Por Antonio Costa Gómez
1. El diseño es una plaga
El diseño moderno lo destroza todo en todas partes. Con ese minimalismo frío y árido es como una bomba nuclear. Acaba con toda forma de vida, de animación. Acaba con todo sentimiento, con toda humanidad. Lo corta todo geométricamente sin piedad. Lo resume todo hasta la aridez, lo quita todo para darte dos líneas y tres párrafos. Esperes lo que esperes, solo te dan tres rombos y una máquina con códigos. Ya no busques comunicarte con el espacio, encontrar algo en él que te hable. Se acabaron las tabernas que te hacen vivir o soñar, se acabaron los restaurantes donde estás a gusto con alguien y se lo dices, y le cuentas parte de tu vida. Se acabaron los locales como refugio donde te encuentras en tu casa.
No, ahora estos dictadores del gusto te cortan y te guillotinan. Te eliminan el brazo si les estorba y también la mirada o las orejas. Y exigen que no palpites ahí. Encógete en esos triángulos, come tu comida resumida o hegeliana en el fondo del plato, no te expreses ni se te ocurra decir nada. No pretendas estar cómodo y sentirte a ti mismo. Todo eso está demás, ahora tienes que rendir pleitesía al diseñador, aceptar que el manda, ponerte muy derecho porque la silla no tiene respaldo. O porque está muy alta y mantenerte allá arriba mientras hablas con miedo a caerte. Qué digo hablar, no se te ocurra hablar, di cuatro fórmulas que estén de moda y pórtate bien. No vayas a ser tú mismo, ser tú mismo es una rebeldía. Y la rebeldía no está de moda, es algo sucio que debe anularse.
El diseño acaba con todo en todas partes, acaba contigo y con todos. Y lo arrasa todo. Y no pretendas ser tú mismo, porque eso es reaccionario. Un poco de sombra donde esconderte, donde explayarte, no la busques. El diseño sin piedad no la contempla.
2. El diseño y todo es ataúd
En Salamanca hay una plaza donde se ven unos bancos de cemento en forma de rombos. Parece una exposición de ataúdes. Eso es el diseño actual. No tienen respaldo, no tienen adaptación ninguna al hombre que puede sentarse. El sentado estará en tensión, estirado, manteniendo a duras penas el equilibrio, angustiado como un ser perdido de Kafka. No se hizo el asiento para él, sino él para el asiento. Es un ente vacío o vaciado que debe adaptarse a ese vacío.
El hombre sentado no importa, solo importa el diseñador. Le impone su prepotencia, su rigidez, su angulosidad. Sus ángulos de guillotina. Dentro no cabe la vida, el movimiento, el dejarse estar. Esos asientos son la imagen misma de la muerte, como todo el diseño actual.
Son la imposición de lo cerebral, de lo árido, de lo geométrico. Son el dominio del concepto sobre la vida, de la pobreza y la aridez sobre la variedad y la flexibilidad. Has de mantenerte rígido, has de reprimirte a ti mismo, si estás en manos del diseño. Manda en ti la pedantería sin vida, la abstracción impersonal, la pijería y l cursilería feroz. Manda en ti el triángulo que lo cercena todo y te cercena a ti mismo. No se te ocurra ni respirar.
Esos asientos son ataúdes y todos los locales actuales de diseño son también ataúdes. Con luces de comisaría que no te dejan donde esconderte. Con líneas rectas y ángulos. Negando toda sombra donde cobijarte. Negando toda curva, todo refugio. Son como el ejército llevado a toda la vida. Son como el puritanismo y el asesinato exquisito.
Y los que viven en eso se creen unos elegidos y se estiran. Porque se mantienen al margen de la vida. Porque niegan toda personalidad y toda imaginación. Y encima son el mismo diseño en todas partes. Lo meten todo en vereda, le imponen su forma árida a todo. Le imponen su simplicidad asesina al mundo. No se te ocurra ni respirar ahí dentro. Respirar es vulgar, es vulgar estar vivo. Si eres de diseño te mantienes sin respirar y con tus manos convertidas en figuras geométricas. A la variedad de la vida le llaman con displicencia álbum. A la vitalidad de la planta le oponen el triángulo muerto. Son elegidos y son pijos porque están por encima de la vida, en su cursilería helada. Porque encima pagan el triple por esos productos fríos y muertos. Porque la vida es vulgar y ellos sustituyen el mundo entero cambiante y movido por la exquisitez helada de su cabeza. Y configuran el mundo sin piedad a su manera convirtiendo todo en triángulo. Incluso las montañas serán triángulos, incluso la nariz de su novia se volverá un triángulo. Qué digo, las montañas y las novias son vulgares y demodés, lo exquisito son los triángulos de diseño. Y la comida helada de diseño y los ríos inmovilizados de diseño.
