Revista Arte

El deseo desenfocado, la inútil insistencia de la nada, o la expectativa.

Por Artepoesia
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Se cuenta que el pintor Tintoretto (1518-1594) deseó toda su vida que su maestro, el gran Tiziano, acabara muriéndose para poder él vencer. Creía que la guerra la termina ganando no el que consigue vencer en una batalla, sino el que consigue vivir un día más que su enemigo. Es bueno, pero está claro que no es un Tiziano, esto fue todo lo que escuchó decir Tintoretto de sus obras. Sin embargo jamás odiaría a su maestro, todo lo contrario: lo idolatraría. Hasta que no falleció Tiziano en 1576, Tintoretto no pudo acceder a pintar en el gran Palacio Ducal veneciano; así conseguiría por fin la gloria, esplendor artístico que su propia pintura de todos modos habría conseguido mucho antes de por sí.
La espera presentida, la sensación misteriosa de algo que presentimos pero que no vemos, y que ni siquiera confirmará después algo la mera emoción que sucumbe ya ante la tensa visión de un conjuro inconsistente. Es el deseo y no es el deseo. Es la indefinición de un deseo más bien. Es la curiosidad latente e inconfesable, silenciosa, que subyuga nuestra vida a veces, y que no podemos soslayar ni con la fuerza de la voluntad, ni con la ayuda de los otros, ni con la espera decidida. El escritor y filósofo rumano Émile Michel Cioran (1911-1995), profundo navegador del alma y la desesperación humanas, nos dejó ya escrita una sentencia despejadora: Los días no adquieren su sabor hasta que uno escapa a la obligación de tener un destino.
El pintor surrealista alemán Richard Oelze (1900-1980) plasmaría una obra heredera de aquellos artistas románticos decimonónicos de su país. Pero, ahora, con el trazo, el gesto, el tono y el universo surrealista propio de su tiempo. Su creación más significativa es La expectativa, de 1935. Aquí un grupo de personas mira hacia el horizonte, están de espaldas al espectador, juntas y anónimas vaticinan ahora la ceremonia de lo imposible. ¿Qué observan? Porque hacia donde miran no hay nada más que oscuridad, lejanía, sin sentido, y desolación. Pero están juntos, al menos están juntos. Es la única esperanza que el autor se permite ofrecer. Aunque la desesperación existe en la obra; existe ya, y el creador nos anuncia en ella que sólo juntos, sólo unidos, seremos capaces -si acaso- entonces de poder vencerla.
(Obra La expectativa, 1935, del pintor alemán surrealista Richard Oelze; Cuadro de Tintoretto, situado en el Monasterio del Escorial, Madrid -no hallada otra imagen mejor que la mostrada, para poder apreciar así los maravillosos colores del pintor veneciano-, Ester ante el rey Asuero, 1548; Óleo A la espera, 1893, del pintor Josep Cusachs i Cusachs; Óleo El origen de la vía Láctea, 1570, Tintoretto, National Gallery, Londres.)

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