Casi todos sabemos que la máscara de Anonymous proviene de la película V for vendetta, de los hermanos Wachowski, que a su vez proviene de una serie de comic books.
Casi todos sabemos que hay un fuerte sentido antisistema, anticapitalista o antibusiness, en las protestas de tipo Anonymous, entremezcladas con quienes también se manifiestan con otro distintivo en favor de la libertad de expresión y de la libertad en internet.
Casi todos sabemos que hace dos años esas máscaras aparecieron por las calles de no pocas ciudades del mundo, a centenares de miles de ejemplares, con ocasión de manifestaciones, sentadas, ocupaciones más o menos largas de espacios públicos, etc.
Una máscara que la la prensa y televisión no han dejado de reproducir, porque sin duda tiene una fascinación difícil de evitar.
Algunos hablan ahora (leo en Corriere della Sera) del relazamiento de manifestaciones y ocupaciones, y de la reaparición de la máscara de Anonymous. De modo que los sistemas industriales de fabricación deben estar produciendo lo que esperan que el mercado anti-sistema reclame de un momento a otro.
Lo que a buen seguro no todos sabemos es que esta careta (en venta desde unos 6 a unos 50 $) es un gran negocio. Al menos, para tres empresas relacionadas con los derechos de autor, los royalties y la venta de la máscara Anonymous: la Time Warner y su filial Warner Brothers, productora de la película, la Rubie's Costume Company (la muñeca Barbie) de la familia Beige, con más de 3.000 empleados en 14 países del mundo, que compró los derechos de merchandaising, y la Amazon, que vende la máscara casi en exclusiva.
De modo que los que facilitan la vistosidad y el efecto enigmático de las manifestaciones anti-sistema o anti-capitalismo resultan ser tres empresas saludablemente instalas en el sistema, y manejando capitales que serán incrementados con ocasión de esas manifestaciones.
Puede parecer ingenuo, pero es todo un espectáculo observar la capacidad del sistema para absorber en su seno los anticuerpos que suscita, o la capacidad del capitalismo, más o menos salvaje, de fabricar y vender la cuerda con que otros pretenden ahorcarlo.