Cuando ha pasado una semana desde las elecciones en Catalunya, continúa el bochornoso espectáculo de los medios informativos afines y comprados por el estamento bancario de este país.
Han tratado, contra natura, de hacernos creer que el mal llamado “constitucionalismo” había triunfado en estas elecciones, ya que el despliegue de recursos, presiones, medias verdades y declaradas mentiras entorno a la sospechosamente financiada candidatura de Ciudadanos les había dado un pregonado –más pregonado que real- ganador.
La realidad es tozuda y diferente. El independentismo ha resistido el envite. Su porcentaje de voto es muy similar al que tenía antes de la irregular aplicación del artículo 155 de la desprestigiada Constitución del 78.
No había “voto silencioso” ni otras zarandajas con que se ha argumentado maquinal y tradicionalmente cuando la capacidad de movilización del soberanismo, dejaba en ridículo al fervor patrio alimentado desde la Estepa.
Ha habido una participación de record, pero los abstencionistas de otras ocasiones han votado en la misma proporción y dirección que los que ya lo hacían. Se les acabó el argumento y la excusa a los estrategas del patriotismo dolido, de ventana provocadora en el balcón que mira a Suiza.
El batacazo del PP, de su política –en particular la represora y golpista del 155-, de sus políticos filonazis, de sus virreinas descabezadoras y de Mariano Rajoy, en particular, ha sido de órdago. Ni al 2 % de los votantes ha llegado una formación que se queda sin grupo parlamentario, no descabezada sino descoyuntada, pero que para vergüenza individual y colectiva sigue gobernando al día de hoy –vía golpe de estado- los destinos de una comunidad donde se les repudia y causa asco.
El papel de los medios informativos, destacando en lo zafio “El País” y “La Sexta”, ha sido abochornante. Han cantado en tono tifossi el pretendido éxito de la lista de Arrimadas, una política “recién llegada”, sin vocación conocida hasta que le llegó “el olor de las sardinas del cargo”, sin cultura política -¡Ay, ese respeto a los votantes de una imaginaria “Constitución de 1.939”!- y se han negado a aceptar que el que ellos llaman despectivamente “independentismo” sigue teniendo la mayoría parlamentaria y la capacidad de gobernar un país donde ellos son, aparte de minoría, abiertamente indeseables.
Para el resto de Hispania, los editoriales, las líneas políticas de partidos desangrados –no menos “glorioso” ha sido el resultado del PSC de un impresentable Iceta- sigue siendo ignorar la realidad. La realidad de un cuerpo vivo, que enlaza cultural, idiomática y sentimentalmente con unas raíces seculares y al que sólo se le opone la gente desarraigada, nostálgica de banderas y aguiluchos, de dictaduras, fiscales y jueces sometidos que imaginan, condenan y encarcelan por ilusorios y grandilocuentes delitos: rebelión, sedición, incitación al odio.
Unamuno –que no era independentista- escribió en una carta a Azorín en 1.907, en ella decía:
“Merecemos perder Catalunya. Esa cochina prensa madrileña está haciendo la misma labor que con Cuba. No se entera. Es la bárbara mentalidad castellana, su cerebro cojonudo (tienen testículos en vez de sesos en la mollera)”.
Pues eso. Lo que los optimistas llaman “España” merece perder Catalunya. Han hecho redoblados méritos: incitar a la barbarie con el “A por ellos, oe!, moler a golpes a pacíficos ciudadanos “armados” de papeletas de voto y ponerse de espaldas al raciocinio cuando día tras día, año tras año, se ha reclamado contra la discriminación y el ejercicio colonialista.
Se ha vuelto el Piolín, Soraya y Rajoy han fracasado con estrépito, los que iban ¡A por ellos! se han vuelto con el rabo entre las piernas y a medio cenar … quedan los golpes, la cárcel injusta para algunos y un enorme despilfarro de medios y dineros por parte de los habituales despilfarradores de turno.
Ah, y la prensa cochina –en palabra de Unamuno-.
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