La idea che está detrás de este esplendido relato visual, está inspirada al Faust de Goethe aunque, en el caso del relato de Scott McCloud, no hay ninguna redención del alma; El Escultor se limita a las cosas terrenales, así que el pacto llega hasta sus extremas consecuencias… ¡y punto!
Un joven escultor que ya ha vivido la emoción de la fama porque un influyente y rico coleccionista había apostado sobre él (para especular con la ignorancia artística de los que tienen dinero), cae en la más profunda anonimidad porque no quiso estar al juego que “su mecenas” le quería imponer. En la obscuridad más absoluta, en la soledad más profunda, en la más triste desesperación, delante de la clara evidencia que la gente no se fijaba en él y en lo que hacía, sino, más bien en el valor que alguien influyente había decidido dar a lo que hacía, David (el protagonista del relato), llega a un acuerdo con “el diablo” que se presenta bajo la apariencia de un viejo tío. El diablo le otorga la habilidad de poder modelar y esculpir cualquier material, simplemente usando sus propias manos pero a cambio le deja solo 200 días de vida y al finalizarse el cupo, morirá.
“El diablo” se portó muy bien porque, antes de que David decidiera de firmar la oferta, le mostró lo que podría ser su otro futuro en el caso que decidiera no aceptar la oferta. Le mostró algo que podríamos definir “una vida normal”: profesor de arte en un colegio público, marido de una buena chica dispuesta a “soportar” sus extravagancias artísticas, un adosado, dos niños, un labrador, un monovolumen; su arte la haría en el sótano del adosado para su disfrute personal…momento felices, comida, sexo, amor, familia…todo esto no fue pero suficiente para David y por lo tanto aceptó el pacto!
Este relato visual parece el cubo de Kubrick con sus miles facetas y posibles combinaciones; en él, se puede encontrar de todo: mecenas que se “enamoran” de un joven y de su obra todavía muy inmadura, simplemente para sacar beneficio personal; personas que se creen artistas sin serlo; personas que para continuar esta efímera ilusión aceptan condiciones que a veces traspasan los límites de la dignidad; mecenas que buscan fútiles pretextos para librarse de jóvenes que ya no soportan porque ya han sido exprimidos lo suficiente; amigos de infancia que fluctúan entre la fuerza de la amistad y el juego hedonístico; parejas en el cual el hombre maneja el dinero y no entiende nada de arte, mientras que la mujer juega el papel de filántropa con el difícil papel de convencer al marido a apostar por algo que no tiene retorno económico inmediato; inspiración que nunca llega cuando sirve; incapacidad de ser pragmático además de creativo; necesidad de abarcar todo e incapacidad en saberse focalizar; incapacidad de acertar lo que los demás esperan de ti y falta de humildad para saberlo; dueño de piso que no va más allá del alquiler mensual; el abismo, la soledad más negra, una generosa Diosa que aparece de la nada que te redime cuando parece todo perdido y que te hace entender quién eres de verdad y de lo que eres capaz; el darse cuenta que el talento no es todo para tener éxito; el amor que empieza tímidamente y que lo ocupa todo; los recuerdos, las decisiones equivocadas, los miedos, el no-atrevimiento, el remordimiento de no haber sabido perseverar en lo que se cree; las capacidades que uno tiene que a menudo no se alinean con la voluntad…y como escenario de todo ese drama, NewYork: bellísima y terrible al mismo tiempo; melancólica y dinámica; la ciudad de las miles oportunidades y de la soledad.
Las fiestas, los ritos sociales; la apariencia que domina por encima de la sustancia, el día a día che sabotea y apaga los destellos de creatividad y de genio; el acto creativo que hace del día a día un escalofrío emocional; la sensación de bienestar que se encuentra en la cosas pequeñas: en una reunión con amigos, en la cotidianeidad vivida cerca a quien te ama…la Muerte y la Nada, siempre presentes, que a la vez constituyen un imán y una repulsión.
Acabo con algunas frases extraídas del relato:
Meg (la Diosa que redime David) a David en plena crisis de inspiración: “concéntrate, busca la profundidad no la amplitud; cierra los ojos; nada hacia el fondo y no pienses en quien te sigue, no pienses en nada…”
Otra vez Meg a David: “no somos indefensos delante al tiempo, si no que nos estamos donando al tiempo con todo nuestro corazón”
David y su amigo de la infancia que es un curador de una galería de arte: David: “pensaba que los galeristas pusieran el arte por encima de cualquier cosa!” por encima de las personas, del sexo, de la política, del dinero”. Amigo: “crees de verdad que existe un “artometro” omnipotente que divide el bueno de lo malo? Es todo malditamente subjetivo, siempre lo ha sido y siempre lo será”. David: “¡NO! Hay cosas absolutas! Existe una diferencia entre un Kandinsky y un colgador!”. Amigo: “¡por supuesto que si! ¡el colgador es útil para algo!”
Al momento no tengo fecha para el siguiente post… pero seguro que la inspiración no tardará en llegar…