Revista Insólito

El coronel ya tiene quien le quiere

Publicado el 11 diciembre 2020 por Doctor Krapp @Dr_Krapp
El coronel ya tiene quien le quiereEstá lista. A punto de entrar en combate, Lourdes Caro mira la cajetilla de cigarrillos mentolados que le ha regalado su pariente del estanco. Será de los últimos que se fume. La Unión Europea los ha prohibido. La Unión Europea siempre cuida la salud de sus ciudadanos. 

Se sonríe, le echa una última calada al pitillo y lo lanza con destreza a la papelera. Al segundo, las puertas abatibles del vestuario masculino se rinden al impacto súbito de su poderoso trasero. Pertrechada con sus armas más mortíferas -fregona, cubo, lejía, detergente y paños de todos los tamaños- entra en el recinto más odioso del Club Social, Recreativo, Deportivo y Militar El Talón en Posición. Una vez más da unos traspiés ante aquel repulsivo tufo, mezcla de sudor enfriado, perfume de marca, colonia barata, desodorante y agua estancada. Han pasado siete horas del cierre de las instalaciones, pero la masa viscosa sigue ahí, delante de sus ojos, dispuesta a arrastrarla a un infierno morboso y putrefacto donde será devorada por un enjambre enloquecido de testosteronas marciales. Agarra el palo de la fregona y se pone de puntillas para abrir los dos mínimos ventanucos del techo. La niebla condensada no se desvanece y Lourdes, atacada por los nervios, empieza a lanzar manotazos a diestro y siniestro.

  • ¿Y eso?

Cree haber percibido un movimiento detrás. Se da la vuelta y se queda petrificada. Hay un tío en bolas al otro lado del espejo que cubre la línea de lavabos. No hay duda, un tipo pálido y tiritante permanece en ese lugar agitando tristemente la mano izquierda en esmirriado saludo, mientras que con la derecha esconde y sujeta sus partes pudendas. 

  • ¿Qué coño hace usted ahí a estas horas? No me gustan los exhibicionistas. Además ¿por qué solo aparece en ese lado del espejo? 
  • Per..perdone la incoherencia de la situación, soy el coronel Modorra. Solo estaba echándome crema y mirándome cuando... 
  • Ya, es uno de esos tipejos enamorados de su cuerpo serrano. Da asco, pelado como un bebé pasando de los cincuenta. Además está hinchado como un pavo sacado del horno. A saber que potingues y pastillas se mete encima. 
  • Un respeto, señora, exijo el tratamiento que corresponde a mi rango.
  • ¿Un tratamiento de belleza quizás?
  •  No, señora, soy coronel y por tanto se me debe tratar como señoría.
  • Pues bien, señoría, parece mentira que siendo tan coronel sea un pichafría, aunque quizás no sea el mejor momento para comentarlo después de pasar tantas horas en cueros.
  • Un respeto, señora.
  •  Un respeto, leches. Yo soy la limpiadora y ya va siendo hora de que ustedes respeten a los civiles. Claro, como viven en su burbujita cuartelera alejada de la gente normal, se les ocurren ideas peregrinas. Y la suya al menos es una bobada y no parece sangrienta.
  • Bueno no hago mal a nadie, pero el espejo... 
  •  El espejo se lo tragó. No es un espejo disciplinado, merece unos meses de arresto. Quizás en una prisión militar.
  • ¿Cómo ha sabido que me tragó? Hizo gluppp como un desagüe y me absorbió para dentro. Estaban a punto de cerrar y solo quedaba yo. Nadie se enteró hasta ahora. 
  • No se habrá aburrido. Ha tenido tiempo de sobra para seguir contemplándose y el espejo se habrá sentido inmensamente feliz de tener un coronel preso de su amor. 
  • ¿Qué dice? 
  • No sea tonto, hasta un niño puede imaginar que el espejo al ver que se asomaba tanto, ha pensado que se sentía atraído por él y como suele pasar, se ha enamorado a su vez. Al ser un amor correspondido, ha decidido traerlo a su lado. 
  •  Eso es un disparate, una calumnia, no había oído nunca una barbaridad semejante. Soy un hombre casado, católico y alejado de extrañas aberraciones. Haga algo y sáqueme de aquí, es una orden. 
  • ¿Una orden? ¿Usted  se cree qué puede disponer de mí solo porque lleva unos galones en la bocamanga? No voy a hacer nada, no estoy bajo su mando. Bastante tiene una con levantarse a las cinco de la mañana para limpiar sus mierdas. Además tengo la costumbre de no meterme en ajenos amoríos. Ya tengo bastantes con los míos. Abur. 
El coronel ya tiene quien le quiere

 


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