A finales del siglo XX se acelera la recuperación. Los hijos de la Sierra Norte, ya jubilados, pasan aquí largas temporadas y retoman viejas tareas (el huerto, las colmenas, recogida de espárragos,…) Las mujeres recuperan recetas (gachas, migas, puches, …); hacen conservas y mermeladas, … vendiendo los excedentes. Se recuperan costumbres: tertulia en la calle, tomar el fresco y/o el sol en la plaza,.. Atraen hijos, nietos, amigos,…y algunos se quedan. Descubren rincones muy hermosos, naturales y de los otros. Esta nueva visión los conecta con la historia y la tradición. Se despierta la conciencia ecológica.
Nacen las Brigadas anti-incendios, donde trabajan jóvenes que se instalan en la Sierra, y se protegen espacios naturales. Se empieza a valorar lo antiguo, lo genuino: molinos, casas, almazaras, fuentes, … que refuerzan el orgullo del pueblo. Porque son diferenciadores, de gran valor; es la conciencia popular.
Los vecinos se organizan, recuperan fiestas y crean otras nuevas. La Administración mejora infraestructuras y los ayuntamientos desarrollan planes de urbanismo para proteger la fisonomía de su pueblo, que le dan los materiales de la zona: pizarra, caliza, adobe, gorrones, madera, …Son los pueblos coloraos, de la arquitectura dorada, pueblos serranos, pueblos negros,…
Ayuntamientos, vecinos, prensa, amigos y amantes de la tierra hacen una apuesta de futuro y dedican su esfuerzo a poner la Sierra Norte en valor. Quizás porque ven al turismo rural como motor de desarrollo de la comarca. ¡Es el efecto 2.000!
Lar-ami
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