No entiende la que se ha montado alrededor del bebé de Bescansa. Ni que un bebé pueda generar polémica. Bueno sí. Porque llevar un niño al trabajo es una realidad incómoda. Porque los niños molestan. Claro que hay guarderías en el Congreso pero lo que la diputada ha querido poner de manifiesto en ese primer día de cole parlamentario es que la conciliación familiar en este país son los padres. La madre, más concretamente.
¿Era necesario llevar su vástago al tajo? No, claro que no. Porque Bescansa tiene opción. Pero justo en ese primer día, ése en el que las cámaras estaban apuntando, ha puesto el dedo en la llaga. La visibilidad de los niños en el terreno laboral es material sensible.
La diputada Bencansa con su hijo en el Congreso
Alguna vez, ve uno, como si fuera un unicornio. El progenitor –generalmente la madre- lo trae al trabajo porque está malito, es festivo o directamente no tiene con quién dejarlo. Y el entorno se hace el comprensivo pero en el fondo piensa que menuda impresentable porque la oficina no es lugar para los pequeños.
Como tampoco lo es el gimnasio. Donde las madres extenuadas que quieren –oh, egoístas- tener un rato para sí tienen que cargar con los menores y enchufarlos en la ludoteca del exclusivo gym donde después corretean entre señoras en bolas en el vestuario. Privilegiadas.
Pero ¿qué ocurriría si el trabajo sí fuera lugar para niños? Si la conciliación fuera un hecho. Hace años, una eminente investigadora de este país le comentó que pudo ser quien es porque tuvo la fortuna de que le colocaran una cuna en su despacho y poder atender criar a su hijo mientras trabajaba. De esto hace más de 20 años.
Mientras, en una dimensión paralela, las mujeres tendrán que aguantar tanto si no agotan la baja maternal porque aman su carrera como si la amplían para disfrutar de su descendencia.