Revista Religión

El discípulo vio y creyó... Pero, ¿que vio?

Por Santos
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Siguiendo con la línea de estos días y por la importancia de la Pascua, continúo alejándome de las vidas de santos (traicionando en algo el espíritu y origen del blog) para dar otras pistas que nos acerquen al Gran Misterio de la Pascua. Hoy quiero traeros el descubrimiento y reflexión de un sacerdote italiano, no un teólogo sino un sencillo párroco, que a partir de una intuición y siendo un gran conocedor del griego, ha releído el texto que se lee el Domingo de Pascua, que culmina solemnemente diciendo que el discípulo "vio y creyó". Este sacerdote, Don Antonio Persili, publicó (a sus expensas, pues nadie se interesó por su obra) sus teorías en el libro Sobre las huellas de Cristo Resucitado. Con Pedro y Juan como testigos oculares. Está claro que aquí solo os ofrezco un resumen muy resumido de la idea y concepto del libro, espero entendáis lo que quiero decir. Como hay muchas cosas por explicar, por favor, prestar atención a las notas del final:

1. El texto evangélico:
Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos caídos, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Vio los lienzos caídos y el sudario que había estado sobre su cabeza no caído con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó”. Juan 20 3-8.

2. ¿Que vio Juan, que le hizo creer?
Esta es la gran pregunta, que muchos se han hecho y pocos han respondido. Es evidente que el solo hecho del sepulcro vacío no sería, eso o convence a nadie. Según Parsili, las traducciones, que siempre toman de la Vulgata Latina cometen un error de traducción, que ya cometió la traducción latina de San Jerónimo (1). Lo primero que lo prueba es que la Vulgata Latina pone “vio” por tres veces, pero el original griego utiliza tres verbos distintos, en este orden: “béplei, theórein, eíden”. Que bien traducidos dirían: “constató, contempló, vio plenamente”. O sea, intencionalmente hay una progresión en el “ver”, que va del simple comprobar, a tener la certeza plena. Sabemos que en evangelio nada es casual, y en San Juan menos, así que hay toda una intención en estos verbos, que expresan como pasa el discípulo amado, de la duda a la fe en la Resurrección. Lamentablemente, las traducciones pierden esta riqueza con el simple “vio”.

Parsili, siguiendo con el original griego, demuestra que “los lienzos caídos” (othónia keímena), en realidad dicen “las cintas extendidas(2). El verbo “keimai” no significa caído, sino "yacer, tumbar, extender en posición horizontal", y más aún, se usa para destacar que lo descrito está en posición horizontal, con respecto a otra cosa que está en vertical o en una posición distinta. O sea, que “keímena tà othónia” sería en realidad “las cintas estaban extendidas”. Es el primer indicio de lo que vio Juan: las cintas extendidas, sin roturas ni deshechas, sino tal cual, pero extendidas sobre la losa que todo sepulcro tenía para poner cadáveres.

Pero, ¿que había además, solo visible en el interior del sepulcro y que hiciera escribir que la posición “extendida” de las cintas era llamativo con respecto a eso otro? Nos lo dice el versículo 7: … “el sudario que había estado sobre su cabeza no caído con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte(3). Aquí hay un punto crucial, el griego dice literalmente: “allà chorís entetyliménon”, lo cual, como sabemos está traducido como “enrollado en lugar aparte”. Pero es que el verbo “entylísso”, cuyo participio es entetyliménon, significa envolver, no enrollar. El sustantivo es “entyle”, que corresponde a envoltorio o cubierta y se utiliza para describir objetos que pueden ser envueltos o cubiertos, pero no doblados, plegados o enrollados sobre sí mismos.

Si fuera poco, Juan utiliza la conjunción adversativa “allà”, (pero), acompañado del adverbio “chorís” (separadamente, diferentemente, contrariamente), que al unirlos, vienen a formar la frase “por el contrario” señalando que si las cintas estaban extendidas, el sudario estaba “por el contario, envuelto”.

Y el versículo termina con la relevante frase “eis éna tópon”, traducido normal y erróneamente como “en un lugar aparte", cuando debía ser “en su sitio”. Perdonad que me salte la larga explicación filológica del asunto, porque es demasiado para aquí, para exponer su resultado: Es sabido ya, que la palabra “tópos” no significa “lugar”, sino que indica posición, o sea, la posición de algo en un lugar. Y las palabras “éis éna” (en una) señalarían dicha posición. "Éna" es un numeral que indica uno, pero como no podría decir que el sudario estaba en “una posición” porque esto no dice nada, habría que darle el otro sentido que se le puede aplicar, y es: “única” o “singular(4).

3. Y veamos el texto rehecho:
Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose constató las cintas extendidas, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Contempló las cintas extendidas y el sudario que había estado sobre su cabeza no extendido con las cintas, sino por el contrario envuelto en una posición singular. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio plenamente y creyó”. Juan 20 3-8.

¿A que parece otro texto? Es que esta traducción directa del griego sí dice lo que vio Juan: la sábana, las cintas y el sudario habían sido traspasados por el Resucitado, sin romper ni manipular las piezas de tela. Las cintas estarían extendidas sobre la losa, aun envolviendo la sábana, pero ¿y el sudario del rostro? Que posición singular tendría? Parsili concluye que, resecado por el ungüento y la sangre, tendría la forma del rostro del Redentor, por eso no estaría extendido, sino en forma “singular”, envolviendo aún el sitio donde estaría la cabeza. Es aventurada la opinión de Parsili, pero sí es cierto que “algo” vio Juan en ese sudario que estaba en forma relevante con respecto a las cintas que envolvían la sábana.

Y sobre la importancia de dicha comprobación, será en el próximo artículo, que este se queda ya muy largo. Espero sus comentarios, análisis y correcciones. O si algo no entendéis, me digáis.


(1) No es caso único. Ya hoy se sabe que “el camello” que pasa por el ojo de una aguja no es un camello como tal, sino un tipo de cuerda gruesa para atar fuertemente. De ahí que sea tan imposible que pase por el ojo de una aguja.

(2) Estas cintas eran trozos de la misma sábana con que se envolvía el cadáver. El objetivo era atarlo fuertemente. Además, ayudaban a la absorción de la sangre de un muerto por heridas; esta sangre no debía derramarse más de lo debido, según la ley, e impedían que los familiares vivos tocaran dicha sangre y al mismo muerto, con lo que habrían incurrido en impureza. Por otro lado, favorecían que el ungüento de mirra y áloe no se evaporara tan pronto y permaneciera por más tiempo en el cuerpo.

(3) El sudario, no necesariamente usado solo en usos funerarios, era otra pieza de tela, como un pañuelo. En este caso usado para lo mismo que las cintas, retener sangre, que suponemos que brotaría de la cabeza de Cristo al quitar la corona de espinas. Y también ayudaba a la retención de los ungüentos. Juan aclara que estaba sobre la cabeza, separando del que se ponía en el interior, sujetando la mandíbula y que no era visible.

(4) Es el uso dado en otros pasajes evangélicos: único, incomparable, de validez única.


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