Queridos académicos de las colinas hollywoodienses, reclamo encarecidamente un Oscar para Colin Firth, por haberme convencido hasta la médula en el papel de un rey tartamudo, obligado a salirse de una recta y disciplinada educación para ser capaz de hablar en público. No me creo a aquel que no se haya emocionado con su interpretación, llena de matices, del carácter recio al miedo más infantil. Interesante y sublime.
Tampoco perdería de vista a esta película como posible ganadora a Mejor Guión Original. En un periodo de entre guerras, en el que Hitler empieza a molestar demasiado, me parece muy original poner el foco en un problema que suena a nimio al lado de la gestación de una gran guerra. Que llegue a emocionarte el hecho de ver cómo una persona va superando sus problemas con el habla mientras declara una guerra, me parece impresionante. Pero mejor que la veáis y os planteéis vosotros mismos esa dualidad. Para mí es uno de los detalles que más me han gustado y por lo que más me ha convencido la película.
Intentaré ver otras candidatas en estos días.