Éramos tan felices él y yo...
No necesitábamos nada más que estar juntos y mirarnos a los ojos para entender qué es la eternidad, una vida entera cabía en tus ojos color miel, todo el amor que me pudiera faltar estaba ahí, no me hacía falta buscarlo en ningún otro lugar más que en tu mirada limpia y llena de luz.
Era fácil la vida a tu lado, me querías sin importar la belleza, ni el dinero, ni las comodidades, no había dudas ni incertidumbre, todo era verdad en tu pequeña y maravillosa existencia.
Éramos tan felices con tan poco...
No necesitábamos más que recorrer las calles de Toledo todos los días y dejar nuestras huellas para siempre en cada una de las piedras. Sólo necesitábamos caminar al lado del Tajo y ver la vida fluir de la misma manera que el río discurre hasta el mar, sorteando las pequeñas y grandes dificultades siempre juntos.
Éramos tan felices con tanto amor...
No necesitaba nada más que escuchar tu respiración en la noche y esperar tu visita cada mañana para saber que, si había hecho algo bueno en la vida, era tenerte a mi lado. En los días tristes eras el consuelo que nunca creí que tendría, el más sincero y generoso. En los días alegres eras el calor que da la felicidad, la esperanza recuperada, la luz después de la oscuridad.
Ya no necesitaba nada más, era tanto y a la vez tan simple...
Éramos tan felices...
Ahora que no estás y sólo recuerdo nuestra despedida, intento buscar las palabras para evocar los recuerdos que me devuelvan los felices años a tu lado y me hagan darme cuenta del privilegio de haber compartido mi vida contigo, de haber podido conocer qué era el más puro amor, la más bendita inocencia y la alegría infinita de saber que siempre me esperarías hasta el último de tus días.
Éramos tan felices...
Y el recuerdo de esta felicidad es lo único que podrá curarme de esta infinita pena, de este dolor inmenso que me ha congelado el corazón. ¿Quién podrá entender el vacío que dejaste? Sólo puede explicarlo el silencio, ya no hay palabras que expresen lo que es la vida sin ti.
Adiós, mi amor, espérame al final del camino nevado porque yo siempre te buscaré allí donde encontramos la paz.