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Las fiestas en honor a nuestro patrono San Fermín, que estos días estamos celebrando, son un conjunto de actos lúdicos y religiosos donde el toro adquiere un especial protagonismo. Por las tardes, seis toros seis, como diría el veterano cronista, de acreditadas ganaderías serán lidiados, banderilleados y muertos a estoque. En los orígenes, hace tantos años que no puedo recordar, algunos aguerridos jóvenes con llamativa vestimenta comenzaron a acompañar a toros y pastores en el traslado matutino desde los corrales hasta la Plaza. Antiguas y descoloridas fotos que todavía se conservan dan fe de que es cierto. Pasaron los años, llegaron los visitantes en busca de fantásticas aventuras y las televisiones, periódicos y emisoras de radio llevaron a lejanos países sus impresiones sobre esas extrañas fiestas tribales. Participar en el encierro, acompañando a los toros, supone aceptar voluntariamente un grave riesgo de caídas, cornadas que no se puede despreciar. Algunos participantes han perdido la vida, sin desmerecer el número de heridos y contusionados. Esta es una carrera de relevos y hay que saber entrar y salir en el momento más oportuno. Es una carrera muy rápida que requiere estar descansado, en buena forma física y llevar ropa y calzado adecuados. Es un error participar solo por un minuto de gloria en la televisión o en esa foto que guardamos como una singular reliquia. Ayer y hoy, los encierros nos han enseñado la cara amarga de tan singular festejo. Duras imágenes de corredores a merced del toro en momentos que se hacen eternos. Esta mañana, a la entrada de la plaza hemos visto el temido montón de corredores. Una primera caída y después los siguientes que tropiezan y siguen cayendo unos sobre otros. Los toros llegan y encuentran taponada la entrada. Desvían a los toros para que puedan entrar por otro lado y los caídos puedan ser auxiliados en momentos angustiosos que se hacen muy largos. La fiesta sigue. No me preguntes los motivos o razones que llevan a personas de tantos países a participar en estos festejos. Son los Sanfermines. Los Sanfermines de Pamplona.