El conocido como efecto Meselson es un concepto previsto por la evolución más de 20 años atrás. Pero no ha sido hasta ahora que los científicos han demostrado esta pieza de la "teoría de la vida".
Todos, tú, yo, tus amigos, tu mascota, cualquier ser vivo... poseemos ADN. Genes. Un genoma. Todas estas palabras son diferentes maneras de nombrar al libro de instrucciones que le explica a cada célula y cada molécula de nuestro cuerpo qué y cómo lo tiene que hacer. El resultado es el organismo que se completa al final del proceso. Hace unos sesenta años, sin embargo, la existencia y función de este sistema no estaba tan clara. Por entonces, muchos dolores de cabeza, muchas discusiones y muchos experimentos fueron necesarios para desvelar el secreto de la vida.
El experimento Meselson-Stahl
Entre otras cosas, uno de los temas que más debate creo fue la transmisión de los caracteres. Es decir, ¿cómo pasan las características de padres a hijos? Por supuesto, la molécula de ADN, una vez entendida su estructura gracias a Watson, Crick y Franklin, tenía que tener un papel fundamental. Pero si esto era así, ¿cómo funcionaría a lo largo del tiempo? No somos iguales que nuestros tatarabuelos. De hecho, nos parecemos más a nuestros padres que a nuestros parientes lejanos, ¿verdad? Y ¿cómo funcionaría a lo largo de mucho, mucho tiempo? Hubo quien se planteó que el ADN tenía que tener, también, un papel protagonista en la evolución. ¿Pero cómo lo interpretaría? El corpus que forma lo que se suele llamar la teoría de la evolución es muy, muy complejo. Por eso, cada parte suele probarse por separado.
El experimento que realizaron los doctores Meselson y Stahl en 1957 tenía como finalidad comprobar una idea que por entonces resultaba loca: ¿y si en la reproducción se conserva una cadena y se construye una nueva? Para que lo entendamos: las cadenas de ADN están formadas por dos cadenas que se unen como si fuera una cremallera. Los dientes de dicha cremallera son exclusivos, por lo que cada cadena es una copia, con la misma información, pero de forma inversa con respecto a la otra (es decir, una cadena complementaria). Según la hipótesis de Meselson y Stahl, cuando una célula crea otra célula nueva, deja una copia de la cadena original en cada una de las células y copia a partir de esta su complementaria. Efectivamente, esto fue demostrado en el laboratorio usando átomos radiactivos (isótopos) de nitrógeno. Existe una gran diferencia entre la replicación, que hemos visto, y la reproducción sexual, la cual usa un proceso en el que se mezcla y se transmiten otros caracteres. Pero para ello hacen falta dos individuos y dos gametos (como los espermatozoides y los óvulos). Este mecanismo es especialmente útil en la evolución ya que permite adquirir nuevas características.
El efecto Meselson
Sin embargo, existen otros organismos asexuales, que no emplean la recombinación para adquirir nuevas características. Aquí es donde llegamos al efecto Meselson, el cual lleva el nombre de uno de los dos científicos responsables del experimento anterior. Imaginemos uno de estos organismos que posee, como nosotros, dos copias de su material genético. Es decir, de cada gen, tiene dos réplicas exactamente iguales. El efecto Meselson consiste en un proceso por el cual esas dos copias (conocidas como alelos), evolucionan independientemente una de otra, a lo largo del tiempo. Pero recordemos que no existe recombinación, ni ninguna manera mezclar los genes con otros nuevos, porque todos proceden del mismo individuo. Pero, y solo pero, si la evolución está en juego y existen mutaciones, aleatorias, en los genes, ¿no llegará un momento en el que ambos alelos, en inicio idénticos, sean por completo distintos? Si el efecto Meselson es cierto, como se predice, tendremos un individuo, un ser vivo, con dos copias que en realidad son capaces de dar un "mapa genético" completamente distinto. Pues, este mismo efecto es elque se ha mostrado tan elusivo hasta el momento.
Demostrando otra pieza de la evolución
Lo que han conseguido los investigadores de Glasgow ha sido, precisamente, demostrar que el efecto Meselson ocurre no solo en la teoría, sino en la realidad. Para ello han usado las muestras genéticas obtenidas a partir de Trypanosoma brucei. Este pequeño parásito es el causante de la enfermedad del sueño, portada por la mosca tsé-tsé. Lo que han hecho, básicamente, es coger el genoma, es decir, el material genético, y secuenciarlo. Lo que se consigue así es un "mapa" genético. Para poder demostrar la existencia del efecto Meselson, han secuenciado el genoma de 85 parásitos obtenidos desde 1952 hasta 2004 entre Guinea, Camerún y Costa de Marfil. Este tremendo trabajo ha dado como resultado un enorme "mapa" tanto "geográfico" como temporal de la distribución del parásito.
Poniendo estos datos sobre la mesa y analizándolos, teniendo en cuenta la imposibilidad de recombinación de los parásitos analizados, el equipo apunta a que todas las subespecies analizadas provienen de un único individuo. Esto es, un único parásito, el cual vivió hace unos 10.000 años. De ahí, los parásitos fueron dividiéndose y desplazándose, evolucionando de manera distinta. Además de esta comparativa, los investigadores también han mostrado cómo a falta de reproducción sexual y de otro mecanismo de transmisión de genes, Trypanosoma utiliza un mecanismo llamado "conversión de genes" que, junto a la mutación, permite al parásito evolucionar.
Como explicábamos antes, esta es solo una pieza más. En concreto, esta habla de cómo los animales y seres vivos que no pueden usar el sexo para evolucionar emplean otros sistemas ya predichos tiempo atrás. Lo único que ha conseguido el equipo de científicos es demostrar algo que se sospechaba de manera empírica, con un experimento que ha requerido la información de más de sesenta años. Pero es que la evolución no es una cosa sencilla de comprender. Ni tan siquiera de observar. Eso a pesar de que la vemos todos los días en acción.