Hay encargos que marcan… y, si no, que se lo digan a Fray Marino, el verdadero protagonista de nuestra historia. Piensas en ellos desde el momento en el que se te hace la propuesta. A veces, trabajas codo con codo con la persona que sugiere el trabajo, porque tiene una idea más o menos clara en su cabeza. Hasta el momento, he tenido la suerte de que cuando ha sido así es porque han visto uno de mis trabajos y han querido versionarlo para un sueño propio, como fue el caso de Jan y su deseo de homenajear a su marido y a la obra de Virgilio, que os conté en esta entrada.
Sería más difícil si esa idea fuese peregrina y no se puediese llegar a concretar, pero por fortuna nunca me ha sucedido. Es curioso cómo funciona a veces eso que llaman inspiración, porque justo mis trabajos previos han supuesto la motivación de mis amigos-clientes, la concreción real de una idea a veces sutil, que no cobra forma completa hasta que no recibe una inyección de realidad. Eso supone para mí una hermosa certeza de que haga lo que haga en un futuro será mejor, porque no sólo la persona a la que va hipotéticamente destinado lo completará en su interior, sino que también, quizá, cobrará vida de nuevo en otras formas hermanas que nacen en parte de la mente de esa persona. Es como una especie de árbol de ideas, que va tomando forma a medida que esos libros se hace realidad. Bonita imagen, ¿verdad?
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A veces sucede que simplemente se desea volver a encuadernar un libro, o incluso encuadernarlo por primera vez. Hace unos meses, una chica llamada Violeta quiso imprimir y dotar de una cubierta un pequeño libro de poemas muy especial para ella. Así lo hicimos. El proceso fue complejo y largo, la piel nos dio problemas y ello nos llevó a soluciones que no habíamos esperado pero que, paradójicamente, se acercaban aún más al estilo de esta chica amante de lo antiguo, porque al menos su trabajo en artesanía así lo muestra. Hay veces que justo los problemas llevan a la solución más sencilla, a la natural, a la que debería haberse tomado desde el principio con la cabeza serena y tranquila. Es curioso cómo el trabajo a veces se asemeja a la cotidianidad de la vida…Y quizá esto último sea lo que rodea a este espléndido proyecto de El encargo del Rey. Ya tuve el placer de hablaros de ello en esta entrada. Yo ya sabía de aquella es que tendría el privilegio de dotarle de una nueva cubierta. Así que cuando Tharasia se puso en contacto conmigo para darme ambas noticias, que ese magnífico proyecto iba a ver la luz y que además yo iba a colaborar en su regalo, pues qué queréis que os diga. La cabeza funciona sola.
La inspiración previa de Tharasia provenía de las Summum Meditatio. Parece lógico, habida cuenta de que el libro parte de un contexto medieval, si bien en su totalidad abarca un contexto histórico mucho más extenso, que llega a la actualidad. Ahora bien, cuando tuve el libro en mis manos, como suele suceder las primeras ideas se borraron de un plumazo.
Pero si algo tenía claro es que la palabra conservación iba a estar más que presente en todo el proceso. Es decir: cuando un libro viene editado con una cubierta tan bellamente ilustrada, más que nunca debe conservarse.No estaba segura de si realizaría un desmontaje completo, pero lo veía bastante probable habida cuenta de que era un libro editado recientemente y la cola plástica salió con relativa facilidad. Con lo cual, el uso de escartivanas fue imprescindible para evitar la pérdida de información del libro, tanto la portada como la contraportada y el lomo.
El desmontaje me permitió tomarme la licencia de un ligero redondeo en el libro. Pero no la licencia de guillotinarlo. Ni hablar. Evidentemente ni el corte ni la media caña quedan igual de limpios pero tampoco era necesario, a juicio mío al menos. Le proporcioné, eso sí, unas cabezadas en hilo de lino y unas nuevas guardas.
">">Unión de la cubierta, incluido el lomo, al cuerpo del libro.
Las guardas fueron una de las cosas más curiosas del proceso: un papel que había comprado hace años y que sin duda estaba esperando para este proyecto: necesitaba un papel sencillo, tanto que incluso pensé hacerlo yo misma al engrudo. Este papel a la cera me dio la respuesta, y nuevas ideas de decoración de papel. Era perfecto, en técnica, en tono y en diseño.
