Revista Coaching

El cuento de la princesa silenciosa

Por Mbbp

EL CUENTO DE LA PRINCESA SILENCIOSA

No hace demasiado tiempo que el gato había conocido a una linda princesa. Desde su tejado preferido, contemplaba absorto mientras ella hablaba de sueños de colores, esos colores que el gato ya había olvidado cómo poder verlos. Eran sueños de una princesa que llenaba su vida y todo lo que tocaba en ella de un brillante color amarillo…

El gato y la princesa habían compartido muchas noches de luna y ambos se sentían felices de soñar juntos. Uno le contaba sus sueños al otro y luego cambiaban sus papeles. Los sueños de él eran sueños de un gato aprendiz que apenas había aprendido a soñar, aunque sus sueños hasta entonces fueran en blanco y negro…

Los de la princesa, en cambio, siempre eran en color! Pero, día a día, el gato oyéndola a ella y viendo su ilusión al explicar sus maravillosos sueños, empezó a soñar también en color! Así, noche a noche, el viejo tejado se fue llenando de preciosas flores de color amarillo que la princesa dejaba allí para alegrar la vista de su buen amigo gato…

Pero una noche el gato subió al tejado como cada noche hacía, para compartir sus ya coloreados sueños con su princesa. Al subir se dio cuenta de que, aún estando el tejado lleno de flores amarillas, la princesa no estaba. Y esperó y esperó. Pero no apareció…

El gato se puso triste, pues a partir de esa velada su amiga la princesa que le había enseñado a soñar en colores nunca más apareció…

El silencio y la ausencia se impuso entre ambos. El gato se sintió sólo, pero agradecido de que una princesa de la que apenas conocía nada había llegado un buen día a su vida y la iluminó con bellos colores y sueños dulces…

Y el gato triste y sólo siguió subiendo cada noche a su tejado…

Pasaron los meses y el gato perdió la esperanza de volverse a encontrarse con su amiga la princesa. Pero una cosa cierta sabía: que ella fue quien le enseñó a soñar en colores, como él siempre había querido soñar! Y pasaron los días, las semanas, los meses…

Y un buen día en el mismo tejado apareció una bella dama de cabellos dorados que venía de lejos. Era un hada! Y le habló de sueños también de color! Y entre sueño y sueño que le explicaba, le habló de una princesa que era su alma gemela, con la que también había compartido sus sueños de color cuando eran niñas. Y el gato descubrió -por como hablaba con cariño de ella- que se trataba de la misma princesa con quien él había aprendido a soñar en color…

Y la bella hada mágica, subió noche tras noche al tejado y compartieron sus sueños de colores. Pero día a día apareció entre ellos el amor, que no era más que esos sueños de color que ambos tenían pero convertidos en realidad! La vida del gato fue cambiando, día a día, todo se iluminó. Por aquel entonces ya no solo veía sus sueños en color sino que toda su vida se había llenado de vivos colores… el tejado, la vieja manta sobre la que dormitaba, los árboles, las flores que había en el jardín… todo lo que se cruzaba en su vida!

Y se dio cuenta de que, aunque era importante soñar y compartir los sueños de colores, aún lo era más convertirlos en realidad… como hacía con el hada mágica que tuvo el privilegio de encontrar…

Pero un buen día, el gato subió de nuevo al tejado para compartir sus sueños de colores ya apunto de hacerse realidad y el hada no llegó! El gato de nuevo se puso triste y esta vez lloró! Se sentía sólo y se dió cuenta de que ya no eran solo sueños de colores lo que había perdido, sino que había desaparecido de su vista su verdadero amor!

Y el gato siguió subiendo noche tras noche al tejado. Pasaron los días, las semanas, los meses y ni su princesa con quien compartía sus sueños de colores ni su hada mágica con quien ya compartía su amor volvieron a aparecer…

Y el gato entonces aprendió una importante lección: los sueños se tienen, se compartan o no… y en ellos uno imagina que está quien ya está en su corazón; pero el amor, en cambio, es algo que, si es de verdad, nace en el corazón y se siente en la realidad y no solo en la imaginación, para siempre! Y el gato sonrió, pues por primera vez en su historia había logrado hacer un milagro: cambiar la dolorosa ausencia por la mágica presencia… y así aprendió a compartir sus mejores sueños de colores y su brillante vida entera con su hada mágica a quien por siempre amó y siguió compartiendo sueños de colores con su princesa, que siguió dejando miles de flores amarillas en el tejado para los dos!

Y es que el gato por fin había aprendido a confiar en la vida… y que ésta un día no muy lejano le permitiría reencontrarse con su amada hada mágica, así como con su princesa silenciosa -a la que llevaba ya para siempre en su corazón- y celebrar así la vida bajo la luna llena y ya siempre en primavera, con risas y alegría, con la dos!

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