Revista Talentos

El día del padre

Por Sergiodelmolino

Aprovechando el receso editorial del verano, que ha provocado una merma en la llegada de novedades para comentar en De reojo, he relajado el ritmo en el blog de libros del Heraldo. Libre de tanta obligación lectora, me he metido a fondo con la novela, a la que dedico casi todas las energías que tengo, que no son tantas.

En cuanto encuentro un hueco, me pongo a darle a la tecla. La cosa avanza a buen ritmo, aunque no creo que pueda cumplir la promesa de entregarle el texto a mi agente en septiembre. Le diré que lo bueno se hace esperar, a ver si cuela.

Empiezo a estar contento. No rebosante de felicidad, pero veo que las cosas cuajan. Y me está pasando algo inaudito en mí: le estoy cogiendo un cariño aterrador a los personajes. Aterrador en todos los sentidos, porque algunos son asesinos y malas piezas, y me preocupa empatizar con gente de esa calaña.

Estoy cómodo con lo que escribo. De hecho, a veces me da la sensación de que tengo el libro escrito en la cabeza y que, al teclear, sólo estoy sacando algo que ya tengo trabajado y madurado dentro de mí, algo que quería escribir hace mucho tiempo pero que no tenía capacidad ni técnica ni oficio para emprender. No es que ahora ande muy sobrado de estas cosas, pero me defiendo mucho mejor, no soy un adolescente letraherido. El plan inicial ha variado mucho. De hecho, el plan inicial se ha ido a la mierda varias veces. Como debe ser. El texto en el que trabajo ahora es bastante más sencillo, con tramas menos retorcidas. Digamos que es bastante más legible que lo que me propuse al principio. Y creo que más auténtico, más doloroso y sentido a la vez.

No sé si es bueno. De hecho, creo que nunca lo sabré. Pero sí sé que me emociona y que reconozco mi voz en las frases.

Para ayudarme en esta ímproba tarea, he contratado a un asesor literario. Es un lector quisquilloso, y cuando no le gusta algo, lo pisotea.

Ahí lo tienes, revisando unos pasajes de la primera parte del libro (que consta de tres), la única de la que puedo decir que ya tiene casi su forma definitiva:

EL DÍA DEL PADRE

Por suerte, cuando tiene que elogiar un adjetivo o una frase acertada, no escatima en felicitaciones. Se vuelve hacia mí y me dice que le ha gustado, que siga por ahí:

EL DÍA DEL PADRE

Pero no os engañéis, que los elogios los vende caros. Es un lector duro, entregado y minucioso. El papel que arruga con la mano izquierda lo está retorciendo porque ha detectado una rima interna, y eso le pone de los nervios.

Ya tengo título. De hecho, a Ella, mi agente, le dije que lo único seguro que tenía era el título, y que me veía obligado a escribir una novela para que ese título no se desperdicie, pero que lo único que me interesa del libro es la frase que lo titula.

Me miró con inquietud, pero no se echó atrás, así que supongo que está más loca que yo.

Además del título, tengo clara otra cosa imprescindible: la cita inicial.

Teniendo título y cita, lo demás se hace solo. Sólo hay que ponerse a inventar historias durante trescientas páginas. Cualquier cosita vale, plagias algo con cierto disimulo, y santas pascuas.

Total, todos los escritores del mundo llevan tres mil años plagiando la Ilíada y la Odisea y nadie parece haberse dado cuenta.

El título no te lo cuento, que es supersecreto, pero la cita no me importa adelantártela.

Si no cambio de idea, la novela se encabezará con esta frase:

Well, it’s Father’s Day and everybody’s wounded.

Traducido, más o menos: “Es el día del padre y todo el mundo está herido”.

Es un verso de First We Take Manhattan, como seguramente habrás reconocido, y tiene mucho que ver con la clave principal de la novela y con el comportamiento de los personajes.

Y ya, que me voy mucho de la lengua y lo que tengo que hacer es darle a la tecla.

PS.- hartos de nuestra compañía de adsl, hemos decidido cambiarnos a otra mucho más simpática que nos cobra la mitad y nos da el doble de cosas, pero, en el ínterin es probable que estemos unos días aislados del internet mundo. No se tomen a mal que no les responda, es que no estaré aquí para escucharles.


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