El olivo produce el mejor aceite comestible del mundo, además de dar un fruto delicioso y nutritivo, la aceituna. Es uno de los árboles conocidos más valiosos.
Cuántas veces hemos oído que se podría vivir de buen pan, aceitunas y vino. El olivo y el algarrobo figuran entre los árboles más interesantes que puedan cultivarse, porque obtienen su sustento de las profundidades del subsuelo y se prestan al cultivo simultáneo con gramíneas y herbáceas pequeñas.
El olivo no es un árbol para clima frío; sufre daños graves a -8º C y muy graves a - 12ºC. Pero no deben preocupar las heladas tardías con temperaturas superiores a éstas, ya que las flores del olivo no brotan hasta finales de la primavera o principios del verano, cuando ya no se producen heladas.
Los olivos no crecen en alturas superiores a los 800 metros, a no ser que se encuentren cerca del mar; pero en este caso sufren fumagina, enfermedad causada por un moho tiznado. Aunque pueden adaptarse a estas condiciones, no soportan otras, como tener las raíces empapadas en agua estancada; por eso hay que cultivarlos en declive.
El olivo se adapta a cualquier suelo. En suelo arenoso, en clima semi-desértico, sobreviven nada más con 20 cm de lluvia anual; en suelos arcillosos, más al norte, necesitan 50 cm o más. El mejor suelo para los olivos es el arenoso entreverado con capas de arcilla. Necesitan lluvias en verano; si no las hay, debemos regarlos con regularidad.
Se puede recolectar la oliva, el fruto del olivo, desde finales de noviembre hasta terminar el invierno. Si las aceitunas se destinan al consumo, deben recogerse cuidadosamente con la mano; si se quieren para aceite, (como plantas oleaginosa), hay que varearlas y hacerlas caer en un esportón.