- El baile. Irène Némirovsky. La siempre turbadora atracción por los infantes perversos. Breve y brillante
- El sótano, Thomas Bernard. Profunda e impactante.
- De repente, llaman a la puerta, Etgar Keret. Una mirada brutal a veces a la realidad en general y a Israel el particular.
- Las marismas, Arnaldur Indridasson. Asesinatos en el país con menor tasa de homicidios del mundo. Con Nesbo y Mankel, lo mejor que viene del frío.
- O Alienista, Machado de Asís. Tan real como la vida misma. Un cuento por el que no pasan los años.
- El desierto de los tártaros, Dino Buzzati. Battiato me enseñó el camino con su Fortezza Bastiani, pero tardé años en encontrar el significado.
- Ensaio sobre a cegueira, José Saramago. Lo mejor del maestro, que es mucho decir. Una de las mejores noveles que habré leído nunca, ¡y en portugués1
- Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, Michael Chabon. Merecido Pulitzer, y un camino largo con premio al final.
- El largo adiós, Raymond Chandler. No caduca. ¡Qué bueno era el jodido!
- Meridiano de sangre, Cormac McCarty. Dura como el desierto, tanto que a veces duele.
- Antigua luz, de John Banville. Junto a Saramago, lo mejor del año. Sensaciones que no recordaba desde Robertson Davies.
- Nos vemos allá arriba, Pierre Lemaître. Una historia efectista y contada impecablemente. Premio Goncourt, eso es nada.
- El muñeco de nieve, Jo Nesbo. Lo mejor del noir actual. Hole ha vuelto y está casi a la altura de "Petirrojo"
Revista Libros
Gracias al Kindle, por mucho que le pese a la otra, he conseguido recuperar este año tasas de lectura aceptables, así que aprovecho para recuperar las reseñas de lo mejor que he leído este año, por si fuesen de utilidad a alguien de los que pululan por ahí.