Viajamos a Omán. Las autoridades omaníes han empezado a tomarse en serio el turismo y han optado por el de lujo. Se nota nada más aterrizar en Mascate: a un lado de la pista, mientras el avión rueda hacia la vieja terminal, ya se aprecia la estructura de una nueva inspirada en las del aeropuerto de Dubai pero con un tamaño que es la tercera parte.
Mascate tenía algunos hoteles de cinco estrellas, como el Hyatt, en la zona de los edificios del Gobierno y las embajadas, pero en los últimos cinco años se han construido otros hoteles y, sobre todo, se ha abierto el primer resort de lujo en Barr Al Jissah, una playa cercana a la capital hasta entonces solo accesible por mar. El monopolio de este complejo no va a durar mucho tiempo, porque después de abrir la carretera que lleva al mismo se han continuado construyendo nuevos tramos siguiendo la costa hacia el sur, por Yitti, con su espectacular peña de los Dedos del Diablo, Bandar Khayran y Al Seifa.
Las calas, ensenadas y playas de esta franja costera están salpicadas por poblaciones de pescadores. Pese a la sinuosa carretera en construcción, aún no han surgido grandes hoteles. Eso sí, para captar toda la esencia de esta área lo más conveniente es hacerlo a bordo de un barco, lo que sale caro.
Si se quiere seguir más al sur, en dirección a Qurayat y a la ciudad -valga la redundancia- de Sur, desde Mascate hay una autopista que permite el desplazamiento con facilidad y rapidez. En esta zona se suceden largas playas de arena blanca, siempre con aguas muy transparentes, muchas de ellas vigiladas por fuertes y torreones de la época de dominación portuguesa.
Recomendable es acercarse desde Sur hasta el cabo Al Hadd e ir a la reserva de Ras al-Jinz para poder asistir al desove de las tortugas de mar. El mes de mayor afluencia es julio, pero se recomienda ir en septiembre y octubre. La entrada a la reserva está limitada, por lo que conviene hacer una petición de visita previa. Aquí hay ya algún hotel aunque, según dicen, hay cierta tolerancia con quienes acampan por libre.
Desde el cabo Al Hadd, si se pretende seguir por la costa hacia la ciudad de Salalah y la frontera con Yemen, la ruta se vuelve complicada, con zonas cubiertas por arena que hacen necesario conducir un 4×4. Una alternativa es ir por el interior, por una carretera bien pavimentada que rodea las dunas de Wahiba Sands, donde se puede pernoctar en campamentos.
Hacia el norte, merece la pena la subida a Nizwa, la antigua capital del sultanato, con su castillo construido también por los portugueses y sus tiendas de alfarería local. En cuanto a Mascate, la capital actual, incluye también los distritos de Qurum, Mutrah y Ruwi. Es limpia y agradable, con edificios de no más de seis alturas, blancos y con algún detalle de arquitectura tradicional que no les impide parecer modernos.
En Qurum destaca la Gran Mezquita inaugurada en 2001 por el actual sultán Qaboos Al Said , así como el Palacio de la Ópera. Mejor visitarlos en coche, pues la autovía hace difícil la travesía para pasar de un lado a otro. En cambio, en Mutrah y Ruwi se puede caminar. En la primera se encuentra el puerto, un paseo muy apacible, con algún restaurante de pescado y el zoco, donde además de los artículos típicos se puede comprar incienso y perfumes que hicieron famosos estos países en la antigüedad.
La parte antigua de Mascate, la auténtica Mascate, mantiene una fisonomía de pequeñas calles que rodean el palacio del sultán y el ministerio de Finanzas. Ambos están frente al mar, a los pies de los castillos portugueses Al Jalil y Al Mirani.
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