(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Estrenada en España en octubre de 2015, “El coro” (2014) es una de esas producciones norteamericanas concebidas expresamente para ver en familia: sencillas, positivas, sin estridencias, con un lenguaje educado… Exceptuando el cine de animación, no abunda este tipo de películas “blancas” tantas veces reclamadas por padres y educadores. La comercialización en DVD y Bluray a mediados de marzo es una buena oportunidad para recuperar un título que, por su limitada publicidad y la ausencia de escenas espectaculares, disfrutó de pocas semanas en cartelera.
Aunque el argumento de “El coro” puede sonar a una temática ya conocida –relación padre/hijo, alumno/profesor, alumno/ compañeros…–, el film cuenta con varias bazas que lo elevan encima de otros de similares planteamientos. Por un lado, la dirección de François Girard, que a pesar de resultar convencional tiene la virtud de narrar muy bien la historia y envolverla en una elegante puesta en escena; por otro, unos actores experimentados, a los que da gusto ver interpretar: Dustin Hoffman, Kathy Bates, Eddie Izzard, Josh Lucas, Debra Winger…; y en tercer lugar, la música: excelente música como terapia y como catalizadora de la evolución de los personajes.
El guión está construido en torno a los dos protagonistas: el maestro Carvelle (Dustin Hoffmann), máximo responsable musical de la prestigiosa American Boychoir School, una elitista escuela de Nueva Jersey; y Stet (Garret Wareing), un niño de 11 años con una gran voz, hijo de madre soltera adicta a la bebida. Un trágico acontecimiento propiciará la aparición del padre y la incorporación de Stet a la mencionada escuela como alumno interno. Pero su procedencia social y el carácter rebelde de Stet no encajan bien en un ambiente donde la música lo es todo y la vanidad –las luchas de egos– son moneda corriente. Estas premisas auguran conflictos, pero también transformaciones positivas en los personajes.
La banda sonora no defrauda y el espectador puede recrearse escuchando composiciones clásicas como el Spem in Alium de Thomas Thallis, o contemporáneas como el Adiemus de Karl Jenkins. Y así, entre pieza y pieza, discurre esta amable y valiosa cinta, que es –a la vez– una historia de aprendizaje y superación personal, de redención y perdón, de aceptación pacífica de las propias limitaciones, de confianza en uno mismo y en los demás.