Niegan la vida con su puritanismo cursi y se creen superiores. Incluso el rostro de su madre es demasiado variado y vivo, lo convertirán también en un rombo. Hay que meterlo todo en el diseño y que no ose moverse. Y que venga el reino del aburrimiento y la rigidez. Y todos los objetos iguales en el mundo entero. En todos los rincones del mundo ese mismo triángulo mental.
Y si escribo un libro contra eso me dicen que es un álbum, que está demasiado vivo. Mi propio libro tendría que ser un triángulo, un silogismo. Yo tendría que entregarme también a la cursilería. Meterme en un ataúd de esa exposición de ataúdes. Y estarme calladito, y no levantar una palabra por encima de otra. El mundo entero será un flan helado o un ataúd exquisito de hormigón.
3. Escóndete o te diseñan
El diseño moderno lo destroza todo en todas partes. Con ese minimalismo frío y árido es como una bomba nuclear. Acaba con toda forma de vida, de animación. Acaba con todo sentimiento, con toda humanidad. Lo corta todo geométricamente sin piedad. Lo resume todo hasta la aridez, lo quita todo para darte dos líneas y tres párrafos. Esperes lo que esperes, solo te dan tres rombos y una máquina con códigos. Ya no busques comunicarte con el espacio, encontrar algo en él que te hable. Se acabaron las tabernas que te hacen vivir o soñar, se acabaron los restaurantes donde estás a gusto con alguien y se lo dices, y le cuentas parte de tu vida. Se acabaron los locales como refugio donde te encuentras en tu casa.
No, ahora estos dictadores del gusto te cortan y te guillotinan. Te eliminan el brazo si les estorba y también la mirada o las orejas. Y exigen que no palpites ahí. Encógete en esos triángulos, come tu comida resumida o hegeliana en el fondo del plato, no te expreses ni se te ocurra decir nada. No pretendas estar cómodo y sentirte a ti mismo. Todo eso está demás, ahora tienes que rendir pleitesía al diseñador, aceptar que él manda, ponerte muy derecho porque la silla no tiene respaldo. O porque está muy alta y mantenerte allá arriba mientras hablas con miedo a caerte. Qué digo hablar, no se te ocurra hablar, di cuatro fórmulas que estén de moda y pórtate bien. No vayas a ser tú mismo, ser tú mismo es una rebeldía. Y la rebeldía no está de moda, es algo sucio que debe anularse.
El diseño acaba con todo en todas partes, acaba contigo y con todos. Y lo arrasa todo. Y no pretendas ser tú mismo, porque eso es reaccionario. Un poco de sombra donde esconderte, donde explayarte, no la busques. El diseño sin piedad no la contempla.
Escóndete o te diseñan. Hoy se diseña todo, se manosea todo, se artificializa todo. Nada merece aprecio ni respeto, nada vale nada, no existe la naturaleza o la naturaleza es una mierda, nada hay original que esté por encima de nosotros, de nuestra pequeña cabeza arrogante que se cree superior a todo, que lo desprecia todo. Mejor dicho, yo sí admiro tantas cosas y deseo aprender de ellas y alimentarme de ellas. Y no creo ni por asomo que mi cabeza sea superior a todo.
Pero sí lo cree el pijo caprichoso con dinero o con ciencia para manearlo todo, que convierte a las mujeres en muñecas, a la tierra entera en la gran muñeca para servirle, y no respeta nada ni aprecia nada. No existe para él espíritu o libertad que estén por encima de él, sus manos pueden manipularlo todo, nada vale tal cual es si antes no lo manosean sus manos. Y tú y yo también somos puro plástico en sus manos, no tenemos personalidad, ni libertad, no somos personas únicas, y si lo somos eso no vale nada, tampoco vale nada el planeta entero. Todo el cosmos está al servicio de sus caprichos, y nada hay superior a su mente infatuada y controladora, a su mente caprichosa sin sensibilidad para nada.
El pijo con ciencia y técnica, y con dinero y poder, hará cuanto se le antoje con todo, con las cosas y las personas (solo son cosas también), con el planeta entero y con los árboles, con la cara de su tía y con la música de Mozart. Es la ley del diseño y de la tecnología, y del fabricarlo todo y del convertir todo en un producto. Ese pijo caprichoso te va a diseñar a ti y a tu madre, a los bebés futuros y a los cromosomas, al clima y a las mariposas. Y el mundo increíble que tardó millones de años en darse forma se convertirá en el mundo miserable de su cabeza infatuada de pijo.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, NO DISEÑADO
FOTO: CONSUELO DE ARCO