La censura llegó tan tarde que sorprendió al pavo real matriculado: ISBN 9788498927443. Llegó tan tarde que el libro ya tenía precio en la gran biblioteca digital: 27,90 euros. Llegó tan tarde que los libreros ya sabían su fecha de llegada: 7 de octubre. Llegó tan tarde que la revista ‘Leer’ publicó en su edición impresa una entrevista a su autor ácida, mordaz y divertida, que termina demasiado pronto y que, sin necesidad de la censura, despierta el deseo de leer este libro nonato al que Gregorio Morán bautizó con un título triple: ‘El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados. Cultura y política en España 1962-1996’.
“Es un ajuste de cuentas, quizá el más duro y más brutal de los que he escrito – contesta Morán a la primera pregunta de Fernando Palmero – pero también es una continuación del libro de Ortega (‘El maestro en el erial’) (…) Por eso es posible que este libro no exista, que no salga en los papeles como se intentó con el de Ortega”. Morán se teme ya lo peor cuando conversa con Palmero. Esta vez no habrá artículo de Vargas Llosa que salve su libro. Dice Morán que ha dedicado 10 años a escribir este ensayo que comienza en 1962 – el año del Contubernio de Munich, de la gran huelga de los mineros asturianos, de la publicación de ‘Tiempo de silencio’… de la boda de los futuros reyes – y termina en 1996, el año en el que Aznar salió al balcón.
En ese viaje, la trayectoria de Jesús Aguirre – el cura del título, el hombre con pipa que posa sobre estas líneas – sirve a Morán como hilo conductor para contar quién hizo qué, y por qué, en el mundo cultural durante estas tres décadas y media. Y, sin leerlo, intuyes un retrato feroz de los mandarines: Pradera, Gil de Biedma, Castellet… aunque Morán sea más duro con la generación posterior, la suya, la que solo consiguió que la elite de la dictadura aceptase que algo tenía que cambiar para que nada cambiase. “Llegó un momento en el que ni nosotros podíamos ganar ni ellos podían seguir como hasta entonces”, cuenta Morán a Carlos Prieto. Así que ganaron ellos y siguieron de otra forma, claro. Es lo que contó Morán en ‘El precio de la transición’, un libro resucitado por la censura como beneficio colateral.
La reprobación de ‘El cura y los mandarines’ llegó tan tarde, que la revista ‘Sin permiso’ ha publicado el índice del libro. En la página 524 empezaba el capítulo ‘El País como parodia del intelectual comprometido’; en la 399, la treintena de páginas dedicadas al maltrato que los mandarines dieron al siempre exiliado Max Aub; en la 299, el capítulo dedicado a Cela, a quien Morán califica como el escritor trepa con más talento desde Quevedo. “Como Cela era un figurón de la cultura española, le vendió la moto al dictador (el venezolano Marcos Pérez Jiménez) – dice Morán a Palmero – y escribió un libro que era una mierda (‘La Catira’) (…) quiso repetir la jugada, escribir un libro sobre Marbella que se llamase ‘Marbella Paraíso’, o algo así, una cosa golfa, por 100 millones. Hasta a Gil y Gil, que no tenían ningún rubor, le pareció excesivo. Si le llega a salir hubiese sido como ‘La Catira’. Cela no tenía ningún problema de principios”.
La amoralidad de nuestro penúltimo Nobel es un secreto a voces. La censura no parece haber llegado por este flanco, sino por el penúltimo capítulo, página 748: ‘¡Todos académicos!’ “Estoy seguro que alguien le pasó las 11 páginas a Víctor García de la Concha – cuenta Morán en la entrevista post mortem de su obra – . En el momento en que tienes esas páginas, ya puedes amenazar a la editorial con meterles un puro si publican eso”. “¿Qué le puede haber molestado a Víctor García de la Concha (actual director del Instituto Cervantes, director de la Real Academia entre 1998 y 2010)?, pregunta Carlos Prieto. “Todo. Le puede haber molestado todo. Su misma trayectoria (…) los pasados se pueden cambiar, borrar unas cosas y añadir otras. Es uno de los rasgos notables de la reciente historia cultural española”. Crítica (Planeta) niega la censura y dice que hay 200 pasajes del libro que pueden costarles una querella.
Cuenta Morán en su última sabatina intempestiva que su libro censurado se ha convertido en objeto de deseo entre jóvenes editores. Morán, que dispara contra casi todo, también tiene balas para ellos. “La censura del business, del negocio, es tan implacable como la política. Por eso no deja de hacer mucha gracia, es un decir, que los nuevos editores o las editoriales bisoñas, pero con lógica ambición de poder, te planteen el enorme interés que tienen en publicarte. ¡Pero no sin antes leer el manuscrito! No quieren entender que si entregas un manuscrito sin contrato estás vendido. Lo aseguro yo, un veterano con muchos años de oficio. Yo no compro a ciegas, dicen ellos; pero los autores no tenemos por qué entregar el producto de nuestro trabajo para que ellos evalúen lo que les interesa. Son como jugadores con ventaja que te hacen el favor de leerte, como quien te mira la dentadura y calibra lo que puedes empujar en la piedra de su modesto molino. ¡Pero de dónde ha salido esta generación de logreros!” En apenas un mes, lo confieso, he pasado de autor veterano a ganado de excepción que debe exhibirse en la feria. ¡A ver qué sabe hacer!”
Akal anunció ayer que publicará ‘El cura y los mandarines‘, “íntegro y sin ningún tipo de censura”. Una excelente noticia. Si el libro es un éxito de ventas, espero que Morán emprenda una segunda parte. Porque su obra termina en 1996, cuando Aznar llegó al poder aupado por el deseo de millones de votantes que creían que acabaría con la corrupción. Ya sabemos qué vino después. Hoy, podrido todo, la clase política, los líderes empresariales, los dos grandes sindicatos… convertida la información económica en una retahíla de escándalos financieros, cómo conceder a la Cultura española la presunción de inocencia, cómo pensar que los que ahora se rasgan las vestiduras en sus columnas no devoraron las migajas del festín de la crisiestafa. Más allá del caso SGAE, no sabemos casi nada de la corrupción cultural en los tiempos de la burbuja. Lejos de descubrir lo que pasó, quienes mandaron entonces nos cuentan lo que no ocurrió. Un poeta terrible que en los años decisivos trepó de institución a institución hasta convertirse en ministro ha sido capaz de escribir un libro sobre cómo el poder “caza” a los intelectuales. Su rostro de hormigón es digno de un patrón de patrones o un banquero con tarjeta negra.
‘El cura y los mandarines’. Gregorio Morán. Crítica. Barcelona, 2014. Más de 761 páginas, 27,9 euros (Precisamente porque esta edición no se puede comprar, pocas veces esta ficha técnica me ha parecido tan necesaria).