Leo en el libro Los árabes del mar, de Jordi Esteva, que ciertos sanadores del Islam, para curar enfermedades relacionadas con espíritus o djinns, pueden prescribir Combé. Al parecer esta prescripción consistía (o consiste, qué sé yo) en escribir con tinta de azafrán una frase del Corán en un papel que se guarda como amuleto. En el momento indicado -existen libros para consultar cuándo se debe preparar y cuándo se debe utilizar el amuleto- se sumerje el papel en agua de rosas. En unos minutos la tinta de azafran se disuelve y el paciente debe beber el agua con el verso del Corán "diluido" para curarse.
Es una terapia interesante, aunque sea por lo elaborado. ¿Cuántas de nuestras intervenciones, financiadas por la seguridad social, tendrán el mismo fundamento con menos glamour?
Por asociaciones de ideas, llego al efecto placebo, lo importante que puede llegar a ser el propio contexto terapéutico y cómo venda el médico una determinada terapia a sus pacientes. En el Lancet se ha publicado recientemente este artículo en donde se revisa la historia y todos los aspectos relacionados con el uso de placebos. Al parecer el empleo de placebos comenzó en el siglo XVI cuando la iglesia, para identificar falsas posesiones demoníacas, mostraba a los "pacientes" objetos que parecían sagrados pero que no lo eran. Si el sujeto reaccionaba violentamente ante el objeto falso se sabía que el diablo no andaba por medio. Qué cosas.