Revista Deportes
"En el toreo todo lo que no sea cargar la suerte no es torear sino destorear. Torear no es que el toro venga y usted se quede en la recta, eso es destorear; pero si usted carga, echa el cuerpo hacia delante con la pierna contraria al lado por el que viene el toro obliga a torear, si no le coge; porque es un obstáculo que usted le pone delante."
Domingo Ortega Mataor de Toros
Las imágenes son de Diego Urdiales y José Luis Moreno, y de las pertenecientes a toreros actuales, son las que me pillaban más a mano. Porque no son los únicos que saben torear bien cuando pueden y los dejan, ya que existen algunos otros, no muchos para nuestra desgracia, que sólo se apuntan al destoreo de higos a brevas. Valga para demostrar que aquello a lo que nos referimos con lo de toreo puro, clásico u ortodoxo, a lo que yo llamo toreo bien hecho, no es cosa de quijotes agoreros, maníacos depresivos o aficionados a la mitología ibérica. El discurso del viejo lobo feroz y melancólico que se aferra a tiempos pasados más por fastidiar que por creencia propia -perorata sostenida por el taurinismo y sus masas- no tiene cabida en la sesera de aquel que tenga dos dedos de frente. Si nos ponemos a rascar ávidamente con la uña en la costra que cubre el escalafón, damos con una buena, pero escasa, cepa de toreros. Así que no nos hace falta mudarnos de milenio, ni recurrir a héroes que comen tierra para defender, difundir y exigir el TOREO con mayúsculas. Que mientras siga existiendo, como todo arte y tesoro, tendrá sus falsificaciones, unas más sutiles, otras más vulgares, y a todas las seguiremos llamando destoreo.
Y el que no quiera verlo, peor para él, porque seguirá pagando por una falsificación.