Los ministros de economía de la UE, el Ecofin, encendieron ayer la mecha que ha de arrasar la tierra griega. Lo perpetraron en teleconferencia extraordinaria, telerrealidad político-financiera. El cortafuegos permitirá a los Gobiernos europeos y a su sistema financiero mantener las formas frente a los inversores internacionales y, de paso, hacer algo de caja con la quiebra técnica de Grecia. Al país le esperan años, cuando no décadas, de austeridad, jugosas privatizaciones y recortes fiscales y sociales… también morales (la xenofobia, el echarle la culpa al inmigrante en lugar de a años de irregularidades en los que todos han sido cómplices, crece tan rápido como el diferencial con Alemania). Tiempos éstos de pobreza para cumplir los designios del voraz dios de la especulación. La historia se ha vengado de los griegos, siglos más tarde, y ahora son los troyanos quienes, como hormigas carnívoras, saquean Grecia. Nada se oye sobre incentivar la iniciativa privada, una vez que se haya desmantelado lo público, ni de establecer controles para que ésta no siga como hasta ahora, como la nuestra: evadiendo impuestos a la mínima y despidiendo trabajadores en función únicamente de criterios económicos. Los que quedan dentro forman una plantilla deprimida, moral y económicamente, sin otra motivación que no sea la de que llegue el viernes o las vacaciones.
