El día de la mujer trabajadora
Este domingo pasado fue el día de la mujer trabajadora. Lo sé no porque tenga yo un especial interés en la casuística de las mujeres en el mundo laboral, sino porque tres de cada cinco post que leí estaba relacionados con el tema: que sino tienen representación, que si la sociedad las margina y así cada dos por tres. La verdad es que yo no soy mujer y mi nivel de empatía no es que sea lo más destacado de mi personalidad, así que ponerme en sus zapatos a la hora de intentar entender que es lo que ocurre me resulta muy complicado, y además sería un ejercicio bastante fútil.
Pero como hombre que soy y como he ejercido y ejerzo en puestos de mando, si que puedo dar mi punto de vista sobre como veo yo que se comportan las mujeres en el mundo de los negocios. Antes que nada, quiero dejar claro que lo que si que habría que conseguir, ya sea de forma civil o criminal, es que a mismo puesto mismo sueldo, aceptando cierta variabilidad porque no todos somos iguales y hay mujeres y hombres que rinden y aportan más que otros. Aclarado este tema, aquí va mi punto de vista.
Personalmente, a mi me importa bien poco si un ejecutivo o trabajador es un hombre o una mujer. En serio, me importa bastante poco, lo que si tengo claro es que quiero que el trabajo se entregue en la fecha correspondiente, que sea creativo, que sepa buscar soluciones. Su tendencia sexual, su género o cualquier otra variante me parece superflua y que no aporta al puesto de trabajo.
El problema lo puedo tener cuando necesito un compromiso extra, un nivel de entrega que va más allá de lo que va en el contrato. No es lo ideal y siempre intentamos que estas situaciones no se repitan en el tiempo, pero un manager ha de tener en cuenta que siempre puede aparecer un problema que necesita atención inmediata y sin excusas. Si la persona que ha de ejercer ese puesto no puede comprometerse a ese nivel, lamentándolo mucho, no pasará la criba.
Otra de esas verdades que tampoco se comentan, es que para puestos de confianza tengo la tendencia -mala o buena- de usar mis contactos, y estos son en mayoría hombres. Por esa sencilla razón -y no por otra- acabo escogiéndolo a ellos, porque no conozco a ninguna mujer. Es una simple cuestión de networking. Si conozco mujeres, indudablemente entran en la selección y quiero pensar que siempre que he tenido la posibilidad de tener candidatos de ambos sexos, he optado por el más adecuado independientemente de lo que ponga su carnet de identidad.
En resumen, y sin ser mujer, mi posición es bastante sencilla.
1.- Mismo trabajo, mismo sueldo.
2.- Conciencia social para repartir las tareas no profesionales entre ambos miembros de la pareja. Y si la mujer quiere prosperar en el mundo de la empresa, entonces el marido ha de llevar más peso del hogar. No creo que a nadie se le caiga los anillos por cuidar a sus hijos y de su mujer -pero la verdad es que si, que si eres hombre te suelen mirar mal tanto ellas como ellos.
3.- Replantearse la posición de la administración respecto a las embarazadas. A día de hoy es un coste para la empresa, y la empresa suele mirar una variable por encima de todo: el dinero. O se convierte en coste cero el tener una mujer de baja por maternidad o preferirán no contratarlas.
4.- Mejor networking y más efectivo entre mujeres. El de hombre hace siglos que existe y realmente nos va muy bien -solo hay que ver como están los puestos de consejeros-, y el forzar a la paridad puede funcionar durante un tiempo pero lo veo mala idea mantenerlo indefinidamente.
Soy consciente de que me puedo estar equivocando mucho, pero es mi personal punto de vista sobre el tema. Hay mujeres extraordinariamente válidas que deberían de poder llegar, y en mi caso ya me han sobrepasado con creces, como Montserrat Peñarroya, Mónica Mendoza, Carme Rodríguez, Immaculada Pulido, María Vecino, Meritxell Rosich o Elena Miguel entre otras.
Película: Victor Victoria
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