Revista Humor

El escarnio y la burla no deben ser gratis

Por Rafaben
Iba a empezar opinando sobre la pasada efeméride de San Valentín y su empalagosa celebración, cuando me entero que justo al día siguiente se cumple un año de aquel terrible suceso que tanto nos conmovió y que parece que hemos olvidado. El quince de febrero de dos mil quince, veintiún cristianos coptos libios eran degollados frente al mar y a las cámaras de esa agrupación de psicópatas del Daesh, también llamado estado islámico. Corremos el peligro de acostumbrarnos a todo, al asesinato repetido, a la hambruna televisada, a la persecución del discrepante, al niño ahogado en la orilla, al insulto y la ridiculización de lo más sagrado sin más motivo de que pueden, de que no te soportan, de que no reconocen tu derecho a existir, a estar aquí, a ser tú mismo y no ser como ellos dicen. Un año después, la más reciente polémica viene del juicio a esa edil, votada por la inquina indignada de tantos que piensan que todo debe irse a la porra definitivamente, que tan amablemente gritaba cosas tan respetuosas con los creyentes como “arderéis como en el treinta y seis” y otras lindezas de contenido sexual que no venían a cuento en absoluto. Ahora está arrepentida, dice, pero no sabemos si por una espontánea compunción nacida de la reflexión de lo que hizo o movida por la previsibles consecuencias penales derivadas del juicio a que se ve enfrentada. No lo tengo claro. Si sé que no va a dimitir, eso es para los otros. Como para que la fiesta no pare, la alcaldesa de Barcelona, otra que tal baila, apoya en un acto institucional nuevos insultos y ridiculizaciones de la fe de los cristianos a cuenta de una señora que no ha tenido otra ocurrencia que utilizar el padrenuestro para escribir una estupidez, permítanme que resuma. Ante la reacción indignada de los creyentes, la explicación no puede ser más infantil, es que ella, la alcaldesa, no cree que eso sea ofensivo. Claro, ahora ellos deciden cuando debemos sentirnos ofendidos los demás o cuando la presunta originalidad es procacidad de burdel. Poco a poco nos podemos ir acostumbrando a la idiotez institucionalizada y por ese camino nada bueno viene a continuación. Tengo que reconocer que a estas alturas, ni las poesías blasfemas ni las tetas de Rita Maestre, ni las pintadas amenazantes, me afectan demasiado. Simplemente no les concedo la capacidad de condicionarme, lo que no quita que llame a todo eso por su nombre, que reconozca que estamos mal cuando tanta gente ha pensado que este tipo de submundo de política y cultura sórdidas pueden aportar algo a la convivencia y a la solución de los problemas de nuestro país como para votarlos y colocarlos en un lugar donde sus miserias son totalmente visibles para mayor vergüenza de todos. Dicen que alguno ha pedido perdón, pues estupendo, encontrará el perdón, pero los hechos además de responsabilidad moral tienen unas consecuencias que serán juzgadas y tendrán que afrontar la responsabilidad civil o penal que corresponda. Te perdono por aparcar en mi puerta, pero eso no te quita la multa. Salgamos de la infancia y empecemos a madurar, ¿no les parece? Y para reflexionar en esta Cuaresma y no creerme mejor que aquellos que han hecho estas cosas, recuerdo esta reflexión de Chesterton: “La Iglesia «ha sostenido desde el primer instante que el mal no está en el ambiente, sino en el hombre mismo». Siempre cabe el riesgo de actuar mal, porque el origen del mal no está en las circunstancias sino en el interior de la persona.” Y eso es lo que toca cambiar, ante lo que estar en guardia en realidad.

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