Revista Arte

El debate en torno a Altamira

Por Lparmino @lparmino

El debate en torno a Altamira

Cueva de Altamira
Fotografía: Ramessos - Fuente

En cuestiones tan delicadas como las que suelen afectar al patrimonio cultural, suelen concurrir determinados vectores muchas veces contrapuestos. Sobre un determinado bien existe el deber de su conservación que choca frontalmente con el derecho de los ciudadanos a su disfrute y contemplación. El Patronato que rige los destinos de la cueva de Altamira, un órgano gestor en el que entran en juego las consideraciones del Ministerio de Educación y Cultura, el Gobierno de Cantabria o la Fundación Botín, debe decidir sobre asunto tan espinoso como la apertura de Altamira a los visitantes, siempre en un número muy limitado y bajo unas estrictas condiciones de control en vistas a lograr unas condiciones de conservación óptimas. Sin embargo, este dilema al que tienen que hacer frente los miembros del Patronato responde a una constante en la gestión cultural: la conservación frente al disfrute de los bienes patrimoniales.
 

El debate en torno a Altamira

Portada de la obra donde Sanz de Sautuola
comunicó sus descubrimientos en Altamira
Fuente

Altamira, la tan manida “Capilla Sixtina del Arte Paleolítico”, es una de las principales estaciones de arte rupestre paleolítico conservada y conocida en la actualidad. La espectacularidad de sus pinturas, especialmente en el techo de la sala de los policromos, ha hecho de esta cueva uno de los principales puntos para la investigación del arte paleolítico y uno de los principales centros de atracción de visitantes de Cantabria. La gruta, cerca de la turística localidad de Santillana del Mar, siempre ha tenido una historia envuelta en cierto hálito de polémica. Desde su mismo descubrimiento, allá por el año 1868 gracias a un perro extraviado y a los afanes cientificistas de un potentado local, Marcelino Sanz de Sautuola, Altamira se ha encontrado en el ojo del huracán científico. Las autoridades en materia prehistórica, disciplina apenas recién nacida en el momento del hallazgo, negaron la autenticidad de las pinturas presentadas por don Marcelino, personaje que murió sin ver admitida la valía de Altamira. Sólo en 1902, el arrepentimiento de Émile Cartailhac a través del famoso “La gortte d’Altamira. Mea culpa d’un sceptique” abría las puertas al reconocimiento de la cueva cántabra entre la comunidad científica internacional posibilitando su estudio.
En la actualidad, la cueva se ha integrado en un amplio complejo museístico y un centro de investigación creado en 1979 que se ha convertido en uno de los principales reclamos turísticos de la región, con más de doscientos mil visitantes anuales. Sin embargo, las necesidades impuestas por la obligación de conservar el patrimonio presente en la cavidad, merecedor de formar parte de la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el año 1985, provocaron el cierre de la cueva a las visitas en el año 2001. Hasta su descubrimiento, la cueva había mantenido unas condiciones de conservación inalteradas debido a que hace trece mil años un derrumbe selló la cavidad. Sin embargo, tras su descubrimiento, el medio ambiente de la gruta sufrió profundas alteraciones, incluyendo numerosas intervenciones destinadas a mejorar su accesibilidad, que amenazaron considerablemente las condiciones de conservación de las pinturas. Los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han planteado reiteradas veces la necesidad imperiosa de mantener cerrada la cueva al público para tratar de restringir al máximo los posibles daños a su conservación.

El debate en torno a Altamira

Museo de Altamira
Fotografía: Rastrojo - Fuente

Esta postura ha puesto prácticamente en pie de guerra a los representantes políticos implicados en la gestión de Altamira. En un artículo publicado en El País el 9 de junio de 2010, Jesús Ruiz Mantilla recordaba que el entonces presidente del Gobierno cántabro, el mediático Miguel Ángel Revilla, llegó a anunciar que invitaría al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Obama, a ser el primer visitante. El inicio de las visitas a la cueva es un suculento triunfo que todos los políticos desearían apuntarse, incluso a costa de las debidas condiciones de salvaguarda del patrimonio de Altamira. Desde el Gobierno regional se ha insistido en la necesidad de la reapertura al público de la cueva al considerar el impacto de reclamo que tendría para el turismo en la región. Punto puesto en duda por el propio director del Museo, José Antonio Lasheras, quien, en un curso de verano de la Universidad de Cantabria, consideró irrelevante el impacto económico que podría tener la apertura en el turismo regional. En este mismo foro, el investigador del CSIC, Sergio Sánchez Moral, insistió en que no es el momento de la reapertura.
Los miembros del Patronato de Altamira han anunciado el inicio de un nuevo proyecto de investigación sobre la conveniencia o no de la apertura de la cueva. El pasado 31 de julio, como recogía Europa Press, el actual presidente de Cantabria, Ignacio Diego, afirmaba que no habrá ninguna injerencia política en los trabajos técnicos Sin embargo, es evidente la confrontación de dos posturas: la de los gestores políticos, deseosos de obtener réditos de la apertura al público de la cueva; y la de los científicos, interesados en la salvaguardia de un bien cultural merecedor de todos los grados posibles de protección para su proyección futura. Entre esas dos posturas enfrentadas es difícil establecer una solución de compromiso que permita su disfrute y a la vez garantice las condiciones óptimas de conservación.
Luis Pérez Armiño

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