Revista Cine
Pep Guardiola vestido de oscuro riguroso: mirada al frente y expresión algo ausente. Luego se pondrá de pie y apretará los dientes. Es el minuto de silencio que, supongo que por empatía, no creo que haya obligación, dedica el Bayern de Munich, en su partido de hoy a la memoria de Tito Vilanova. Y es el primero de los detalles que el mundo espera de Pep Guardiola, el mundo en general, pero el mundo barcelonista en particular. Cierto sector tiene demasiado en cuenta que Guardiola se fue, por voluntad propia, por razones que no quedaron claras (y todo lo que no es claro, es turbio, o es oscuro, o es misterioso), y el rencor es algo demasiado presente en el corazón de la gente. Tierra de acogida que somos, qué mal acogemos a quien vuelve después de haberse ido.Se espera de Guardiola que esté a la altura en lo relativo a la muerte de Tito Vilanova. Que se emocione, pero sin exagerar, sin teatralizar esa emoción. Pero peor aún si no se emociona, si simplemente acude a algún acto y mantiene el digno y respetuoso silencio de quien ha compartido tiempos mejores, pero que éstos forman parte del pasado. El punto intermedio, el equilibrio, es un intervalo muy concreto que combine sentimiento sincero y carezca de cualquier sentido de la compensación por las discrepancias habidas. Incluye un silencio casi completo, pero necesita de alguna palabra, aunque sea cortada por la emoción. Incluye un discreto segundo plano, como persona que no formaba parte del hoy, pero que dispone de un poderoso peso en el ayer. También porque no es un familiar y es la familia quien está en el epicentro del dolor. Importante: hablamos de relaciones profesionales, sí, vividas con la intensidad del deporte y los triunfos, y con un pasado arraigado en adolescencia y juventud, pero de relaciones a las que el ejercicio de la profesión enrareció: de una profesión en que fluye el dinero, los celos, las envidias, los malos entendidos, los momentos tensos. Todo el mundo espera que Guardiola esté a una altura que es muy difícil de establecer.O en su defecto, que el martes le gane al Madrid, y en algún momento mire al cielo.