¡Qué manera de perder la mañana!. Hoy tengo uno de esos días que todo sale al revés.
He salido temprano de casa porque tenía que realizarme una mamografía y me gusta llegar a mis citas con antelación.
Con un frío que pela, a 3º, y con viento, lo que aumentaba la sensación térmica del frío, tapada hasta las orejas, me apalanco en la marquesina de la parada del autobús; somos tres personas esperando. Cuando pasan 10 minutos me da por mirar los anuncios de la marquesina, cuando... de repente, veo un pequeño (pequeñísimo) letrero donde decía que esa parada quedaba anulada hasta nuevo aviso. ¡¡Toma ya!!.
-¿Y ahora dónde se coge el autobús? -Pregunta una chica que estaba también esperando conmigo.
Menos mal que, en ese momento, un señor que pasaba nos ha dado la dirección. Pues bien, había que caminar un buen trozo hasta llegar a la siguiente parada. Entre unas cosas y otras ya había pasado media hora.
Llega ese autobús y, no sé vosotros, pero cuando más prisa se tiene, más despacio parece que van las cosas... más ralentizadas. Lleva un ritmo lentísimo y pilla todos los semáforos en rojo. Luego, he tenido que tomar otro autobús que me llevaba directo al Hospital, pero... ¡mira que bien!, las calles por donde transita el bus están en obras y había un pedazo de atasco enorme. Aquí más que a paso de tortuga íbamos a paso de caracol. Yo ni siquiera quería mirar el reloj para no acrecentar mis nervios.
Por fin llego a mi destino, justo a tiempo, y me dispongo a acudir al mostrador de recepción de las mamografías... Nunca hay demasiadas colas, pero hoy tenía que estar a tope de gente. Con paciencia, me coloco en el último lugar y al llegar mi turno me indican la puerta correspondiente a las mamografías.
¿Qué pasa? ¿Todo el mundo ha decidido hacerse hoy las mamografías?. Estaba a rebosar de mujeres. Como no había ni un asiento libre, me sitúo junto a una pared y me apoyo para estar más cómoda. De paso, he aprovechado para sacar una foto a un cartel de prevención del cáncer de mama.
Al cabo de media hora, y sin que hubiera entrado ni salido nadie de la puerta correspondiente, se asoma una enfermera la cual nos anuncia que el aparato de las mamografías estaba estropeado. Debíamos pedir de nuevo hora para otro día. ¡alegría, alegría!.
Otra vez cola para pedir hora... otra vez los autobuses en plan caracol, aunque esta vez ya no iba con prisa.
Por cierto, en todo el trayecto, tanto de ida como de vuelta, quitando y poniendo la bufanda por las calefacciones de los vehículos. Resultado... ¡he perdido un pendiente de oro...!
Así que al final, sin mamografía y sin pendiente.
Y para quitar el mal gustillo de boca, vamos a rumbear un poco y a animarse con la música...que eso para mí es la mejor medicina, tanto para el cuerpo como para el alma.