Revista Cultura y Ocio

El dueño del secreto

Publicado el 03 junio 2018 por Rubencastillo
El dueño del secreto
No concibo mejor reclamo para los lectores que reproducir la frase con la que el escritor de Úbeda comienza esta espléndida novela: “En 1974, en Madrid, durante un par de semanas del mes de mayo, formé parte de una conspiración encaminada a derribar el régimen franquista”. ¿Cómo no sentirse seducido con un arranque tan prometedor? El narrador de la obra es un estudiante no muy desenvuelto, al que el abogado Ataúlfo Ramiro contrata ocasionalmente como mecanógrafo para que lo ayude en sus pleitos. Su interés por la política es más bien relativo (carece del feroz extremismo de su amigo Ramón, junto al que vive en una pensión de medio pelo), pero cuando le llega la noticia de que han ejecutado ignominiosamente “al anarquista catalán Salvador Puig y a un confuso delincuente húngaro o polaco que se llamaba Heinz Chez” termina de perfilarse su animadversión hacia la anacrónica dictadura que estaba padeciendo España.Un día, de forma más bien inesperada, recibe la invitación para unirse al complot que, con la estrecha colaboración de fuerzas económicas y militares, pondrá fin al poder de Francisco Franco, al que define como “el enano mineral, el galápago eterno”. Durante los días que faltan para el pronunciamiento que restituya la normalidad e instaure la Tercera República, el protagonista tendrá que morderse los labios y no compartir la información de la que dispone con nadie. Ni siquiera con su compañero de vivienda. Ni siquiera con su novia, que aguarda en el pueblo la terminación exitosa de sus estudios en la capital. Pero los secretos (todos somos conscientes) no resultan fáciles de mantener, y menos cuando tienen el calibre del que él cobija dentro de su corazón.Nada se antoja necesario añadir para quienes conozcan el talento y el talante de Antonio Muñoz Molina porque, con una engañosa facilidad y con una solidez constructiva fuera de toda duda, alcanza en esta novela un nivel de perfección casi gracianesco: pocas páginas le bastan para sumergirnos en una historia magnética, tan imaginativa como sencilla, en la que la insinuación obra con más eficacia que los alardes documentales. Tiene, además, un final melancólico de primer orden, que pone el corazón en un puño. Ternura, nostalgia, civismo y honestidad, servidos en la mejor bandeja literaria posible. Imposible pedir más.

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