Revista Opinión

El esperpento llevado al límite

Publicado el 16 febrero 2016 por Lulesi

goya

Valle-Inclán pudo ver una España deformada: la realidad a través de un espejo cóncavo. Un país de toreros con cara de bandoleros, aristócratas ripiosos, jugadores de naipes, sacristanes, matarifes y chulos de bodega o alcoba real.

No era deformidad. Sus esperpentos eran un reflejo del tocino rancio que era la sociedad que se mostraba ante sus ojos.

En el momento actual sólo ha cambiado el decorado. Pero los mismos ejemplares se pasean por los juzgados, los ministerios, las direcciones de los medios informativos y las presidencias. De cualquier cosa, cualquier presidente de algo tiene altas probabilidades de ser un malandrín de mucho cuidado. El presidente de una cadena de franquicias dentales te puede robar hasta el apellido. Y la presidenta de una comunidad autonómica puede ser la “jefa” de una infinita trama de robo, extorsión y crimen organizado.

Hoy los rufianes y rufianas no llevan gruesas patillas sino que administran cuentas en B, se reparten sobres de sobresueldos cuando a medio país se les recorta o desahucia. Y regalan bolsas de naranjas de 25 kilos, sólo a los “suyos”.

En tiempos de Valle la derecha se movía entre las alcobas ocultas y el humo de los altares, entre sacristías y espadones de militares aburridos. Ahora no, ahora te montan redes de caciques, cobradores de comisiones sin cuento o te modifican leyes como la Ley Hipotecaria que hace a la Santa Iglesia pegar el pelotazo de los dos milenios: Más de cien mil propiedades inmatriculadas del tirón.

La oligarquía, que antes la formaban veinte familias de la nobleza, tres cardenales y un follagallinas en forma de reina lujuriosa, está compuesta ahora por las direcciones de dos partidos políticos, los “bi”, que usan el “sentido de estado” como si fuera el agua de colonia.

Nuestro país, antes y ahora, era lo que es: un detritus de sociedad civilizada donde han imperado los mangantes, los caciques, los “miembros numerarios” de no se sabe que Obra o los falsantes con chaqueta de pana.

Hoy es un país de ilustres forajidos que sientan sus miserables culos en Consejos de Ministros o en los bancos al sol de Alcalá-Meco. Pero son los mismos.

Alguien tendrá que ir a la cárcel. Alguien tendrá que dimitir de verdad. O alguna guillotina deberá cortar alguna cabeza, pero el “esperpento” lo tenemos encima.

No lo tiene que pintar Goya. Basta con ver algunas tertulias televisivas. Esperpento puro.


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