Revista Mundo animal

El derecho de los animales

Por Luistovar

Un derecho absoluto

Por unos verdaderos Derechos Animales


En el artículo titulado "Un derecho para todos" el profesor Gary Francione explica las razones por las que un movimiento de Derechos Animales debe enfocarse en defender un solo derecho: el derecho de los animales nohumanos de no ser propiedad de los humanos. Esto implica que los humanos nunca debemos tratar a los demás animales como recursos. No debemos criarlos, comerciar con ellos, ni en generales usarles para conseguir ningún beneficio.

En resumen, la ética de Derechos Animales defiende que todos los seres sintientes (humanos o nohumanos) poseen al menos un derecho absoluto: el derecho a no ser propiedad de los seres humanos.
Los derechos de los hablamos no son derechos de tipo contractual. Es decir, derechos convencionales, nacidos del acuerdo libre y consentido. Los derechos a los que nos referimos aquí son derechos morales. Y este tipo de derechos no surgen del acuerdo sino que pertenecen al ámbito de la ética y se deducen a partir del razonamiento moral.
Los derechos morales son principios objetivos y por lo tanto no dependen de los gustos u opiniones. Además, los derechos morales son inherentes al individuo por el hecho de ser persona (y tener por tanto un valor intrínseco que no puede ser vulnerado por fines instrumentales). La noción de derecho es una forma abreviada para referirnos a nuestra obligación como agentes morales de respetar determinados intereses de los individuos que no debemos vulnerar para satisfacer algún fin o deseo nuestro.

Es claro que la ética de Derechos Animales puede reconocer varios derechos diferentes a los individuos, y no solamente un único derecho. La cuestión de fondo está en que no todos esos derechos son absolutos.
El derecho a no ser propiedad sí que es un derecho absoluto, ya que debe ser respetado de manera absoluta, es decir para todos los individuos y en todas las situaciones. Es un derecho que debe ser respetado y protegido independientemente de las consecuencias.

El derecho a la vida puede ser vulnerado en casos específicos y concretos en donde la eutanasia o la auto-defensa esté moralmente justificada. El derecho a la integridad física puede ser obviado en parte cuando se trata de realizar una operación médica con el fin de salvaguardar la salud del propio individuo. El derecho a la libertad de movimiento puede ser limitado en el caso de individuos tutelados o de agentes morales que han cometido un delito grave y suponen una evidente amenaza para otros.

En cambio, el derecho a no ser propiedad nunca puede ser violado de manera justificada, bajo ningún propósito ni circunstancia. Es un derecho absoluto que se deriva directamente del estatus de persona. Reconocer a los seres sintientes como personas, y respetarles como tales, implica necesariamente no usarles nunca como un mero recursos para satisfacer nuestros fines, supeditando sus intereses básicos a los nuestros. En esto consiste la esencia del estatus de propiedad cuando se aplica a los individuos. Y cuando tratamos a personas como propiedad estamos ejerciendo la esclavitud.

Una vez que reconocemos que los seres sintientes son personas y por lo tanto no deben ser tratados nunca como propiedad o meros recursos entonces podemos reconocer otros derechos que aunque no sean absolutos sí son derechos básicos o fundamentales. Esto es, derechos que fundamentan la posibilidad de poseer y ejercer cualquier otro derecho. Así lo explica brevemente el abogado y activista Nathan Winograd:
"El derecho a la vida es reconocido universalmente como un derecho básico o fundamental. Es básico o fundamental porque es condición necesaria gozar del derecho a la vida para disfrutar de todo otro derecho. No se puede garantizar un “derecho” si se te priva de él mediante el sacrificio. Un movimiento no se puede decir que está orientado a la defensa de los derechos animales, como autoproclaman muchos de estos grupos, y la vez ignorar el derecho fundamental a la vida. Al reclamar para los humanos el derecho a negar a los animales su derecho a vivir, convierten de modo automático en imposible de cumplir cualquier otro derecho.

Tanto en un sentido filosófico como absoluto, todo lo que los animales realmente tienen es su vida. Si se la quitas, no les queda nada. Una vez sacrificados, estos animales ya no pueden pensar ni sentir ni correr ni jugar ni comer ni dormir ni ronronear ni ladrar ni querer ni ser queridos. Todo se acabó. Para siempre. Porque nunca van a despertar."


El problema en el planteamiento que expone Winograd (y es un defecto presente en casi todos los teóricos de la liberación animal) está en que no parece percatarse de que mientras los nohumanos sigan siendo considerados como propiedad de los humanos no podrán gozar de ningún tipo de derecho. Solamente los seres considerados personas pueden ser sujetos de derechos. Y en nuestra sociedad especista dicha condición de persona solamente se le reconoce a los humanos. Por eso es tan importante denunciar la injusticia del especismo, y por eso también Francione tiene razón en que debemos enfocar nuestro activismo en abolir el estatus de propiedad de los animales nohumanos. En esto consiste el principio que fundamenta el veganismo y de ahí la prioritaria importancia de difundir el veganismo mediante el activismo educacional.
En palabras del propio Francione:
"(...) el sistema legal nunca responderá de modo diferente a cuestiones relacionadas con animales a menos que y hasta que haya un cambio social significativo de manera que haya más gente que acepte la legitimidad de la abolición -el veganismo- en su vida cotidiana. Sólo entonces el sistema legal empezará a ser una herramienta útil para la lucha."
No se trata de una cuestión de amabilidad o compasión. Se trata de justicia básica. Los demás animales necesitan que les reconozcamos derechos. Necesitan que respetemos sus intereses. Solamente de este modo pueden existir como personas que son - seres autónomos con voluntad propia - y no como esclavos sometidos a nuestra explotación. El punto es tratarles, respetarles, exactamente del mismo modo que deseamos que los demás nos respeten a nosotros. No más, pero tampoco menos.


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