La elección de la piel tampoco fue sencilla. Sabía que la decoración iba a ser gofrada, y si hay una piel con la que yo me siento cómoda en ese proceso, es la badana. Así que, al final, esa fue la vencedora si bien tenía en ambas manos, dudando, una hermosa piel de cabra marrón oscura y otra italiana, jaspeada, que aún no he estrenado. Pero el gofrado no iba a ser el mismo, me temía. Así que tiré por terreno conocido. Y no me arrepentí.
Había llegado el momento del diseño. Primero el de las tapas. Mi idea, al princpio, era ceñirme lo más posible a las estructuras de la época, con la salvedad de no usar tapas de madera. Pero, francamente, la estrechez del lomo lo hacía ridículo y prácticamente inviable. Así que opté por una tapa suelta falseando los nervios.
En lo que respecta al gofrado primero hice lo propio: trazarlo en papel para verlo, componiendo el título en el interior. Esa es otra licencia, pero al fin y al cabo es una cubierta de inspiración medieval que ya ha roto demasiados aspectos fieles a la realidad histórica. A partir de ahí plena libertad (eso sí, sin perder de vista el pasado). No os diré lo que disfruté recorriendo de nuevo los libros y las imágenes de los catálogos de exposiciones ya realizadas..
¿Y qué me encuentro? Por supuesto una enorme variedad. Pero decidí quedarme con ideas similares a este hermoso ejemplar que os muestro, extraído de la página de la Biblioteca Complutense; un tipo de diseño que no por sencillo es menos hermoso, si bien quizá un poco tardío para lo que nos ocupa.
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Hacerse con un conjunto de hierros no es fácil, ni tampoco no dejarse llevar por el primer impulso. A medida que vas trabajando te das cuenta de lo que necesitas, y buscas unos diseños versátiles, cuya combinación y cambio de posición sea factible. Rascarse el bolsillo en esto puede ser muy tentador, y sólo aquél/aquella que tenga adicción a los zapatos puede entender lo que me pasa a mí con los bronces. En ellos me reconozco dos preferencias: la sencillez y, en contraposición, el uso de arabescos. Luego ya, el resto, es amor a primera vista. O que el zapato vaya contigo, te sea cómodo, y pueda usarse para varias ocasiones. Al menos esa es mi percepción hasta ahora.
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Tras cubrir el libro y gofrar el diseño me entraron pocas ganas de envejecerlo. Esa badana tenía un tono tan claro que parecía una piel curtida al alumbre. Pero mi idea estaba en la cabeza y debía ser fiel a ella. Y, como con lo otro, no me arrepentí.
Durante el proceso envié varias fotografías a Tharasia para que me diera el visto bueno, lo cual no es difícil cuando una lo ve, y transmitir el entusiasmo es por ello muy sencillo. Pero, aunque ya había recibido su aprobación, en el momento en que lo extraje de su caja para enseñárselo clavé mis ojos en ella, como suelo hacer cuando entrego un trabajo, tanto de encuadernación como de restauración. Casi literalmente, para no perderme detalle desde el primer microsegundo de reacción. Puede ser de mala educación pero si la persona que está delante tuyo se identifica con lo que tiene en sus manos no se va a dar cuenta. Es la única manera que tengo de ver si lo que yo siento se comparte y también de atesorar en mi memoria las reacciones cuando son genuinas, si bien es cierto que cada uno somos más o menos expresivos y la retroalimentación a veces no se detecta: lo sé por experiencia cuando he impartido clase o cuando he compartido aula con otros formadores y he reconocido las mismas inseguridades en ellos.
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Por eso el momento de entrega es tan vulnerable y tan importante. Entregas una gran parte de tu tiempo, de tus ideas y de tus emociones. Despides algo que lleva mucho tiempo contigo y que ahora será cuidado por otra persona.
Y, en sus ojos, buscas ese reconocimiento que sabes que va a suponer que va a mirar ese libro las mismas veces que tú lo harías.
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Web oficial de El encargo del Rey: http://www.elencargodelrey.com
Tharasia es el nombre medieval de Teresa: historiadora, conservadora-restauradora y además una espléndida fotógrafa. No dejéis de visitar su web: http://tharasia.es