El 31 de octubre de 2008, un desconocido llamado Satoshi Nakamoto publicó un artículo en abierto (un white paper) en una red de criptografía con el título “Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System”, que podría traducirse por “Bitcoin: Un Sistema de Efectivo Electrónico Usuario-a-Usuario”. La revolución del bitcoin había comenzado.
Este era el resumen que s epodía leer al comienzo del artículo:
Una versión puramente electrónica de efectivo permitiría que los pagos en línea fuesen enviados directamente, de un ente a otro, sin tener que pasar por medio de una institución financiera. Las firmas digitales proporcionan parte de la solución al problema, pero los beneficios principales se pierden si tiene que existir un tercero de confianza para prevenir el doble gasto. Proponemos una solución al problema del doble gasto utilizando una red usuario-a-usuario. La red coloca marcas de tiempo a las transacciones que introduce en una cadena continua de pruebas de trabajo basadas en el cálculo de hashes, formando un registro que no puede ser cambiado sin volver a recrear la prueba de trabajo completa. La cadena más larga no solo sirve como testigo y prueba de la secuencia de eventos, sino que asegura que está vino desde la agrupación con procesamiento de CPU más grande. Siempre que la mayoría del poder de procesamiento de CPU esté bajo el control de nodos que no cooperan para atacar la red, estos generarán la cadena más larga y llevarán ventaja a los atacantes. La red en sí misma requiere una estructura mínima. Los mensajes son enviados bajo la premisa del menor esfuerzo, y los nodos pueden irse y volver a unirse a la red cuando les parezca, aceptando la cadena más larga de prueba de trabajo, como prueba de lo que sucedió durante su ausencia.
(Por cierto, la traducción del artículo se puede encontrar en esta dirección web).
Una de las bases del bitcoin es la criptografía, disciplina que nació con el fin de poder comunicarse sin que terceras personas fueran capaces de conocer el mensaje incluso aunque tuvieran acceso al mismo. Desde las formas más primitivas que se usaron en la guerra, la política y las transacciones comerciales desde tiempos antiguos, se ha pasado a una criptografía que usa las tecnologías digitales y que está completamente sustentada por las matemáticas. En este mundo dominado por la Red, laas comunicaciones privadas por correo electrónico y otras plataformas, nuestras transacciones comerciales, nuestra comunicación con las administraciones, se basa en la confianza que nos proporciona la supuest privacidad. Tenemos contraseñas que creemos seguras, pero que de tanto en tanto, demuestran no serlo. Desde la creación del algoritmo RSA de clave pública, basado en la descomposición de un número en sus factores primos, se ha pasado a métodos más sofisticados como las curvas elípticas.
El bitcoin usa un algoritmo que se llama SHA-256. SHA son las siglas de Secure Hash Algorithm (o Algoritmo de Hash Seguro). Un hash (hemos hablado de los hash en entradas anteriores, por ejemplo, “La seguridad de nuestras contraseñas“) es una secuencia alfanumérica única que se obtiene al codificar un archivo o un texto. Nosotros podremos recuperar el mensaje original pero la dificultad de hacerlo sin la clave es enorme (aunque la extensión del SHA es siempre la misma). Este algoritmo se usa para generar direcciones web de bitcoin pero además en el propio proceso de generación de los bitcoin (la llamada minería bitcoin).
¿Y cómo se generan los bitcoins? En primer lugar, se tarta de monedas digitales, y a diferencia de lo que puede hacer un banco central de un país imprimiendo dinero (que debería estar garantizado por las reservas de oro del país), el número de bitcoins está limitado a 21 millones de monedas. Cuando se ponen en circulación, se las lleva el primero que sea capaz de resolver un problema matemático (para lo que se precisa de ordenadores con una cierta potencia de cálculo), y en un tiempo limitado, que es de unos diez minutos de media.
Evolución del número de bitcoins
Los mineros crean registros que contiene todas las transacciones efectuadas y que cualquier usuario de la red puede verificar (lo que se llama una blockchain, la tecnología que surgió del bitcoin). Además, tal y como ocurre con el dinero metálico, un bitcoin no se puede usar simultáneamente en dos transacciones diferentes. Cuando un “minero” observa una transacción, la incorpora a un bloque de datos, y si resuelve el desafío correspondiente (esencialmente, un “elliptic curve digital signature algorithm” (ECDSA)), lo enlaza con bloques previos (eso es el blockchain, archivos que tienen alguna información de otros archivos a los que va enlazado). Así que el blockhain tiene dos ingredientes esenciales: los bloques de información y la red de ordenadores en cada uno de los cuáles está toda la información (esta no está repartida). Es como si el inventario de las transacciones lo contiene todo y está en todos los ordenadores: mayor seguridad sería imposible.
Los bitcoins son monedas y por lo tanto se pueden comprar cosas con ellos en muchos lugares. No solo eso, se pueden intercambiar, transferir, como el dinero ordinario. Como curiosidad, digamos que la primera compra que se hizo con bitcoins, fueron dos pizzas de ka conocida cadena Papa John’s; el precio estipulado fue de 10.000 bitcoins por 30 dólares. Hoy en día nos podríamos comprar la tienda entera sin ningún problema con esa cantidad de bitcoins.
Volviendo a Satoshi Nakamoto, su identidad sigue sin conocerse. Hay teorías de todo tipo, y se le ha querido reconocer en unos cuantos personajes importantes de la computación. Otros opinan que no se trata de una persona sino de un grupo. Nadie lo sabe por el momento, aunque no cabe duda de que su propuesta el bitcoin (y la tecnología del blockchain) está cambiando nuestro mundo. De hecho, el economista de la Universidad de California en Los ángeles (UCLA), Bhagwan Chowdhry, sugirío en 2016 proponerlo para el Premio Nobel de Economía pero su candidatura fue rechazada por el Comité Nobel ya que no se puede premiar a personas que podrían no existir.
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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias).