Recuerdo un capítulo de Los Simpsons titulado como esta entrada. Se trataba de una antigua tradición en Springfield que se basaba en apalear a cualquier serpiente que se encontrase. Todo el pueblo participaba en dicho festival.
En muchos jardines de España, se acerca una época terrible. La tradición del invierno es proceder a la “poda”. En muchos casos, la llamada poda se trata de cometer actos de salvajismo sobre los árboles despojándolos de todas sus ramas, dejándolos desmochados.
Existe otra variedad no menos agresiva que es el terciado del árbol dejándolo desprovisto de la práctica totalidad de las ramas pero respetando alguna más que en el desmoche. A la derecha vemos el antes y el después de un pobre olivo. Es imposible intuir el porqué de semejante atentado.Estos actos son cometidos por aquellos que “se atreven” a podar, o por aquellos que sostienen que un árbol sin podar muere. Incluso hay empresas de jardinería donde se ordenan las podas por los encargados sin haber recibido ni la más mínima formación y son obedecidos por sus empleados por respeto jerárquico. En algunos parques, incluso son algunos ciudadanos quienes destruyen los árboles si no ven que los árboles se han podado o si el criterio no les parece adecuado.
Los árboles así maltratados, presentan tremendas heridas que exponen la madera interior del árbol al exterior. Además, en muchas ocasiones se cortan las ramas a cierta distancia del tronco haciendo que la herida se cicatrice defectuosamente. Esta zona, no llega a cerrarse, y el corazón interior del árbol será colonizado por hongos, insectos, humedad y agua que se cuela en las lluvias. Cuando una rama se parte o se corta y esta no es muy grande, genera una herida pequeña que el árbol cerrará de forma natural en el transcurso de pocos años.Cuanto más grande y peor hecha sea la herida, más años tarda en cicatrizar. A la izquierda vemos como se forma un callo alrededor de la rama que poco a poco cerrará la herida.
Al proceder de forma salvaje en la poda, el árbol se ve sometido a un estrés considerable. Al comienzo de la primavera, se encuentra con que dispone de una gran cantidad de raíces que le permiten captar agua y sales minerales, pero no dispone de yemas de las que broten las hojas que le permitirán sintetizar su alimento. Para intentar solventar cuanto antes este grave problema ha de poner en marcha su mecanismo de emergencia. Todas las yemas durmientes en las axilas de las ramas amputadas o bajo la corteza del tronco, han de brotar con gran fuerza generando no sólo las hojas, sino las propias ramas que han de sustentarlas debido a que estas han sido cortadas. Este esfuerzo tremendo tiene graves costos para el árbol, que invierte todo su esfuerzo en reparar los daños ocasionados y por ello queda sin floración ni fructificación. Al final del otoño, la masa de hojas ya ha sido recuperada, y la superficie de hojas capaz de producir alimento ya ha sido repuesta. El árbol ha perdido un año de su vida y ha sufrido múltiples heridas. Si la agresión cesase, al año siguiente, el árbol podría alimentarse bien desde el mismo comienzo de la primavera, pues muchas yemas dejarán brotar hojas nuevas y podrá incluso permitirse la floración y fructificación. Generalmente no es así, y en el invierno siguiente vuelve a sufrir el apaleamiento particular al que se somete a muchos árboles. Ésta situación anómala en la vida de un árbol, desemboca en la decrepitud prematura y en el lamentable aspecto que presentan algunos árboles. La lucha por la existencia hace que el árbol viva quizá cincuenta años como mucho, una mera sombra de su longevidad, pero aún así un milagro considerando el tamaño de las agresiones.
No sólo es malo para el árbol. Las nuevas ramas de “emergencia” son largas y gruesas y se sujetan al árbol únicamente por la corteza, que es el sitio por el que se alimentan. El viento pone en riesgo a aquellas personas que se ponen bajo el árbol, pues esas ramas se desprenden con mayor facilidad. Si consideramos también la pudrición de las ramas mayores, nos encontramos que la irresponsabilidad de aquellos que se ponen a cortar ramas a lo loco pone en riesgo a los demás ciudadanos.
A la izquierda, se ve la diferencia entre dos árboles de la misma especie (Platuanus x hispanica) cuyo mantenimiento anual ha sido diferente.
El ejemplar de la derecha sufre cada año un desmochado, de modo que las ramas principales son desprovistas de todos los brotes del año. Podemos advertir que la cantidad de hojas es muy pequeña para el tamaño del árbol, que sin duda también tendrá un sistema radicular pobre, ya que la parte aérea y la subterránea han de estar en equilibrio, pues las hojas han de poder procesar las sustancias minerales absorbidas por las raíces. No tiene sentido un gran sistema radicular si las substancias absorbidas no se pueden procesar.
El ejemplar de la izquierda de la foto en cambio, a pesar de que habrá sido podado en su juventud para dejar la parte baja del tallo libre de ramas, podemos ver como tiene porte típico de árbol, con su guía principal, un tronco bien definido y una gran superficie foliar, lo que sin duda significa que también tendrá un buen sistema radicular.