Foto de Internet. La presunción de inocencia...
Hubo un tiempo en que la Policía Nacional española era, en palabras de los mejores expertos en seguridad, una de las mejores policías del mundo. Era la época en la que la Eta daba, día sí y día también, zarpazos a diestro y siniestro. Hubo un tiempo en que la Guardía Civil eran los brutotes, los del campo, los que tenían la labor de pasarlas putas entre aguaceros y barrizales o en campos arrasados por el sol mientras el traje pardo o negro, los coches con pintura azul y las comisarías eran lugares ansiados por todos los aspirantes a ser un servidor desde un puesto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Por aquella época el abismo entre la profesionalidad, efectividad y buen hacer de la policía y la poca especialización de la Guardía Civil, dedicada casi por entero a salvaguardar la seguridad de zonas rurales y regular el tráfico era enorme. En aquella época la lucha antiterrorista hacía que nuestra policía fuera una de las mejores del mundo... Hasta que empezó a llegar la misma roña al Ministerio del Interior.
Bretón.
José Bretón debe de ser uno de esos hombres frustrados, nacidos a destiempo en un contexto que no es el suyo. En sí, Bretón, con su gesto autoritario, su poco afán en reconocer y respetar la autoridad, su autosuficiencia, fríaldad y sobre todo su profunda confianza en sí mismo, sin añadir su presunto sadismo, habría estado muchísimo mejor haciéndo un mano a mano con Josef Mengele en aquellos amplios barracones de Auschwitz, más atestados aún de coballas humanas a los que exterminar de la manera más atroz y sádica por el mismo derecho que, en los tiempos actuales, le permite reirse de la policía, el juez y de todo un país a las primeras de cambio. Es algo muy triste, pero es así, nuestra policía, esa que pasó de ser gris a parda y de parda a negra para terminar con el patético modelito de la señorita pepis de hoy en día, ha ido perdiendo en efectividad mientras ganaba en exigencias. Más sueldo, mejores condiciones, menos prestaciones y sobretodo más cagadas viendo lo visto en dos casos plenamente medíaticos cómo el del Sr Bretón y Marta del Castillo.
Ya, cuando vimos que un elemento que se precia de pertenecer al Cuerpo tenía los redaños de, en plena crisis, dedicarse a pinchar las ruedas de los furgones de la Unidad de Intervención Policial, podríamos decir que se apuntaban maneras. El Señor Bretón habrá visto que un cuerpo tan desmotivado, tan de señoritingos, tan distinto a la pobre Guardía Civil que, primero cumple con su deber y después se queja, someramente y sin dejar de cumplir, puede ser pasto de su mente desquiciada. Con una capacidad de hacer algo con una premeditación y alevosía capaces de dejarlos a ellos y al Señor Ministro del Interior, en el más impresionante de los ridículos. Su tranquilidad pasmosa no deja de ser sospechosa y yo, sin defender o acusar creo que, primero, no es probable que los niños estén en esa hoguera y segundo, de estarlo, la policía, el perito, el criminólogo y el júez deberían estar presentando dimisiones a marchas forzadas. Cosa que en éste país no se estila pues todos éstos son, ante todo, funcionatas, fijos, con un sueldo que no perderán y dejando mucho que desear, a los hechos me remito, cómo profesionales.
Crematorio.
Imaginense la situación por la cual un padre mata a sus hijos para vengarse de su mujer. Una situación kafkiana poco probable y sobre todo dudosa si, tras apretar y apretar el padre está más tranquilo que un flan de cemento. ¿Es que no tiene sangre?¿No tiene remordimientos? Simplemente está viendo que la policía mata moscas con cañones de ciento cinco. Mientras unos pocos restos semicarbonizados encontrados en una hoguera a modo de horno crematorio son descartados nada más empezar la investigación, el tiempo corre. Y ya se sabe que, en cualquier tema de ésta índole, el tiempo es crucial. Luego, cómo ya vimos con el tema de Marta del Castillo, excavadoras, impresionantes y carísimos despliegues de medios que no podemos permitirnos mientras nuestros criminólogos acusan la falta de motivación cagándola una y otra vez. Bretón juega a eso, al tiempo, a dejar correr el mismo mientras los investigadores, presionados por unos medios cada vez más amarillos, más biliosos, más adoctrinadores, ponen en contra de la Policía a una población tan adocenada e idiotizada cómo la de éste país.
No voy a defender al remake del "Ángel de la Muerte", al Josef Mengele cordobés, que en lugar de bata de experimentación andaría con la vista perdida mientras preparaba su operativo de ridiculización masiva de todo un país. Viendo las explicaciones del Ministro del Interior, nuestro Desatinos pepero, uno no puede dejar de preguntarse porque no se limpió el culo con la papeleta en lugar de depositarla en una urna para dar oxígeno a una formación que no sólo ha demostrado que puede ser más nefasta que aquella a la que sucedió, sino que además lo hace con la prepotencia de ostentar una mayoría absoluta con la que escudarse de sus inmensos y contínuos fracasos. Mientras todo seguirá adelante, sin dimisiones ni depuraciones, muy a lo español. Bretón seguirá ganando tiempo, los huesos encontrados seguiran dando vueltas hasta que en lugar de tener seis cómo veintidós años tengan media docena más y España seguirá cayendo por el precipicio de la credibilidad, nula y sin vuelta atras.
Creando Escuela.
Carcaño, en su día, abrió una senda de demostración de la inoperancia de una policía que, a costa de un enemigo terrorista intangible y de una guardía civil mucho más preparada para asumir los retos de un Cuerpo comprometido con la sociedad, preparado, profesional y por supuesto sin tanta mamadurria ni sindicalistos que ponen por delante el sueldo al bienestar de la población. El que se mete en algo así lo hace por devoción al puesto, conociendo las privaciones y lo que tendrá que rendir para no quedar en ridículo por alguién cómo Bretón, del cual recuerdo sigue siendo presunto asesino mientras no se demuestre lo contrario. Lo digo en la convicción de que el juez, a falta de saber que es la Justicia, pueda encauzar una investigación y aplicar un obsoleto Código Penal para salvar un poco los muebles que, visto lo visto están más que churrascados tras el continuo ir y venir de ridículos consumados. No sabemos a ciencia cierta que fué lo que quemó Bretón en ese horno improvisado, lo que si sabemos es lo que los medios y su propio desarrollo han quemado en la policía y la judicatura: toda su dignidad y profesionalidad.
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