Moonee vive en el Castillo Mágico. Inquieta y traviesa, a sus precoces seis años alterna aventuras y travesuras con sus amigos y echa una mano a su madre cuando lo necesita. Bobby, cascarrabias pero con un corazón de oro, ejercerá como improvisado ángel de la guarda de ambas.
El fondo violeta; la tipografía blanca que imita una caligrafía pulcra, cuidadosa y elegante; incluso el tema musical, Celebration de Kool and the gang, que acompaña a los créditos iniciales; todo parece indicar que se nos va a narrar un cuento de hadas. De algún modo así es, pero no se trata de uno al uso. Este es el cuento de hadas de los desheredados.
El Magic Castle es real, aunque se trata de un modesto motel pintado y decorado como un palacio. En la Avenida de los Siete Enanitos, Halley, madre soltera de la protagonista, se busca la vida para poder costearse el alquiler. Bobby, el gerente, ejerce de gruñón, como el mítico acompañante de Blancanieves, aunque no duda en jugarse su empleo por echar una mano a esta mujer y a su hija que se encuentran en la más absoluta precariedad.
La temática de fondo y el hecho de que se trate de un filme rodado fuera de la industria nos traen a la memoria la encomiable Techo y comida. Este paralelismo nos viene a decir que, al igual que en España, en Estados Unidos también hay mucha gente que se encuentra en riesgo de exclusión social. La diferencia, que el feísmo estético que la película andaluza utilizaba para transmitir el argumento aquí se transforma en belleza que no deja de subrayar, por contraste, la misma poderosa idea.
En lo formal, los cuidados encuadres, la elección consciente de una fotografía preciosista, muy luminosa y colorida, y ese arranque del que hablábamos antes, con una canción repleta de positivismo, suponen una acertada elección para hacer llegar el mensaje del guión al espectador. Utiliza el choque de ideas, que Eisenstein teorizó para el montaje en los años 20, para que sea la audiencia la que elabore sus propias conclusiones.
Sean Baker trata de captar la atención del público a través del desparpajo de la actriz infantil Brooklynn Prince y de la experiencia de Willem Dafoe, ya que el ritmo y la forma de contar de un largometraje independiente posee una cadencia tan particular que requiere de mayores dosis de paciencia que uno comercial. La magia brota en el momento en que de algo en apariencia deslavazado va surgiendo, muy poco a poco, una historia que tarda en conectar con la platea, pero que, en cuanto lo hace, atrapa. Merece la pena llegar a ese momento metido en el argumento para que se nos encoja el alma en un final en el que aparece por primera vez la partitura instrumental para recordarnos que nos encontramos ante una fábula del mundo real, ése que existe justo al lado del reino de fantasía que antes de construirse y llamarse Disney World era conocido como The Florida Project.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Cre film, Freestyle Picture Company, June Pictures, Sweet Tomato Films. Cortesía de Diamond Films. Reservados todos los derechos.
The Florida Project
Dirección: Sean Baker
Guión: Sean Baker y Chris Bergoch
Intérpretes: Brooklynn Prince, Bria Vinaite, Willem Dafoe
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Alexis Zabe
Montaje: Sean Baker
Duración: 111 min.
Estados Unidos, 2017
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