La producción de los discursos de las diferencias y de la multiplicidad, han intensificado la aparición, la inclusión y la presencia del arte latinoamericano, y de los artistas provenientes de éste territorio, que ejemplifican la condición del afuera, estructurada en la epocalidad posmoderna, y donde las alteridades, los sujetos fronterizos o liminares, las representaciones híbridas, junto a las otredades, entran en escena en los juegos del lenguaje establecidos en clave metropolitana, en medio del giro de una sociedad transparente, expandida y multinacional, en la que pareciera que los otros al fin toman la palabra dentro de un sistema de enunciación fragmentario y simultaneo.
El problema principal de esta forma de inclusión o de redescubrimiento de las representaciones del arte latinoamericano, deviene de la complejidad de sus formas artísticas y de los procesos teóricos que las han acompañado, ante la ubicación a la que ambos son sometidos en la dominante de la diferencia contemporánea. En esta última la alteración de las estructuras del pensamiento moderno, no han abierto el espacio suficiente para los análisis de una diferencia vista en muchos casos –como escribe Deleuze- desmesurada y descoordinada, no encadenada a la domesticación completa de la representación.
El espacio de enunciación de la diferencia en clave central, en condiciones de expansión tardocapitalistas, expresa la sintomatología de las sociedades alteradas ante la diversidad y la intensidad de las presencias múltiples, que originan el acceso definitivo del arte latinoamericano en los debates contemporáneos del estallido y fractura de la univocidad moderna, en la cual la posmodernidad y su descentramiento –como observa Moraña- es visto con reserva desde el ámbito latinoamericano, ya que, si bien es cierto, en la actualidad las diferencias son incluidas en el cambio de las cadenas significantes -como afirma la autora en sus textos-, aún no se ha concretado la posibilidad de una construcción teórica propia, que se inicie desde las visiones pertenecientes a los procesos de las artes en América Latina.
El espacio del arte latinoamericano en la inclusión de su diferencia determina – como argumenta la teórico chilena Nelly Richard en sus teorías sobre la posmodernidad latinoamericana y la sensibilidad de este tiempo- “el lugar de los registros, que se han convertido en un perpetuo presente, en el lugar donde se ocasiona la yuxtaposición de momentos que convirtieron los volúmenes en superficies, los espesores en texturas, las profundidades en exterioridades”
En esta dirección las experiencias del arte latinoamericano en la dominante posmoderna conducen un proceso de resistencia e inclusión, de diferenciación y homogenización.
El estado de dependencia de la cultura latinoamericana evidenciado en los años sesenta marca a las producciones artísticas del territorio en los campos de sus posibilidades de representación y de construcción significante a niveles extraterritoriales y a su vez constituye la resistencia ante la subordinación del libreto. La conciencia de resistencia dentro de la dependencia parte de la afirmación de una subjetividad latinoamericana, que es iniciada a principios del siglo XX, y que en la década de los 60 manifiesta el desafió al Centro como ente dador de sentido, como espacio articulador de la modernidad, para luego devenir en la formulación definitiva de su diferencia con respecto a estos en la contemporaneidad, en la que son incluidos desde las alteraciones que expresan estos territorios, en cuanto al libreto del Centro que se han tornado permeable y a la vez coexistencia con los otros.
En América Latina se presencia durante el transcurso de estas décadas, por un lado la radicalización de las teorías: unas de vuelta al pasado y otras que basan su óptica hacia el futuro, en medio de un proceso de reciclaje permanente de sus transcursos y de sus representaciones, y por otro la manifiesta dependencia a los centros y de sus consecuentes resistencias ante los modelos de subjetivación, que atañen directamente a la presentación de una modernidad, que se constituyó como patrimonio universal, que no fue cumplido por completo, y que otorgó al arte latinoamericano su condición de diversidad preontológica, y que será aprovechada por una posmodernidad que celebra la diferencia y la complejidad de las relaciones especificadas en las micronarrativas sumergidas que emergen ante el gusto por lo otro.
Fuente: desconocida
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