenida Córdoba. En el pequeño acto previo a la función, hablaron el embajador de la República Árabe de Egipto Reda Habib Zaki, el Primer Consejero de la Embajada de Francia Arnaud Roux, el director general de la Alianza Francesa de Buenos Aires Bruno Simonin, el gerente de Relaciones Institucionales del INCAA Rómulo Pullol, y los directores general y artístico del LatinArab.