[El DeLorean] Orca, la ballena asesina
Javier M. Banda 11 julio, 2013 0
Si Dios volviera a este planeta lo haría en forma de ballena… (Herman Mellvile, autor de Moby Dick).
Cuando somos jóvenes o niños, a todos nos han emocionado e impresionado ciertas películas o escenas sueltas de alguna en concreto sea por la razón que sea. En mi caso, como buen amante del séptimo arte, la lista sería interminable, y yo no estoy aquí para aburriros sino más bien para todo lo contrario. Sin embargo, hoy me estreno en esta sección de FrikArte y me gustaría hablaros de una peli que vi siendo un jovenzuelo y que me impactó enormemente.
Vamos allá… Condensador de fluzo… fluzeando
Aunque es la historia de una venganza que tiene lugar en alta mar no me estoy refiriendo a la gran versión que hizo John Huston del clásico de la literatura universal escrito por Herman Mellvile Moby Dick, sino a una película que guarda muchas similitudes con esa obra: Orca, la ballena asesina (1977).
La historia se centra casi por completo en el personaje de Nolan, magistralmente interpretado por un Richard Harris en estado de gracia. Es un tipo que en el fondo no tiene mal corazón pero que, por momentos, su comportamiento es el de un ser humano absolutamente despreciable. Nolan es el dueño de un barco pesquero, que al avistar un grupo de orcas decide capturarlas para venderlas a algún acuario. Pero la cosa no sale como esperaba y acaba en tragedia, modificando así el devenir de los acontecimientos. En esta ocasión, no es el ser humano protagonista de la historia el que arde en deseos de venganza contra la ballena, sino que es el animal el que desea dar caza al hombre. Si en Moby Dick la ballena es la causante de todos los males y la que provoca en el personaje de Ahab un profundo estado de locura, en Orca, la ballena asesina es a la inversa, porque es Nolan el que con sus actos consigue enfurecer a la ballena. La eterna batalla entre el hombre y la bestia, entre el hombre, la naturaleza en estado puro y los elementos. Una lucha que, aunque de modo bien diferente, hoy día está más presente que nunca con la tauromaquia, con las corridas de toros. Sé que a mucha gente le gusta y hasta lo considera un espectáculo, cosa que respeto por supuesto, pero me parece de un sinsentido atroz en estos tiempos que corren.
Para el que la haya visto, y al que no lo haya hecho se la recomiendo, sabrá tan bien como yo que esta película jamás hubiese visto la luz si dos años antes ese tal Steven Spielberg no hubiese rodado Tiburón (1975). El productor de Orca, la ballena asesina no es otro que el gran Dino de Laurentiis (el remake de King Kong con Jessica Lange, Conán el bárbaro, entre tantas otras). La intención del italiano era hacer olvidar de una vez por todas al gran tiburón blanco, así que en la primera escena de la película que nos ocupa se juega al despiste cuando el terror en alta mar es causado por un gran tiburón blanco de una longitud desproporcionada, un auténtico monstruo que ante la impotente mirada de nuestros protagonistas en su barco está a punto de devorar a un buceador. Pero algo lo impide: una orca emerge súbitamente para destrozar al escualo de un solo golpe. Pero en Tiburón II, que ya no fue dirigida por el Midas de Hollywood (el apodo de Spielberg), podemos ver a una multitud de personas arremolinadas en torno a un cadáver de orca en la playa con enormes dentelladas de tiburón.
Mención especial merece el apartado técnico. Como en toda película de este tipo, se entremezclan las escenas de la misma con otras sacadas de documentales. La fotografía de Ted Moore, J. Barry Herron y Ron Taylor es una auténtica gozada para los sentidos y una experiencia única. Sobresale la introducción con unas bellísimas imágenes con dos orcas y la escena final entre los glaciares de la Península del Labrador. La banda sonora corre a cargo del incombustible Ennio Morricone que, como no puede ser de otra forma, no defrauda. Su partitura emociona de principio a fin. Carol Connors pone voz al tema principal: My love we are one.
La dirección corrió a cargo de Michael Anderson, conocido por, entre otras, La vuelta al mundo en 80 días (1956), Las sandalias del pescador (1968) o La fuga de Logan (1976). Esta última recuerdo haberla visto tan solo una vez hace muchísimos años pero también es de esos relatos que te marcan y no se olvidan, así que tal vez me anime algún día a hablaros sobre ella. En el apartado interpretativo y acompañando a Richard Harris (que fallecía en 2002 tras interpretar a Albus Dumbledore en las dos primeras películas de la saga Harry Potter), tendríamos que destacar a Charlotte Rampling (Portero de Noche, El Corazón del Ángel), que representa todo lo contrario a Nolan, y a la una por entonces desconocida Bo Derek, que, dos años más tarde, en 1979, llegaría a convertirse en un mito erótico de su tiempo por su participación en 10, la mujer perfecta, de Blake Edwards.
Estamos, por tanto, ante una película que sin ser una obra maestra del cine, porque no lo es, resulta muy entretenida y merece la pena ver solamente por el duelo interpretativo entre Richard Harris y Charlotte Rampling. No se la pierdan…
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