Julián, mi primo, canta con el duende del conocimiento. Su espíritu aventurero de endiablada juventud y su "don" para el cante le permiten acceder a territorios poco habituales.
Así que habiendo traspasado una noche la frontera por Vila Real fue invitado a cantar en una tasca cercana a la praia de liha de Tavira, la zona portuguesa del Golfo de Cádiz, donde la canción española se mezcla con aires de fado sin violentar un ápice el aroma de nostalgia que llega desde el mar.
Después de cantar con una cadencia armónica insólita; en el tiempo último de confesiones de madrugada, mi primo escuchó este relato de amor doble:
Un marinero con título de primer piloto de la Marina Mercante conoció a una hermosa mujer de personalidad más bien tímida, que no obstante siempre llevaba un botón de más desabrochado. Su blusa siempre dejaba traslucir un espléndido sujetador de fascinantes puntillas que alteraba y distraía al marinero cuando intentaba mirarla a los ojos. Era algo perturbador y muy agradable, que nunca se atrevió a confesarle.
La hermosa mujer no quería formalizar unas relaciones con el marinero, debido a las continuas separaciones obligadas por el oficio del buen hombre.Decidió tomar unas vacaciones y dedicar más tiempo a este amor. Así pudo conocer su casa y a la hermana gemela, exactamente igual en belleza, y sin embargo menos tímida, más abierta de carácter y con sus botones bien abrochaditos. No tardaron en congeniar, hicieron el amor como si estuvieran toda la vida juntos, había plena confianza.El marinero embarcó de nuevo...De regreso solo encontró a su nueva enamorada, la hermana no apareció. Ellos no hablaron del asunto.Al hacer el amor percibió algo distinto, igual de intenso y agradable.Formalizaron sus relaciones amorosas y cuando el marino con título de primer piloto de la Marina Mercante llegaba al puerto donde vivía su amada, en los sucesivos viajes, la encontraba siempre esperando en el muelle...A veces con un botón de la blusa desabrochado, descubriendo las encantadoras puntillas de un sujetador...Cuando Julián escuchaba este relato, al fondo de la tasca se oía cantar a una mujer madura la melodía portuguesa "sin ti no sé ni llorar", plena de saudade.Dr. Pérez de ArrietaIlustración de Blas Estal