En la época de la dominación británica en la India, el gobierno colonial tenía una preocupación: el incesante crecimiento de la población de serpientes cobra, cuyo veneno es altamente letal. Así pues, se propuso una estupenda medida para luchar contra dicha alerta: ofrecer una recompensa a cada serpiente cobra que fuera entregada muerta.
Dicha medida consiguió en un principio que las serpientes cobra se redujeran. Sin embargo, con el paso de los meses, los ciudadanos comenzaron a dedicarse a la cría casera de serpientes, las cuales posteriormente mataban para obtener la recompensa.
Al darse cuenta de ello el gobierno, eliminó la medida. Esto tuvo efectos aún más nocivos en el país: todas las serpientes que estaban siendo criadas fueron soltadas libremente ya que los ciudadanos a partir de entonces no obtendrían ninguna recompensa. Finalmente, la población de serpientes cobra había aumentado respecto a la inicial como consecuencia de la medida del gobierno.
Todo un prodigio político, vamos.
Pero como el ser humano es el único animal que cae más de dos veces en la misma trampa, un suceso parecido tuvo lugar en la Vietnam, en tiempos en los que era colonia francesa. El gobierno promovió un programa que ofrecía dinero por cada rata que mataran los ciudadanos con la intención de erradicarlas. Para demostrar que habían matado una, debían entregar exclusivamente la cola del animal. Esto provocó que los ciudadanos que se dedicaban a cazar ratas las capturaran, les cortaran la cola y las liberaran sin matarlas, para que así pudieran procrear y las ratas (y, por ende, sus colas) aumentaran, lo que haría que pudieran cobrar más recompensas.
Otro hito de gestión pública, por no hablar de la moral de superioridad en la que el propio ser humano se hace a sí mismo juez y se confiere el derecho a vulnerar o eliminar todo lo que le rodea, incluidos los animales.
En la actualidad hemos asistido a numerosas medidas públicas que han pretendido solucionar un problema y, en su lugar, lo han empeorado mucho más. El “efecto cobra” originado en la India da nombre a este fenómeno, que nos recuerda el exquisito cuidado que se ha de tener en la puesta en práctica de determinadas políticas públicas. Cosa que con frecuencia los distintos gobiernos no entienden. La economía es muy delicada. Y esto es algo que a menudo la gente no comprende con facilidad. Si tratas de reparar un hilo, es muy difícil que no se mueva lo que pende de ese hilo, o que se desequilibren los hilos anejos. La economía es un ejercicio de tensiones muy bien pensadas que como alguien dijo alguna vez llevan al equilibrio, pero también pueden acabar con él.
Las subvenciones públicas se han ganado a pulso ser el paradigma actual de este efecto cobra.
Una subvención para rentas bajas, al establecer un umbral por debajo del cual se define la “renta baja”, es decir, quién es el perceptor o no de dicha subvención, consigue en algunas ocasiones que la gente no declare determinados ingresos para quedarse por debajo del umbral que le permite recibir dicha subvención, con el consiguiente incremento de las personas que tienen bajos ingresos en esa población y la caída de la renta media una vez que entra en vigor la medida (como si hubiera más pobreza tras la medida que antes).
En Estados Unidos, durante el gobierno de Johnson, se promulgaron un conjunto de medidas que trataban de reducir la pobreza (“War on Poverty”). Una medida otorgaba un subsidio a madres solteras. Esto tuvo como resultado un aumento anormal de este tipo de madres por la penalización en la percepción de ingresos que suponía casarse. No porque las madres se quedaran embarazadas para percibir la ayuda, sino porque preferían no casarse para obtenerla. El matrimonio era como una penalización. Una vez que se casaban, sus ingresos podían reducirse entre un 10% y un 20% como consecuencia de esta medida, y otras que también han perjudicado comparativamente el matrimonio después. Aunque la voluntad de la medida fuera bienintencionada. Así, el número de matrimonios ha descendido en Estados Unidos desde entonces.
También se ha demostrado que el programa Medicaid ha generado un empeoramiento de la salud de los niños, ya que las familias eran incentivadas a inscribir a sus hijos en él para ahorrarse recursos, en lugar de pagar un seguro privado, con la consiguiente caída en la calidad de atención médica.
Otro caso que se ha dado ha sido con las subvenciones a viviendas en zonas que tienen un alto riesgo de huracanes, terremotos o inundaciones. El efecto de algunas de estas medidas en algunos países ha sido que la demanda de vivienda en esas zonas de riesgo se haya incrementado: cuando llegan los problemas, hay más viviendas y ciudadanos en riesgo de las que habría sin la subvención.
Y cómo no, en nuestro país también tenemos prolíficos ejemplos de ello. Qué decir tiene que algunas medidas orientadas a conciliar la vida laboral y familiar o a mejorar la presencia femenina en el mercado de trabajo han provocado justamente lo contrario. Aquí, un trabajo que demuestra que la Ley para la Conciliación de la Vida Laboral y Familiar de 1999 en España ha logrado precisamente que las mujeres tengan más difícil el hecho de encontrar un trabajo, tener un contrato indefinido o conciliar.
Las prestaciones por desempleo y algunas políticas activas son otro de los ejemplos de los que estamos acostumbrados a oír hablar. Unas cuantías generosas y duraderas desincentivan la búsqueda de trabajo, en lugar de propiciarla, que se supone que es para lo que están diseñadas.
Pero también fuera de la economía podemos encontrar algunos ejemplos. A título de curiosidad, el “efecto Streisand” surgió cuando la propia cantante norteamericana Barbara Streisand denunció a un fotógrafo que había hecho una foto de la costa californiana para una campaña de publicidad. En dicha foto, se encontraba la vivienda de Streisand, quien alegó que esa campaña vulneraba su derecho a la intimidad. Tiempo después, la campaña de publicidad, que en un principio había podido pasar desapercibida, ya había tenido tanta repercusión mediática por dicha denuncia que desde luego la vivienda de la cantante ya era conocida por todo el país.
Todo esto nos lleva a lo de siempre: es conveniente que se insista en evaluar las políticas públicas. En todo momento, debemos ser conscientes de sus efectos, porque a veces no son lo que parecen. O al menos, no lo que nos venden. Y si no, que se lo digan a Barbara Streisand.
¡Y feliz verano a tod@s!
Fuente de la imagen de portada: blogodisea.com
