Revista Cultura y Ocio

El entusiasmo

Por Calvodemora
El entusiasmo
Hay un tiempo en que uno se entusiasma si le dejan escribir lo que quiera. Porque lo habitual es que haya un camino y no debamos descarriarnos, tirar antojadizamente por otro, alguno nuestro, no obligado, ni siquiera sugerido. Hay días en que uno se entusiasma como un niño con un folio en blanco, cuando le permiten escribir lo que quiera. Días en que hace lo que quiere. No siempre tienen que coincidir con los días de vacaciones: a veces son precisamente los de labranza, los días de trabajo, los que abundan en estas licencias. Sólo hace falta ir un poco por libre, aunque haya un camino y los demás estén al tanto si lo recorremos o nos salimos de vez en cuando. Mañana volvemos al tajo, lo cual es una forma de que el universo siga expandiéndose y el cielo vuelva a ser caprichosamente azul o gris o negro y no podamos hacer nada por corregir ese cromatismo ajeno. Trabajar, si a uno le gusta en lo que trabaja, es maravilloso. A veces ni se nota que estás trabajando. Como el que no aprecia que respira y, sin embargo, coge aire, lo mete bien adentro y luego lo va soltando poco a poco o de golpe. No habría viernes de no haber lunes. La rutina es maravillosa. Luego tiene uno que apañárselas para salirse del camino y escribir a su aire, sin abusar, un poco por ser niño todavía y otro poco por haber sido niño mucho tiempo. También por otras cosas, también porque a veces no hay más remedio que escribir lo que uno quiere, no poner brida al caballo y dejar que campe a sus anchas y hocique el morro y paste donde le plazca y se eche a dormir en donde el sueño le venza. Ya habrá días de obediencia, de hacer lo que se espera que hagamos, de correr con los demás caballos (sí, habrá yeguas, cómo no va a haber yeguas), pastar donde nos dicen y dormir cuando nos dejan. Buen lunes.

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