En la anterior entrada comenté la historia del " Shogun perro", acabando con el sexto shogun que deshizo las leyes promulgadas por el anterior. La siguiente historia sucede en el mismo periodo, implicando al octavo shogun (1716-1745),Tokugawa Yoshimune.
Supuestamente, Yoshimune sentía interés por las cosas del extranjero. El único contacto de Japón con el exterior se realizaba a través de Nagasaki, en el extremo oeste de la isla de Kyushu, en el sur del archipiélago, donde se comerciaba con productos exóticos. Los comerciantes dibujaban sus productos para recibir peticiones del gobierno Tokugawa. En el 12º año de su gobierno, en 1728, Yoshimune ordenó importar elefantes. Se discute la intención. Algunos dicen que era para satisfacer su curiosidad, mientras otros alegan que su intención era promover el desarrollo industrial. El comerciante Qing (China), Zhèng Dàchéng (鄭大成) o Zhèng Dàwēi (大威), importaron una pareja de elefantes de Conchinchina a Nagasaki. Sin embargo, en el tercer mes de estancia en Nagasaki, murió la hembra de la pareja.
No era la primera vez que llegaron ni elefantes ni otros animales exóticos a Japón. Un barco portugués o español llevó un elefante y dos parejas de pavos reales, entre otros animales, en 1408. En 1575 llegó de Ming (China) un elefante y tigres al puerto de Hakata, en la misma isla de Kyushu. En 1597, el gobernador de Luzón (Filipinas) Luis de Navarrete Fajardo regaló otro elefante ("Don Pedro") a Hideyoshi Toyotomi, daimio que unificó Japón, llegando a Osaka para presentárselo, yendo luego a Kioto para presentárselo al emperador y a los kiotenses. El último elefante antes del sakoku llegó de Vietnam en 1602 como regalo para Tokugawa Ieyasu, junto con un tigre y dos pavos reales. Durante el sakoku siguieron llegando animales exóticos como un avestruz (1658), canarios (1709), un orangután (1792) y un oso blanco (1799). Pocos años después de este periodo, llegó un león (1865).
En resumen, el de 1728 era el quinto envío de elefantes y el primero durante el periodo Edo (1603-1868). Después de la travesía maritima, caminó 600 kilómetros durante 2 meses para llegar a Edo (Tokio), cruzando en barco los estrechos en su camino. El Zo-Shi (Registro del elefante) describe su tamaño: longitud de cabeza de 81 cm, longitud de la nariz de 99 cm, altura en la cruz de 1,71 m, circunferencia de 3 m y longitud del torso de 2,22 m.
Su llegada fue un momento histórico, pero no por el fin de su largo viaje, sino por la posibilidad de entrar al palacio del emperador. Solo aquellos con rango en la corte podían entrar. Como era natural, la criatura carecía de él, por lo que se le otorgó el Cuarto Rango Real (四位 - Shi'i) para que pudiera verlo el emperador Nakamikado y el emperador emérito . Sin embargo, a diferencia del elefante de Hideyoshi Toyotomi, este no era su destino, sino que tuvo que recorrer otros 400 kilómetros durante un mes para llegar a Edo. En Edo, desfiló por las calles para regocijo de sus habitantes y se albergó en el Hama-goten, una espaciosa propiedad gubernamental frente al mar y cerca del castilo de Edo.
Aunque el gobierno consideró terminado su costoso patrocinio después de cuidarlo durante 10 años, se quedó en el Hama-goten a falta de alguien que se lo llevase. En 1741, se le entrega a Uemon Horie, el jefe del pueblo de Nakano (El mismo donde en la anterior entrada se construyó la gran perrera) y al granjero Gensuke, que había estado al cuidado de la alimentación del animal. Gensuke le construyó un redil y quiso comenzar un negocio en el espectáculo aprovechándose de la rareza del animal. Por desgracia, en 1742, el elefante murió prematuramente a los 21 años por el frío y el hambre.
El gobierno tomó la custodia del cadáver y se quedó su piel. Según los registros, a Gensuke se le dio la trompa, el cráneo y los dos colmillos, con los que obtuvo beneficio económico mostrándolos en espectáculos durante mucho tiempo. Mucho tiempo después, un monje del templo Hosenji de Nakano se enteró de los huesos que conservaba la descendencia de Gensuke, comprándolos y conservándolos en el tesoro del templo para atraer visitantes. Tras la Segunda Guerra Mundial, tan solo quedaron unos fragmentos del cráneo.
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