Revista Cine

El día que Ian Malcolm resucitó de entre los muertos

Publicado el 09 octubre 2010 por Cinefagos

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De entre todas las novelas de Michael Crichton, Parque Jurásico destaca por encima de todas como el detonante de la fiebre de los Dinosaurios que Steven Spielberg desató en 1993. Crichton era un escritor fascinante porque mezclaba una buena historia con elementos científicos bien estudiados, lo que hace que hoy día algunos de sus postulados se consideren en la paleontología a la hora de recuperar algunas especies extinguidas. Su novela sobre la clonación de Dinosaurios destinados a ser las estrellas de un moderno campo de atracciones jugaba con una profusa investigación científica y un poco de filosofía acerca de la “necesidad” de remover un pasado que a lo mejor merecía estar extinto, y todos esos elementos de los que habla la novela, y que suelen quedar relegados a un segundo plano en las adaptaciones al cine, se unieron en el mejor personaje que tenía la historia, el matemático con aspecto de estrella del rock fracasada, Doctor Ian Malcolm.

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Malcolm fue interpretado por el actor Jeff Goldblum, que ataviado con su cuero negro y sus gafas oscuras se limitaba a decir que el proyecto de devolver a esas criaturas a la vida era un gran error. Y resultaba que tenía razón al pensarlo cuando el parque escapaba al control de los operarios y los velocirraptores (entre otros) campaban a sus anchas haciendo lo que mejor se les da a los carnívoros. De eso tienen un buen ejemplo en el encontronazo con el T-Rex en el que Ian es herido de gravedad al ser lanzado como un muñeco por los aires después de zarandearle con las mandíbulas. Malcolm sufrió una fractura abierta en la pierna que se empezó a infectar y que le fue debilitando a lo largo de la novela, de modo que pasó gran parte tumbado en la cama de una habitación, muy cerca de por donde solían rondar los velocirraptores. Con el paso de los capítulos los niveles de morfina que le tenían que suministrar eran cada vez más altos, hasta que al final el matemático estaba casi inconsciente todo el tiempo, con el espacio justo para mantener una reveladora conversación acerca del “otro lado”. Entonces, sólo unas líneas cerca del final del libro, el doctor Ian Malcolm moría de sus heridas. De hecho, mientras los últimos supervivientes huyen de la isla, las frases que hacen referencia a su muerte son la siguientes:

 

“- ¿Y qué hay de Malcolm?

Muldoon hizo un gesto de negación con la cabeza.”

 

Poco más adelante, los supervivientes del Parque Jurásico son retenidos por el gobierno de Costa Rica, que, literalmente, “ni permitió el entierro de Hammond ni de Ian Malcolm”. Fue una lástima que el mejor personaje de la novela falleciera, al contrario de lo que ocurrió con John Hammond. Hammond era un cabrón despótico al que no le importaba nada más que su ambición, sólo que en la película lo convirtieron en el típico “abuelo afable” para que el gran público infantil se identificase con Lex y Tim. Hammod fue alcanzado por los “compis” unos pequeños carroñeros que lo devoraron dejándole dormido con una toxina que se desprendía en sus mordeduras.

 

Pero apareció Steven Spielberg, que vio que allí había potencial para una secuela, por lo que pidió que resucitara al personaje de Malcolm, por lo que Crichton tuvo que ingeniárselas, como ya han hecho anteriormente otros autores, para devolver a la vida a alguien que ya no está entre nosotros. Y el resultado le quedó así, como se refleja en los primeros capítulos de la novela “El Mundo Perdido”:

 

“Malcolm tenía cuarenta años y era un asiduo visitante en el instituto. Se contaba entre los primeros defensores de la teoría del caos, pero su prometedora carrera se había visto truncada por las graves heridas sufridas durante un viaje a Costa Rica; de hecho, se le había dado por muerto en varios informativos.

“ – Sintiéndolo mucho, tuve que interrumpir las celebraciones en los departamentos de matemáticas de todo el país- declararía más tarde-, pero resultó que sólo estaba levemente muerto. Los cirujanos han hecho maravillas, como ellos mismo se apresurarán a contarles. Así que he vuelto… en mi siguiente iteración, podría decirse.”

 

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“El mundo perdido”  exploraría el fenómeno de la extinción, y la novela va por un camino muy diferente que al de la película, donde optan por el entretenimiento puro y duro. No existe la parte del Tiranosaurio por la ciudad, ni nada parecido. La tercera película de la saga se convirtió en una “monster movie” tan mala que dan ganas de llorar, con unos maniquíes donde distinguimos que sólo son muñecos y unas pantallas azules que hacen sangrar los ojos. Si ya de por sí los personajes de los niños parecían irritantes en la primera película, (y lo de la barra fija de la segunda ya ni hablemos) el chico de la jungla de la tercera entrega hacía pensar que nunca había un velocirraptor cuando se le necesitaba. Además, los técnicos en efectos especiales aseguraban que en las anteriores entregas los dinosaurios estaban mucho peor hechos y que ahora lo habían arreglado, cosa que me pareció una mentira descarada.

Estaba en proyecto una cuarta entrega, en la que el ejército de los Estados Unidos decidía usar a los animales como armas, aunque en diferentes versiones del guión se veía cómo eran los propios dinosaurios quienes aprendían a manejar armamento por su cuenta. Desgraciadamente (porque somos unos morbosos y en el fondo queríamos ver a un Velocirambo), esa película nunca verá la luz ya que la prematura muerte de Michael Crichton en 2008 acabó con su posible participación. Desde entonces se ha escuchado que planean un “reinicio” de la saga, es decir, tres películas más donde no importen los acontecimientos de las entregas anteriores. Lo cierto es que es uno de tantos rumores que hay al cabo del día, y si en algún momento volvemos a escuchar ese familiar ronroneo de los velocirraptores, no podremos dejar de acordarnos de Ian Malcolm y cómo, mientras ligaba como quien no quiere la cosa a Ellie Satler, nos explicaba la Teoría del Caos.

 


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